Por Diego Añaños
Por Diego Añaños
En un breve artículo publicado el miércoles en el diario La Nación, el economista Juan Carlos De Pablo se pregunta si es necesario guardar vigilia hasta que el Indec publique la inflación del mes sobre el fin de la semana. Su conclusión era contundente: bajo ningún punto de vista. De Pablo es, al margen de su impronta liberal, un hombre de casi 80 años, y ha visto mucha historia económica argentina como para angustiarse por un dato. Incluso va más allá, y dice que aún si se produjera una aceleración del ritmo inflacionario, esto tampoco significaría que estamos a las puertas de una hiperinflación, como muchos irresponsables (o muchos atorrantes, como prefieran) están queriendo instalar. Hasta acá lo que podemos esperar de Juan Carlos, y no es poco. Seguramente, tanto él, como nosotros, tenemos conciencia del impacto social que tiene una inflación anualizada que ya supera los tres dígitos, y esto es absolutamente independiente del impresionante número que publicó el Indec el viernes. Finalmente fue un 8,4%, pero si hubiera sido 7,3%, o 10%, la tendencia no hubiese cambiado significativamente.
Más allá de lo dicho, las proyecciones que se iban conociendo superaban holgadamente los pronósticos que se publicaban el mes pasado, que la situaban conjeturalmente alrededor del 6,5%. Durante las tres primeras semanas de abril, el acumulado daba un 7,6%, por lo cual era muy probable que el número final estuviera por encima de esa marca.
El jueves pasado, la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), publicó su estimación de la inflación para el cuarto mes del año y la ubicó en el 8%. Se quedaron cortos. Con estos números, la inflación acumulada ya se ubica levemente por encima del 32% en el primer cuatrimestre, y marca un ritmo interanual de 108,8%, el nivel más alto en los últimos treinta años.
Las conclusiones del informe de la UMET, que publicó el miércoles el diario Página 12, también incluyen algunos datos relevantes referidos al mercado de trabajo. Efectivamente, se registra un claro crecimiento del empleo. Según el trabajo, los empleados registrados del sector privado superaron por primera vez los 6,3 millones, a la vez que se registran sectores con récords absolutos de empleo, como petróleo y minería, comercio, software y hoteles y restaurantes.
Paralelamente, se conoció que en el mes de marzo los salarios le ganaron a la inflación, registrando un incremento del 10,1%, es decir, un 2,4% por encima de la inflación registrada que fue del 7,7%. Pero claro, lo verdaderamente interesante es cuando desagregamos las cifras, y ahí comienzan a aparecer los problemas. A ver, los haberes de la administración pública aumentaron un 16,3% y en el sector privado registrado un 7,9%, ambos por encima del índice general de precios. Ahora, cuando revisamos el sector privado no registrado, o los trabajadores en negro, nos encontramos con que el aumento fue del 6,1%. El retraso de los salarios de los trabajadores del sector informal es un fenómeno que se refuerza con el paso de los meses, y que se potencia si consideramos que alrededor de la mitad de los trabajadores argentinos sufre algún grado de vulneración de sus derechos laborales. Ahora, incluso sin desagregar las cifras, es decir, sin considerar la situación por sectores, nos encontramos que en los últimos doce meses los salarios en general vienen perdiendo contra la inflación por alrededor de dos puntos. Según estimaciones de la Universidad de Avellaneda, en los últimos 7 años, la pérdida del poder adquisitivo del salario ya se acerca al 40%. Nobleza obliga, alrededor del 80% de esa pérdida se produjo durante el gobierno de Mauricio Macri.
En este contexto es atronador el silencio de la CGT ante la incontestable fuerza de la evidencia empírica. Parece no enterarse de lo que está sucediento. Sin embargo, los principales dirigentes de la central sindical, se hicieron un tiempo para recibir a Esteban Bullrich y adherir a su propuesta de gran acuerdo nacional. Les voy a contar algo, desde hace algo más de un año, vengo comentando entre mis conocidos que imaginaba que si alguien podía hacer una convocatoria a la unidad nacional era Bullrich. Estaba convencido de que la terrible enfermedad que enfrenta lo ponía en situación de hacerlo. Cuando apareció la noticia en los medios, varios me llamaron para recordarme las charlas que habíamos tenido. Sin embargo, cuando tuve la oportunidad de leer la propuesta, sufrí una gran decepción. Es el programa del PRO. Lo que propone Bullrich es que firmemos el programa de su partido. Plantea, entre otras cosas, la idea de “posicionar la estabilidad macroeconómica” (que para ellos no es otra cosa que estabilidad de precios).
También sugiere la necesidad de una reforma del Estado “buscando la austeridad”, es decir, propone achicar el Estado. Y sigue, “fomentar el desarrollo y las inversiones”, algo en lo que todos vamos a estar de acuerdo por supuesto, pero demanda una condición parar lograrlo: “un régimen laboral que facilite la creación del empleo privado” (eso se llama flexibilización laboral, acá y en la China). Sinceramente, más allá de mi decepción personal, y ya sé, me van a decir que parezco el Cándido de Voltaire, no puedo creer que la CGT haya adherido a semejante atentado contra los trabajadores.