Análisis
Opinión

Opinión: «La Argentina y el tiempo circular»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

La literatura borgiana refleja, entre otras cosas, las obsesiones del escritor. Borges reflexiona y escribe incansablemente sobre los espejos, los tigres, las copias, la ignorancia, la memoria, el amor. Sin embargo hay una obsesión que predomina y es la del Tiempo. Georgie era un ávido lector de la Filosofía, y su preocupación por las diversas interpretaciones de la temporalidad está siempre presente. En su libro “Historia de la Eternidad”, Borges analiza con detenimiento las diversas doctrinas del tiempo, pero se detiene particularmente en las doctrinas del tiempo circular. Cita a los griegos, y su creencia acerca de que, dado que se suponía que la trayectoria de los astros en el firmamento era circular, esa debía ser también la forma del tiempo. Luego revisa la doctrina nietszcheana, un poco más sofisticada. Según la misma: “El número de todos los átomos que componen el mundo es, aunque desmesurado, finito, y sólo capaz como tal de un número finito (aunque desmesurado también) de permutaciones. En un tiempo infinito, el número de las permutaciones posibles debe ser alcanzado, y el universo tiene que repetirse”. La versión borgiana abreva en diversas fuentes (Hesíodo, Séneca, Virgilio, Maquiavelo, Bacon, Condorcet, Schopenhauer, Emerson, etc): existe cierta singularidad en la Historia que hace que los hechos tiendan a repetirse, pero no de manera idéntica: cambian las circunstancias y los actores. Más que la forma del círculo, sería una suerte de espiral.

Cuando uno revisa el programa de gobierno de Javier Milei, inmediatamente piensa en las similitudes con el de Martínez de Hoz. Es cierto que las circunstancias no son las mismas y los actores cambian. Por aquel entonces reinaba en la Argentina una feroz dictadura cívico-militar, mientras que hoy estamos gobernados por una fuerza política que ganó justamente su posibilidad de gobernar en elecciones libres, abiertas y competitivas. Sin embargo, es imposible no encontrar los paralelos. Un intento de limitar al mínimo las competencias del Estado, un fuerte deterioro del poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones, un sostenido proceso de apreciación cambiaria (un dólar barato, digamos), la administración del tipo de cambio vía crawling peg (la tablita), y como consecuencia la habilitación de mecanismos de especulación financiera (el carry trade, más conocida como la bicicleta), la apertura comercial por la vía de la eliminación de los aranceles a las importaciones, la persecución personal ante cualquier disidencia (antes física, ahora vía las redes sociales). Algún troll mileísta me dirá: “si, pero corregimos los errores de los que nos precedieron. No tenemos inflación, y eliminamos el déficit fiscal”. Y si, eso es verdad, pero son tan parecidos que asusta.

Si uno revisa publicaciones de los últimos años de grandes medios como Clarín, La Nación o Infobae, se encuentra con una profunda crítica a la política económica de la Dictadura y a sus consecuencias (la implosión de la industria nacional, la destrucción del empleo, la caída del producto, el endeudamiento desmedido). Lo verdaderamente delirante es que viendo que la Historia se repite frente a sus ojos, no pueden, no saben, en realidad no quieren percibirlo, y limitan sus críticas al estilo. Es una vieja costumbre de la corporación mediática: cuando no quieren hablar de lo que hay que hablar, se ocupan de las formas. Cuando no querían hablar del programa económico del kirchnerismo, porque generaba empleo, mejoraba las condiciones de vida de los trabajadores, generaba crecimiento con distribución y las empresas crecían, ponían en foco en los modos violentos de Guillermo Moreno, o en los viajes de los funcionarios o los sindicalistas. Ahora parecen preocupados por los modos violentos del presidente y sus secuaces de las redes sociales y lo único que hacen es destacar la baja de la inflación, del déficit fiscal y el riesgo país. Del consumo, el empleo, la pobreza y la crisis de la producción nacional, muy poquito, casi cero.

Pero si algo le faltaba a este programa económico para parecerse aún más de Martínez de Hoz, era el endeudamiento externo. El ministro de Economía anunció durante diciembre que se encuentran en avanzado estado las negociaciones para cerrar un nuevo acuerdo con el FMI en el primer cuatrimestre del año que viene. La noticia no toma a nadie por sorpresa. La Argentina y el Fondo se necesitan mutuamente, ya que nuestro país es el principal deudor, y el organismo es nuestro principal acreedor. El gobierno da por supuesto el apoyo de Donald Trump en una negociación, sin embargo, Héctor Torres (un ex representante de la Argentina ante el FMI), sostiene que el alineamiento automático con los EEUU no garantiza nada. Y el razonamiento es muy simple: es cierto que Trump es un agente “transaccional” (es decir, entiende claramente a la política en términos de toma y daca), sin embargo, no es menos cierto que ya cuenta con el alineamiento absoluto de Milei. Entonces la pregunta es: por qué el electo presidente norteamericano pagaría por algo que ya tiene?

Milei se paseó durante toda la campaña electoral blandiendo su teléfono en el aire y diciendo: “acá tengo U$S20.000 millones, sólo los tengo que pedir”. Según sus propios dichos, ese dinero vendría inmediatamente a la Argentina para salir del cepo. Ya pasó un año de gobierno y terminó el 2024. Los U$S20.000 millones no aparecieron, ni van a aparecer. Caputo se está jugando un pleno a que el FMI le entregue un avance de U$S15 ó 20.000 millones en un solo desembolso para dar la pelea y eliminar las restricciones cambiarias. Si hacemos un poco de memoria, fue precisamente esa cuestión la que lo eyectó del Banco Central en 2018. Mientras que Caputo quería utilizar los fondos del organismo para intervenir el mercado de cambios, el Fondo se negaba a habilitar las operaciones. Habrá un milagro en 2025? Logrará Milei torcer la voluntad del FMI? Está todo por verse, pero nada parece ser tan fácil como lo plantea el ministro.