Por José Odisio
El hincha leproso no quiere entusiasmarse demasiado. Las recientes malas temporadas lo puso en modo «escéptico» y prefiere ir con expectativas bajas antes que pegarse un palo. Pero tampoco le escapa a la realidad, y más allá de gustos futboleros, entiende que el andar del equipo desde la llegada de Sanguinetti es otro. Mejor, por supuesto. Aunque tampoco había que hacer mucho para estar por encima de los penosos ciclos postpandemia.
Newell’s se para en la cancha con otra postura. Se planta firme, sabe que el físico le responde, nadie le va a ganar corriendo. Por el contrario, el cuerpo se la banca y Sanguinetti responde rápido con los cambios cuando ve que la flecha de potencia baja durante los partidos. Punto a favor. Fortalece comprobable e irrefutable.
Futbolísticamente todavía falta. Newell’s no aspira a ser brillante, pero a veces le cuesta demasiado ser competitivo en ofensiva. Juanchón se la banca, pero hay partidos que está muy solo. Castro tiene la cabeza en una venta. Y Pablo Pérez sufre demasiado con las lesiones. Así, los pibes tienen que asumir la responsabilidad y lo siempre lo logran. Portillo, Balzi, Sordo y Panchito, sumados a Genaro Rossi y Cingolani desde el banco, pasaron a ser los responsables de poner a este Newell’s un poco más arriba del conformismo de los hinchas. A veces lo logran, otras no tanto.
Dos jugados, cuatro puntos. Cosecha más que buena para el equipo de Sanguinetti. Mucho más si se tienen en cuenta lesionados, suspendidos, y refuerzos que no llegaron. Ahora hay que ratificar el camino y buscar dar un salto de calidad. Depende de los pibes.