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Opinión: «Los bolivianos pusieron las cosas en su lugar»


Por Damián Umansky – Periodista especializado en internacionales

Por Damián UmanskyPeriodista especializado en internacionales

La aplastante victoria de Luis Arce el domingo en las elecciones presidenciales marcan la reanudación del sistema democrático en Bolivia. Volvió por los votos el partido que había sido despojado por asalto del poder.

El triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS) es mucho más que la reivindicación política de Evo Morales. Uno de cada dos bolivianos eligieron ratificar un rumbo interrumpido violentamente hace un año cuando, en medio de una convulsión social, el ex presidente fue obligado por medio de la violencia a dejar el poder y el país en medio de denuncias de fraude en su intento reeleccionista.

Bolivia atraviesa su crisis económica más profunda de los últimos tiempos, con una caída del PBI de 6,2% prevista para este año. El gobierno provisorio de Jeanine Áñez, además de ilegítimo, es ampliamente cuestionado por una gran parte de la población por la gestión de la pandemia del coronavirus. Incluso, la presidenta transitoria, decidió pocos días antes de las elecciones bajar su candidatura por su escasa intención de voto, procurando al mismo tiempo no restarle votos a Carlos Mesa, el segundo más votado el pasado domingo.

Esta situación explica en gran medida el contundente resultado que obtuvo el MAS. Cabe recordar que Arce fue el arquitecto del “milagro boliviano”, cuando fue ministro de Finanzas del gobierno de Evo, etapa reconocida por propios y extraños de gran bonanza económica. Durante este período, Bolivia elevó su PBI de 9.500 millones de dólares anuales a 40.800 millones y redujo la pobreza del 60% a 37%. Además, se tomó una de las medidas más audaces (y polémicas) como fue la nacionalización de los hidrocarburos, considerada “uno de los pilares” de la gestión Morales.

Para Bolivia, que supo tener al comando del país a representantes de la sociedad más identificados con la “aristocracia” local, con antecedentes de un mandatario como “Goni” Sánchez de Lozada al que se lo recuerda por hablar mejor el inglés que el español, la irrupción de Evo en el poder representó un cambio diametral. Su origen modesto, indígena y campesino, generó en sus comienzos la subestimación de muchos respecto a su capacidad de liderar los destinos del país.

Tal vez el mayor error de Morales, fue el de querer continuar en el poder más allá de los límites que le imponía la propia Constitución Nacional. El cuestionamiento hacia Evo no estuvo dado por su gestión económica y social, sino a la legitimidad de sus aspiraciones a un nuevo mandato en 2019. Allí dejó un flanco a través del cual atacaron sus adversarios. Claramente pagó caro el hecho de no haber confiado en que la continuidad podía estar encarnada en un sucesor.

Luis Arce, con un perfil más tecnócrata que político, formado académicamente en universidades de Bolivia, Buenos Aires y Estados Unidos, supone un estilo diferente al de su líder político. Su capital político tiene que ver con sus antecedentes como Ministro. Claramente no tiene el carisma de Evo. La buena noticia para el futuro presidente es que, a pesar de las objeciones que tuvo su nominación por no provenir del sindicalismo ni del campo, los sectores populares bolivianos lo apoyaron en las urnas. Al mismo tiempo, Arce puede ser un puente para restablecer el diálogo institucional con las otras fuerzas políticas.

Damián Umansky