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Opinión: «Llegó la hora de comenzar a gobernar»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

La foto del 9 de julio marca el fin de una etapa de la gestión de Javier Milei. Con la Ley Bases, el paquete fiscal y la firma del Pacto de Mayo, la gestión libertaria cuenta con todas las herramientas que reclamaba para finalmente darle un cierre la campaña electoral y comenzar a gobernar. La presencia de 18 gobernadores fue sin dudas una victoria para el gobierno que viene poco acostumbrado a ganar. Una victoria de esas que tanto le gustan al presidente, porque si bien en los hechos no tiene un impacto significativo, en términos comunicacionales fue muy fuerte. Muchos incrédulos se preguntarán por qué la asistencia de mandatarios provinciales fue tan nutrida, y la respuesta no es tan compleja. En primer lugar, para la mayoría el costo político de no asistir era mayor que el de hacerlo. Por otro lado, el texto que se firmó no significa un compromiso expreso con ninguna medida concreta, a la vez que la extrema generalidad de las premisas hace casi imposible estar en desacuerdo con la mayoría de los puntos. Es como si nos convocaran a refrendar un pacto por un mundo mejor: firmar no cuesta nada y estamos todos de acuerdo. Finalmente, y last but no least, en este país hay muy pocos políticos que se le animen a un presidente con altos niveles de popularidad, ya que existe una suerte de terror al electorado, especialmente al que se expresa en redes sociales.

Entonces, el segundo semestre le plantea al gobierno una serie de desafíos que va a tener que resolver, dado que la legitimidad de origen, esto es, la que deviene ser la victoria en elecciones libres, abiertas y competitivas, se va agotando. Es tiempo de construir la legitimidad de ejercicio, que es la que surge de la gestión cotidiana de los asuntos públicos. Y esta gestión va a necesitar hacer mucha política de la buena, dada la debilidad legislativa con la que tendrá que lidiar, al menos hasta las elecciones de medio término del año que viene. Todo hace pensar que la mayoría circunstancial conseguida para la aprobación de la Ley Bases y el Paquete Fiscal no es permanente, por lo cual Guillermo Francos deberá trabajar a marcha forzada para conseguir los apoyos necesarios para legislar (si es que el gobierno pretende el acompañamiento del Congreso, claro). El reciente sisma dentro del PRO marca una complicación para Javier Milei, ya que tendrá que duplicar los interlocutores si es que quiere reunir las voluntades suficientes. Mauricio Macri lo sabe y va a jugar a fondo sus fichas para presionar al gobierno. El 25 dirá si van amontonados, juntos o separados. Pero vamos a los desafíos del segundo semestre.

El primero es la inflación. No lo pongo en primer lugar porque me parezca el más relevante, sino porque es el propio Javier Milei el que definió el esquema de prioridades de su gestión, y la inflación ocupa el primer puesto. Luego de la trepada de diciembre, inducida de manera directa por la brutal devaluación del 120%, el índice general de precios mostró una clara tendencia descendente, al menos hasta el mes de mayo, cuando tocó un 4,2%. El dato de la inflación de CABA aparecido a comienzos de esta semana, registró una leve suba de mayo a junio del 4,4 al 4,8. Si bien nunca copia en espejo los movimientos del índice nacional, por lo cual las cifras no son siempre idénticas, sí es posible afirmar que las tendencias suelen correr en paralelo. Es decir, cuando CABA sube, el nacional sube, y viceversa. Por lo tanto, era altamente probable que el sendero descendente se interrumpa y la inflación nacional de junio esté por encima de la de mayo. Y así fue, la inflación dio un respingo y se situó en 4,6%. Lo mismo ocurriría en julio, y la mayoría de los analistas coinciden es que es prácticamente imposible que perfore el 4 durante este año.

La recesión debería estar en primer lugar, pero vamos a respetar el orden propuesto por el gobierno. La caída de la actividad durante el primer trimestre del 2024 fue del 5,1%. Aún no están procesados los datos del segundo trimestre, pero todos los pronósticos coinciden en que la tendencia a la baja no se ha revertido. Según las proyecciones del Fondo Monetario Internacional, la expectativa de caída del producto para el 2024 es de 3,5%, aunque podemos considerar esta cifra más como un piso que como un techo. De hecho Alfonso Prat Gay advirtió a comienzos de junio sobre el peligro de una híperrecesión. El economista puso el foco en el análisis de la caída del 25% en la recaudación del impuesto al cheque (la mayor en 20 años), ya que esta variable suele adelantar con dos meses de anticipación los números de la actividad económica. A ver, esto no sólo implica mayor un fuerte deterioro de las condiciones de vida de los ciudadanos, sino también una significativa caída de la recaudación, por lo que el frente fiscal sería otra variable a seguir con atención, especialmente si consideramos que la gestión económica ha hecho del superávit una suerte de máxima religiosa. Resta por ver cómo solucionará el gobierno la encerrona en la que lo metió la Cámara de Diputados al votar con casi dos tercios la modificación del cálculo de la movilidad jubilatoria. Las negociaciones en el Senado son febriles, para intentar introducir algunos cambios con los bloques más dialoguistas. Si no consigue hacerlo, se abre un nuevo foco de tormenta.
Para cerrar, las reservas. Todas las luces amarillas están encendidas, ya que lo que se venía mostrando como un éxito de acumulación neta, ha entrado en crisis. Principalmente porque las liquidaciones del sector agroexportador no han sido las esperadas. Esto hace que los pagos de obligaciones de deuda a los que el gobierno está haciendo frente, signifiquen una sangría permanente y se chupen las reservas. Paralelamente, el segundo semestre suele ser un período donde los ingresos de divisas menguan, mientras que no lo hacen los compromisos. Y un dato más, el 2024 es el año de menor monto de vencimientos de deuda de la próxima década, por lo que el año que viene el frente externo será sin dudas fuente de problemas si no se consigue un nuevo préstamo con el FMI, algo en lo que el gobierno viene trabajando sin éxito en los últimos meses.