Por José Odisio
Por José Odisio
Gabriel Heinze se calzó el buzo y empezó a trabajar, y el hincha leproso se ilusiona. Tener al Gringo en el banco es una garantía de trabajo, de juego ofensivo, de ambición dentro de la cancha. Puede salir bien o no, porque en el fútbol no hay verdades absolutas, pero está bien sentirse confiado.
Primero hay que armar el grupo, después el equipo. Heinze sabe que esa es la premisa inicial. Por eso arrancó dos meses antes, para tener tiempo de ver en el día a día a los futbolistas, inculcarles su idea, sorprenderse con algunos, para bien o para mal; y terminar de armar un plantel que hoy está en reconstrucción.
Se fueron los que él consideraba que no iban a sumar para su proyecto, en estas semanas verá de cerca la respuesta de muchos juveniles; y espera por cinco o seis refuerzos que serán clave para poner en cancha un equipo competitivo.
Tal vez los nombres que lleguen no entusiasmen, pero Heinze sigue ciertos parámetros en la búsqueda que no siempre coinciden con un buen curriculum. Menores de 25 o 26 años, mucha dinámica, sin lesiones recientes, entusiasmados con el proyecto. Jugadores con potencial, aunque no tan visibles para el hincha. La excepción puede ser el nueve, donde el DT piensa en mayor jerarquía, aunque con características muy distintas a Juanchón García, por eso le dio salida.
La confianza en Heinze evita cuestionamientos. Y ante alguna objeción de los hinchas, la frase «si lo pidió Heinze…» por ahora es un aval que pocos se atreven a desafiar.
El inicio del torneo está lejos. Y el Gringo se tomó su tiempo para armar el grupo y luego el equipo. Para esperar resultados hay tiempo, por ahora sólo se puede confiar.