Por Diego Añaños – CLG
Mientras la situación económica y laboral de la mayoría de los argentinos se complica todos los días, el presidente está en un cumple. Viaja a los EEUU para asistir a cenas de gala, compra aviones de rezago a Dinamarca (y cuando llegan a Buenos Aires se sube a uno), viaja a Oslo para la entrega del premio Nobel de la Paz a María Corina Machado (y lo dejan plantado), vive enamorado de su papel de seca nuca de Donald Trump o se florea en la final del Abierto Argentino de Polo de Palermo, abrazándose como un pibe ilusionado con la crema y nata del culorrotaje vernáculo. En resumen, mucho evento, poca gestión y excelentes números. Porque, créase o no, las encuestas de casi todas las consultoras coinciden en destacar que, luego del bajón de mediados de año, Javier Milei ha recuperado todo el terreno perdido en el campo de la consideración popular. Es creer o reventar, esta mezcla rara de la desindustrialización y la timba financiera de la Dictadura, con la superficialidad y el reformismo menemista, sumado a la tontería del macrismo, es capaz de reunir lo peor de todas las experiencias neo conservadoras que la antecedieron y aún así, conservar el apoyo mayoritario de la población. Normalmente, cuando un gobierno va en contra de todo lo que creemos, nos subleva, pero les confieso que cuando no podemos entender qué está sucediendo, nos invade un sentimiento de humillación muy difícil de transmitir.
En la última semana, el ministro de Economía anunció una baja permanente de los derechos de exportación para los principales núcleos productivos relacionados con la actividad agrícola. Aunque la medida aún no fue formalizada a través de su publicación en el Boletín Oficial, se supo que se producirán las siguientes modificaciones en las alícuotas: la soja pasará de 26% al 24%, los subproductos del complejo sojero del 24,5% al 22,5%, trigo y cebada del 9,5% al 7,5%, el maíz y sorgo del 9,5% al 8,5% y el girasol del 5,5% al 4,5%. Si bien la noticia cayó bien en el campo y se valoró que la medida avanza en el sentido correcto, los productores coincidieron en un punto: no va a tener incidencia en el plan de siembra, ya que las decisiones al respecto ya fueron tomadas, ni en los precios. En general lo consideraron más un gesto hacia los productores, que como una medida de impacto, ya que las quitas son virtualmente insignificantes en el número final, especialmente en un contexto de precios internacionales deprimidos. Paralelamente, desde el sector remarcaron que hubiera sido deseable que, en vez de utilizar un decreto como mecanismo para instrumentar la medida, se hubiera sancionado una ley. Ahora, lo que sí queda claro, es que la decisión del gobierno tiene un costo fiscal. Si bien las estimaciones no son absolutamente coincidentes, ubican ese costo en el rango de entre los U$S500 y los U$S700. Con la promesa de un 2026 signado por la continuidad del ajuste, no es difícil imaginar que recorte terminará siendo financiado por los jubilados, personas con discapacidad y empleados públicos.
Por otro lado, se van conociendo más detalles de la reforma laboral (Proyecto de Modernización Laboral, como le gusta llamar a los funcionarios de LLA). Desde el gobierno lo resumen así: la idea es que sea cada vez más fácil contratar y despedir a un trabajador o trabajadora. Se asume que, a saber: una baja en las indemnizaciones, la limitación de la ultraactividad, los convenios salariales por empresa, la reducción de las cargas fiscales al trabajo, la limitación del derecho de huelga, la posibilidad de fraccionar las vacaciones, la eliminación del teletrabajo, la flexibilización de la jornada laboral y la implementación de los salarios dinámicos (básicamente la posibilidad de bajarle el salario a los trabajadores cuando la empresa no esté atravesando un buen momento), generarán un incentivo en los empresarios para ampliar su planta de personal. Sin embargo, la evidencia empírica dice otra cosa: no es la baja de los costos laborales o la flexibilización de las condiciones de contratación lo que impulsa a las empresas a incorporar trabajadores, sino la expectativa de poder colocar sus productos en el mercado. Por lo cual, en un mercado interno deprimido, como el local, y al no estar en el radar la posibilidad de ampliar la producción, lo más probable es que la reforma laboral sólo produzca una transferencia de ingresos de los empleados a sus empleadores. Sólo eso.
Para ir cerrando. Días atrás se conoció la inflación del mes de noviembre para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y fue del 2,4%. Como suele suceder, el índice porteño se anticipa a la publicación del índice nacional, que se dio a conocer luego. Si bien las variaciones del índice general de precios nacionales no copian exactamente el comportamiento de los precios en CABA, en los últimos meses se mueven en paralelo, siguiendo una misma tendencia. En agosto la inflación porteña fue de 1,6% y la nacional de 1,9%. En septiembre fue de 2,2% y 2,1% respectivamente, mientras que en octubre fue de 2,2% y 2,3%. Finalmente, el índice nacional se ubicó en el 2,5%, algo por encima de las previsiones de las principales consultoras, acumulando así cinco meses situándose en ese rango (recordemos que en julio ya fue del 1,9%). Todas las proyecciones sitúan la inflación de diciembre por encima del 2%, por lo que el acumulado de 2025 va a estar por encima del 30%. Sin dudas estamos ante uno de los grandes fracasos de la gestión de Javier Milei, disfrazado de éxito por los grandes medios y los comunicadores lame pelucas. Mientras tanto, el presidente literalmente sigue de joda.
