Por José Odisio
Por José Odisio
Gabriel Heinze sonríe. Festeja con un salto como cuando despeja peligro en el área en sus tiempos de jugador. Gesticula con intensidad. Da indicaciones. Protesta al cuarto árbitro. Y al final, cierra el puño mirándolo fijamente y emprende su camino al vestuario, no sin antes saludar a cada uno de los rivales. Newell’s le ganó a Blooming 3 a 0 y se consolidó en la cima del grupo E. Pero lo más importante no pasa por lo numérico. La Lepra empieza a mostrar el juego que pretende el entrenador, y superó con más éxito que fracaso jna seguidilla de partidos que podía sacudir la confianza de todos.
«No vine para ser campeón», disparó el Gringo a modo de sincericidio. Y está bien. Es fiel a lo que piensa. Es realista. Newell’s tenía como premisa inicial del ciclo estar en los puestos coperos, tratar de ganar el Clásico y disputar con lealtad la Sudamericana. El otro objetivo, el que desvela a Heinze, es consolidar en primera a muchos pibes. Y en eso está. Proyectando a Mansilla, Portillo, Aguirre, Pérez Tica, Balzi y algunos más. Y buscando que Sforza sea irresistible para el fútbol europeo.
En el medio, ilusionarse no está mal. El propio Heinze festeja cada victoria como una final. Y el hincha empezó a enfocar de reojo su mirada en la Copa Sudamerica, y si bien no quiere entusiasmarse demás para evitar un golpazo, inevitablemente mira la tabla y se imagina en octavos, donde la gloria eterna estará a ocho partidos.
Por ahora es pensar a largo plazo, demasiado para un equipo que empieza a tomar forma aunque sin firmar un certificado de garantía. «Llegaremos hasta donde se pueda, pero dejando todo», dijo Heinze. Eso sí parece ser una certeza.