Análisis

Opinión: «La impunidad de la invisibilidad»


Por Diego Añaños

Por Diego Añaños

La semana pasada decíamos que cada vez que Mauricio Macri se lanza a improvisar, los asesores de imagen y consultores tiemblan. El fin de semana pasado se conocieron declaraciones del ex presidente en las que afirma, sin repetir, sin soplar y, fundamentalmente, sin ponerse colorado, que los U$S44.000 millones provenientes del crédito excepcional otorgado por el FMI durante su gestión se utilizaron: “Para pagarle a los bancos comerciales, que se querían ir porque tenían miedo de que volviera el kirchnerismo”. Sí, diría uno en un asado con amigos, fuera de joda, dijo eso.

En el libro II de La República, Platón relata la historia de Giges. Giges era un pastor de ovejas que, luego de que se produjera un fuerte temporal y un terremoto, encuentra en una grieta producida en el suelo un caballo de bronce. Dentro del caballo, encuentra el cadáver de un hombre que tenía un anillo. Giges decide quitárselo y alejarse del lugar. Luego, y durante una reunión de pastores, casi por casualidad, giró el anillo, dejando la cara del mismo apuntando hacia su mano. Con gran sorpresa notó que sus compañeros dejaron de verlo, y comenzaron a hablar de él como si no estuviera. Pero apenas volvió el anillo a su posición normal, comenzó a ser visible nuevamente. Al percatarse de las cualidades de la joya, Giges decidió sumarse a la comitiva que informaría al rey los resultados de la reunión. Ya dentro del palacio, sedujo a la esposa del rey, con su ayuda lo mató, y se apoderó del reino. Glaucón, hermano de Platón, concluye que nadie se somete a la justicia por voluntad propia y, apenas percibe que puede cometer una injusticia impunemente, la comete.

Macri, como Giges, siente el escudo protector de la impunidad. Y esa impunidad está provista fundamentalmente por la cobertura de los medios masivos de comunicación. Una impunidad que hace posible que le quite un micrófono a un periodista y lo tire al piso, y no se transforme en un escándalo nacional (imaginen sólo por un instante qué hubiera ocurrido si Alberto Fernández hubiera hecho lo mismo con un periodista de TN). Una impunidad que incluso le permite decir mentiras flagrantes sin que exista repregunta. En una entrevista reciente, concedida a Marcelo Longobardi, Mauricio Macri lanzó la frase “para bajar la inflación como lo venía haciendo el gobierno anterior”, Longobardi asintió con la cabeza. Increíble pero real, tuvimos una inflación de 47.6% en 2018, una de 53,8% en 2019, y Macri sostiene que la inflación estaba bajando. Cero repregunta por parte del periodista. En la misma entrevista, el ex presidente declaró, como decíamos al principio, que se usó el dinero del FMI para pagarle a los bancos comerciales, que amenazaban con irse si ganaba el kirchnerismo. Es decir, recibió una extorsión del sector financiero y sólo atinó a pagar el rescate. Ahora, no sólo lo hizo, sino que además ahora lo cuenta en los medios, y no ocurre NADA. Así es la impunidad de los medios, y así se siente Macri. Como Giges, invisible.

Pero no basta con ser invisible. Desde hace décadas en la academia se discute acerca de la pérdida de centralidad del Estado como agente político, económico y social. No vamos a detenernos en esta discusión, pero básicamente considera que los Estados Nacionales han ido perdiendo progresivamente su relevancia y su capacidad de influencia en manos de los mercados y las empresas globales. Sin embargo, no existe proyecto económico que pueda ser llevado adelante sin el manejo de los recursos estratégicos del Estado. Es decir, es imposible modificar profundamente las reglas del juego económico si no se es capaz de modificar el entramado normativo que implica una organización estatal (desde leyes hasta circulares del Banco Central). Y es ahí donde la necesidad de acceder al control del Estado se hace evidente. Por eso, a pesar de renegar el Estado, se presentan a elecciones, porque sin Estado no hay proyecto económico que exista.

Por eso, Mauricio Macri sostiene que arreglaron con el Fondo es muy simple, y para eso sólo reclama al equipo de Martín Guzmán un programa económico consistente. Pero Macri no podía parar de hablar, y lanzó casi una confesión, cuando sostuvo que el FMI quiere cobrar, pero no está para ganar plata. Esto es profundamente cierto. Claramente, la función de prestamista del Fondo no está asociada a los negocios financieros ligados al crédito, sino a los condicionamientos que se pueden establecer a los países que, como suele ocurrir a raíz de las reformas impuestas por el organismo, no pueden pagar. Ahí aparecen los verdaderos negocios. Esa es la trampa que el macrismo nos legó, y de la que hoy estamos tratando de escapar a través de las negociaciones con el FMI.