Opina Carlos Duclos (CLG)
Por Carlos Duclos – CLG
Más el ruido que las nueces, decía Shakespeare, lo que aplicado a la política argentina y sobretodo a los resultados del actual Gobierno podría traducirse en más el marketing (a veces grotesco) y el discurso que los resultados favorables al ciudadano común. A más de un año de gestión, el Gobierno muestra como gran logro haber controlado y reducido el nivel inflacionario, lo que es cierto. Pero no es menos cierto que ello se ha alcanzado a un costo muy alto: enfriando la economía, paralizando el mercado interno, haciendo decrecer el poder adquisitivo con magros salarios para trabajadores y paupérrimos haberes para jubilados. La conclusión es simple para el desapasionado: los precios suben escasamente porque los comercios venden poco y nada. No hay demanda, y no hay demanda porque mucha gente no tiene plata.
En su afán de reducir el gasto del Estado, el nuevo espacio político que iba a terminar con la “casta”, ha echado a muchos empleados públicos contratados, sin tener en cuenta que esa gente no tiene opciones laborales, porque no solo que no hay nuevas fuentes de trabajos privadas, sino que, como lo muestra la realidad, muchos trabajadores del espectro privado están siendo despedidos.
Se ha puesto el carro delante del caballo, porque lo sensato hubiera sido robustecer la actividad privada, generar fuentes de trabajo y empleo para poder direccionar a esa gente. Pero claro, para robustecer al sector privado hacen falta inversiones productivas serias. ¿Pero quién querrá invertir seriamente en un contexto político en donde todos están peleados con todos y la inseguridad jurídica sigue reinando?
Es decir, los contratados de la administración pública echados y los empleados que poseen sueldos bajos y aumentos de miseria, han pasado a engrosar el grueso segmento de los desocupados y pobres.
Contratados, por otra parte, que no son para nada responsables de ocupar esos cargos, pues el responsable, al fin y al cabo, es el Estado que los contrata. Pero al amparo de la mala fama que le han hecho a los empleados del Estado en este país, se puede dejar en la calle a mucha gente con el beneplácito de una parte de la población. No es nueva esta estrategia, ya en el pasado (hay que decirlo) se hizo lo mismo con la Policía, con los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas y otros estamentos estatales, como si todos fueran delincuentes, vagos, inútiles y prescindibles. Para el pensamiento desapasionado y justo es una barbaridad porque no se puede poner a todo el mundo en la misma bolsa. Pero… hay que ajustar para que las cuentas cierren y así lejos de ajustar a la casta se ha ajustado a jubilados, trabajadores (público y privados) e indirectamente al comercio y a la pequeña y mediana industria porque sin poder adquisitivo pocos compran, pocos venden.
Como si esto no alcanzara, la presión tributaria sigue vigente y esto hace imposible a la pequeña y mediana industria nacional competir con lo importado que ahora ingresa con más facilidad al país. En esto, el presidente Milei no sigue los pasos de su amigo Donald Trump, quien no ha dudado en aplicar aranceles, por ejemplo, al acero, al aluminio y a otros productos; medida que significa un dolor de cabeza para la producción de acero y aluminio argentinos. El verdadero poder parece que no tiene amigos ni hace concesiones.
La cohesión y la concordancia en el Gobierno es otro flanco débil: la cadena que se ha formado con funcionarios echados por disentir con el presidente Javier Milei, con la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, es preocupantemente larga. Desde el ex jefe de Gabinete Posse, la canciller Mondino, hasta el “out” a la hija de Cavallo en las últimas horas (que pagó los platos rotos por los dichos de su padre al que razón no le falta) los eslabones son numerosos. Sin olvidar las diferencias con la vicepresidenta Victoria Villarruel y el despido de Ramiro Marra, uno de los fundadores de La Libertad Avanza.
Y esta situación no es menor, ni anecdótica, porque nadie pondrá un peso en Argentina cuando advierte que no solo los oficialistas y opositores se dan palos sin anestesia, sino que incluso hay diferencias mayúsculas en el mismo seno del Gobierno.
Eso sí, el marketing, las redes sociales, los trolls, los periodistas amigos devenidos en operadores políticos, funcionan de maravillas. El ruido es mucho, pero las nueces son pocas ¡Pero atención! A no creer que esto solo ocurre en el seno del Gobierno nacional, no pocos distritos andan por la misma senda o ponen un pie en el nuevo camino político. Y esto que se dice no implica defender a ningún otro espacio, ni ser nostálgico del pasado, sino poner de relieve que hay una amplia franja que sigue sumergida sin visos de que pueda emerger y respirar un poco.