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Opinión: «La inflación de febrero: ¿numerazo o tragedia?»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

Nadie puede culpar a un político por ser pragmático, mucho menos a uno que está gobernando. De hecho la tarea cotidiana del manejo de los asuntos públicos requiere de un alto grado de flexibilidad, del desarrollo de la capacidad de adaptación permanente a una realidad que cambia todo el tiempo. La gestión es el territorio de donde la rigidez se transforma en un obstáculo, y es preciso estar atento a cada paso a las modificaciones del entorno. Ahora, cuando el gobernante no sólo es un principista, sino que hace un culto público de su inquebrantable profesión de fe, la cosa es distinta, toma otro color. En ese caso sí es posible pedirle cuentas de sus incoherencias, mucho más si el que se desvía de su credo es el presidente.

Milei es una máquina de contradecirse desde el primer día. Ya lo hemos comentado en columnas anteriores, por lo que no vamos a abundar. Sólo basta recordar que los pilares fundamentales de su campaña (la dolarización, la eliminación del Banco Central y la eliminación del cepo cambiario), se desvanecieron en el aire incluso antes de asumir la presidencia. Sin embargo, en los últimos días, el nivel de las contradicciones ha adquirido niveles absolutamente intolerables, más teniendo en cuenta que la distancia entre una afirmación y su opuesta estaban separadas apenas por horas. Pero vamos a los hechos.

El día miércoles el Indec dio a conocer la inflación del mes de febrero. Los pronósticos de las principales consultoras rondaban el 15%. Horas antes de que se conociera el dato oficial, el presidente adelantó que la misma estaría por debajo de ese guarismo, por lo que consideró que sería un numerazo. Sostuvo que era evidente que la inflación estaba en un claro sendero de desaceleración, por lo que el programa económico ya estaba mostrando sus primeros éxitos. “La gente ya la está viendo”, afirmó. Hasta acá todo normal, nada que sorprenda. El impactante proceso recesivo inducido desde el Estado Nacional a través del brutal ajuste de las cuentas públicas, está matando la actividad económica, por lo que los movimientos de precios del mes pasado mostraron un leve freno. El gobierno es consciente de eso, pero el mismo Milei asegura que prefiere esta recesión a una eventual hiperinflación, a la vez que confía en que la estabilización de las variables fiscales, financieras y cambiarias, permitirá una rápida recuperación en el segundo semestre (si, otra vez nos están segundosemestreando).

Decía que hasta acá todo normal, porque sólo unas horas después el presidente declaró que el 13,2% de inflación era una tragedia. Sí, así como lo escuchan. En el transcurso del mismo día miércoles, pasamos de numerazo a tragedia. Ya hablamos en otras oportunidades esto de naturalizar el delirio. Los ataques aluvionales de locura de Milei son tan bestiales y habituales que los hemos incorporado al paisaje cotidiano, y por momentos somos incapaces de percibirlos. Incluso afirmó que el dato en sí mismo es “horroroso”, pero claro, concluyó con que es mucho mejor que una hiperinflación. Si, otra vez la híper otra vez. No quedan dudas de que la capacidad del gobierno de instalar un escenario inminente de una catástrofe hiperinflacionaria (absolutamente inexistente), hace que al menos la mitad de los argentinos prefieran atravesar esta crisis, antes que la debacle imaginaria que profetizaban los libertarios en la campaña electoral.

Ahora se viene el número de marzo, y todo hace pensar que estará nuevamente por encima del de febrero. Todos seguimos expectantes, tratando de adivinar hasta cuándo continúa la vigencia del relato que le permite al gobierno mantener a la población en calma. Muchos comienzan a preguntarse si la tibieza de la oposición no será el ingrediente secreto que lo mantiene sobrevolando la tormenta. Será que a la mayoría de la clase política le sirve que Milei se inmole imponiendo el ajuste más salvaje de la historia económica argentina?

Pero las contradicciones del gobierno no terminan ahí. También es imposible seguir el rumbo libertario en el tema precios. La vulgata liberal dice que la fijación de precios debe asignarse a los mercados, por lo que debe estar liberada del control estatal. Sin embargo, durante esta semana el presidente volvió con sus incoherencias. Cuando se lo consultó por los aumentos desproporcionados de las tarifas de las prepagas de salud, se mostró ofuscado y respondió: “Nunca es buena guía tratar de estar tocando los precios. Cómo se sentirían las personas a las que les molestan los aumentos de las prepagas si le estuvieran tocando su salario o su jubilación”. Mal, Javier, la gente a la que le tocan el salario o la jubilación se siente mal. Y somos muchos. A ver, esto es directamente delirante. El mismo tipo que pisa cualquier paritaria que esté por encima del 16% (recordemos que el salario es un precio más de la economía) y que licúa los haberes de los jubilados hace esta pregunta. No sé si se alcanza a percibir el nivel de insanía, y yo no soy un especialista de la salud mental, pero loco es poco. Sin embargo, el remate es para alquilar balcones. Sin repetir y sin soplar, y sin ponerse colorado, el presidente sostuvo: “La gente no entiende el rol del derecho de propiedad. Cuando se sube un impuesto, se está violando el derecho de propiedad. Cuando se controlan precios, se está violando el derecho de propiedad”. En resumen, y para que les quede claro: no hay derecho de propiedad para los supermercadistas (a los que podemos apretar para que no hagan promociones y bajen los precios), no hay derecho de propiedad para los trabajadores sobre sus salarios y no hay derecho de propiedad para los jubilados sobre sus haberes. Para algunos la Constitución y las leyes, para otros, ni justicia.