Opinión
Política y Economía

Opinión: Las buenas noticias y la restricción externa


Por Diego Añaños

El 2021 representa una gran incógnita. Hay muy pocas certezas, tenemos algunas intuiciones, pero claramente será un año donde predomine la incertidumbre, esa situación donde es muy difícil establecer una prognosis debido a que las variables de análisis tradicionales están implosionadas. Una de las pocas certezas es que será un año en el que, por efecto de la crisis económica consecuencia de la pandemia, las economías de todos los países tenderán a permanecer relativamente cerradas. A comienzos de la pandemia, uno de los escenarios posibles que se imaginaban en las mesas de trabajo, era aquel en el cual la gravedad de los hechos llevara a los gobiernos a intentar construir mecanismos de cooperación, con la esperanza de que una salida colectiva fuera beneficiosa para todos. Nada parece alimentar la posibilidad de un esquema de esas características: lo que haga cada país dependerá mayoritariamente de sus propias decisiones. Sin embargo, algunas medidas tomadas por actores estratégicos pueden eventualmente producir efectos sobre la economía mundial. Tal es el caso de la decisión tomada en el último Comité de Política Monetaria de la Reserva Federal de los EEUU de mantener inalterables las tasas de interés de referencia de política monetaria en el rango de 0 a 0,25%. Según los analistas, esto augura un escenario de tasas bajas e hiperliquidez global al menos hasta 2023. Si bien no es posible hacer proyecciones mecánicas y lineales, si es cierto que la noticia favorece a la Argentina ya que le permite negociar en aguas calmas con el FMI y, en el caso de un éxito, financiarse luego en los mercados voluntarios de crédito en un contexto de tasas estables y bajas. No es una noticia que cambie definitivamente el panorama, pero permite despejar levemente el mediano plazo. 

El segundo hecho positivo de los últimos días se vincula a lo que algunos analistas denominan “efecto soja”. El firme crecimiento de la cotización de la oleaginosa, que se halla actualmente en la zona de los U$S500, favoreció un cambio de expectativas de los principales actores de la economía local. Paralelamente, los datos de la recuperación de la actividad económica del último trimestre, elevaron las expectativas de rebote de la economía argentina en 2021. Los datos surgen del último Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central de la República Argentina. Según el mismo, las perspectivas de crecimiento para el año que viene pasaron de un 4,8% del anterior relevamiento, a un 5,5% del relevamiento de diciembre. Es decir, las expectativas de los principales agentes y analistas coinciden hoy con la pauta de crecimiento proyectada por el Gobierno en el Presupuesto Nacional recientemente aprobado. 

Pero no sólo el “efecto soja” influenció el mejoramiento de las expectativas para 2021. Como venimos comentando, el último trimestre del 2020 comenzó a marcar un incipiente proceso de recuperación de la actividad económica. De hecho, el crecimiento de noviembre fue el más alto registrado desde febrero de 2018. Algunos especulan incluso con un crecimiento explosivo en algunos sectores muy puntuales. Un caso es el de la industria automotriz, que en diciembre de 2020 mostró un crecimiento interanual del 107% con respecto al mismo mes de 2019 (se produjeron  30.172 vehículos, contra los 14.524 del mismo período del año anterior). Desde el gabinete económico manejan proyecciones que hablan de una expansión del 50% del sector automotriz y de un 80% del rubro maquinaria agrícola para el año que viene (siempre en términos interanuales, es decir, en relación a la producción de 2020). 

Sin embargo, un fuerte crecimiento de estos sectores tendrá como contra partida de manera inmediata un aumento de la demanda de dólares para hacer frente al pago de las importaciones necesarias para incrementar la producción. Como ya lo hemos dicho en otra oportunidad, las importaciones son una función matemática positiva del nivel de ingreso del país, por lo que, aquello que te hace crecer, es lo mismo que te genera un aumento de la presión cambiaria. Es en estos casos donde la restricción externa de la que tanto hemos hablado se expresa más claramente. Las últimas medidas del Banco Central apuntan a morigerar ese efecto, concentrándose en dos objetivos convergentes: por un lado estimular la sustitución de importaciones y por el otro preservar los dólares para financiar la producción local. 

Las medidas buscan un tercer objetivo, y es el de controlar una variable más que tiene un impacto directo sobre la inflación. El precio de la divisa extranjera no es un precio más en la economía, y cualquier incremento tiene un efecto muy poderoso sobre el nivel general de precios. El Ministro Guzmán ya adelantó que la inflación 2020 se ubicará alrededor del 35%, y afirmó que la intención es que se vaya reduciendo 5 puntos porcentuales por año. Una administración eficiente del dólar será una tarea fundamental si se quiere lograr ese objetivo.