Opinión
Política y Economía

Opinión: la inflación, los libros de economía y la realidad


Por Diego Añaños

Como lo venían anticipando todos los pronósticos, la inflación de enero estuvo por encima de las previsiones del gobierno. Sergio Massa se había ilusionado con que el efecto noviembre operara como domesticador de los precios, pero se desilusionó. Recordemos que, luego de un octubre con un 6,3% de inflación, el mes de noviembre marcó un, casi irreal, 4,9%. Si bien el 5,1% de diciembre marcó un aumento intermensual marginal, los precios parecían haber ingresado en una curva de enlentecimiento suave, pero tolerable. El 6% de enero, puso fin a las expectativas optimistas del gobierno. Es cierto que aún estamos por debajo de los números de octubre, pero el 6 saca de rumbo a un plan de estabilización que navegaba, confiado en llegar a abril con un 3 por delante. Pero el sueño acabó. A ver, para ser claros, a menos que el gobierno tome alguna decisión mucho más drástica de las que viene tomando, el objetivo de menos de 4% de inflación para abril está terminado. El informe del INDEC puso inmediatamente al equipo en modo “recalculando”, y rápidamente se movió el tablero. Ahora el objetivo 3 se corrió para el primer semestre, y todas las energías están puestas en tratar de terminar el 2023 lo más cerca posible del 60% de inflación establecida en el presupuesto.

El lunes pasado Sergio Massa ya abría el paraguas. En medio del anuncio de la incorporación de las carnes al programa Precios Justos, adelantó que la inflación de enero no iba a estar dentro de los parámetros proyectados por el gobierno. Dijo textualmente sentir bronca por no poder doblegar los precios, pero sostuvo que continuará dando la batalla a través de una batería de medidas micro y macroeconómicas. Desde del anuncio del INDEC Massa permanece en silencio. Minutos antes del mediodía del miércoles, el ministro de Economía fue recibido por el presidente Alberto Fernández, pero no hubo declaraciones. La excusa del encuentro fue recibir a un grupo representantes de la industria vitivinícola, para hablar sobre la situación del sector. Más allá de lo anunciado oficialmente, no quedan dudas de que tanto la inflación como la mesa electoral del Frente de Todos que se reuniría el jueves, fueron los temas centrales.

El que se sí hizo presente fue Gabriel Rubinstein. El secretario de Política Económica, una verdadera estrella de las redes sociales, ensayó en Twitter un intento de explicación de lo ocurrido. Dijo textualmente: “En el registro de enero tenemos fuertes subas en: a. frutas y verduras (por factores estacionales y climáticos), b. algunos rubros regulados (colectivos, agua, tabaco, cable, medicina prepaga), c. servicios de turismo (por vacaciones)”. Impecable, sin fallas. Ahora, yo me pregunto, y creo que ustedes también podrían preguntarse: por qué el gobierno esperaba que ocurriera algo distinto cuando todas las fuertes subas se dieron en sectores donde esas subas eran perfectamente previsibles? Digo, el equipo económico sabe que frutas y verduras van a subir de precio por cuestiones estacionales. Sabe también que van a aumentar los regulados. Finalmente, sabe que en enero hay vacaciones. Por qué suponían que otra cosa iba a ocurrir es un verdadero enigma. Pero la verdadera frutilla del postre fue cuando Rubinstein argumentó: “Los fundamentos macroeconómicos, básicamente las políticas fiscales, monetarias y cambiarias, serían consistentes con tasas mensuales de inflación del 4% o menos”. Traduzco: “los libros de teoría económica dicen que si hacemos lo que estamos haciendo, la inflación debería ser del 4% o menos, no entiendo qué cuernos sucede”. Yo agregaría: bueno Gabriel, o los libros se equivocan o la que se equivoca es la realidad.

Una pequeña anécdota nos puede ayudar a reflexionar al respecto. El 10 de diciembre de 2001, a menos de diez días de que estalle la crisis que lo eyectaría del poder, Fernando de la Rúa aseguró a un medio gráfico mendocino que Argentina no caería en default. Durante la entrevista, nos dejó una de las más inapelables pruebas de lo que implica la fe religiosa en las leyes económicas. De la Rúa afirmó: “la realidad es más tozuda de lo que pensé, y es más duro de lo que imaginamos salir de la pendiente”. La frase es maravillosa, irreal: LA REALIDAD ES TOZUDA. Lo que nos dice el ex presidente es que la realidad es tan terca que se resiste a comportarse como lo establece la teoría. Digamos, según el buen saber y entender del ex presidente, el obstáculo no era las política económica, que estaba bajo la responsabilidad, recordemos, de Domingo Felipe Cavallo. El problema era la tozudez de la realidad, la resistencia a ser como se supone que debía ser. En síntesis, la realidad estaba equivocada porque no se ajustaba a lo que predecían los libros de texto. Bien le hubiera valido un encuentro con un Galileo viajero del tiempo que lo mirara a los ojos y le dijera: “Eppur si muove, Fernando”. Creo yo que, sin temor a equivocarme nadie, al menos desde el Organon aristotélico, se había animado a tanto.

No soy un especialista de la salud mental, ni lo quiero ser, pero creo que valdría la pena hacer una consulta. Seguramente hay alguno leyendo estas líneas. Necesito saber cómo denominar la patología de las personas que piensan que la realidad se equivoca porque no se ajusta a lo que dicen los libros. Si hay alguno en la sala, le pido por favor que nos acerque un diagnóstico. Y nada de tener vergüenza de hacer el ridículo, en épocas de viajes astrales, coaches ontológicos, lavajes colónicos y bioemociones todos tenemos derecho a participar de la construcción del conocimiento. Piensen que Nelson Castro le encajó un Síndrome de Hubris a Cristina por la vía del diagnóstico por imágenes televisivas. No se queden atrás, me quedo esperando respuestas.