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Opinión: «Javier Milei festeja, la economía se frena»


Por Diego Añaños – CLG

Esta columna comienza a nacer cuando aún resuenan los ecos de los fuegos artificiales, y se van apagando los festejos del gobierno de Javier Milei. Así es, millares de libertarios (de los de la primera camionada y de los nuevos, recientemente conversos), se lanzaron a las nuevas calles (las redes sociales) a celebrar la baja de la inflación. Sí, luego de que diciembre duplicara literalmente la inflación de noviembre, llevándola a 25,5%, el 20,6% de enero se festejó como un triunfo desde el gobierno. Luis Caputo aseguró ante la prensa que el dato del mes pasado reafirma el hecho de que la inflación se ubica en un sendero de desaceleración. El ministro sostiene que la fuerte suba del último mes del 2023 y primero del 2024 se debe al sinceramiento de precios que llevó adelante el programa económico en la Argentina. Si, otra vez el sinceramiento. Recordemos por un instante, hagamos memoria. Enero de 2017, las primeras medidas del gobierno de Mauricio Macri (suba de tarifas, eliminación de subsidios, liberación de precios, etc), empobrecían rápidamente a los trabajadores argentinos. Por aquel entonces, el presidente reconocía (y cito textual): “el sinceramiento de la economía ha sido una pesada carga para todos”. Para cerrar luego, haciendo gala de un cinismo intolerable: “Cada medida la he tomado pensando en el futuro de ustedes”. Siempre en el futuro, nunca en el presente. La derecha en la Argentina siempre ofrece el mismo destino del pueblo de Israel: 40 años en el desierto, después la Tierra Prometida. Primero hay que saber sufrir, como dice el tango.

La cuestión es que los precios vuelan y nada hace pensar que en febrero la tendencia cambie. Para el segundo mes del año se esperan fuertes aumentos en, al menos siete rubro: pre-pagas, subte, alquileres, internet y cable, combustibles, VTV y estacionamiento medido. El tema de los alquileres es particularmente preocupante, porque representa un porcentaje muy relevante del ingreso total de los hogares. La vigencia del DNU libera tanto la fijación de los montos, como de los períodos de ajuste (mensual, bimestral, trimestral, semestral, etc), que pasa a establecerse en una negociación entre privados. Según informan las cámaras inmobiliarias, y a raíz del cambio en las normas, la oferta de propiedades en alquiler ha aumentado sensiblemente, por lo que, según nos enseña la microeconomía ortodoxa, los precios deberían haber disminuido. Sin embargo, y paradójicamente, las predicciones de los libros de texto no se cumplen, y los alquileres siguen aumentando. Los incrementos de los combustibles, por su parte, impactan de lleno en toda la cadena de fijación de precios de la economía, por lo que su influencia se hace sentir de lleno en el índice general. A ver, para simplificar, es muy poco probable que febrero esté muy por debajo de los números de enero, suceda lo que suceda. Paralelamente, no podemos dejar de lado el hecho de que el gobierno, luego de la brutal devaluación del casi el 120% del mes de diciembre, viene intentando utilizar al dólar como ancla cambiaria. El mecanismo de habilitar devaluaciones previstas y progresivas del dólar, en este caso del 2%, tiene como objetivo hacer confluir a todos los precios de la economía. Sin embargo, y dado que todos los agentes económicos descuentan una devaluación inminente, la respuesta de los mercados es un salto hacia adelante, para cubrirse de los perjuicios futuros de una decisión del gobierno. Resumiendo, el dólar se va devaluando tan lento que todos esperan que en cualquier momento la devaluación acelere su ritmo, por lo que aumentan preventivamente los precios, de modo de garantizar la dolarización de sus saldos.

Hoy el gobierno está en zona roja. Los agentes económicos le tomaron la patente, y ya conocen los modos de esquivar los balazos. El intento de planchar los precios vía el ancla cambiaria, se complementa con otro dispositivo clásico de todos los programas de ajuste que ya vivió la Argentina. Si bien es difícil encontrar a algún egresado de la calle Oroño y 3 de Febrero que lo confiese, la ortodoxia considera que el mejor remedio para una parar un inflación es una recesión.

Sin embargo, la receta conocida nos dice otra cosa. Dice que el modo apropiado de controlar el fenómeno es atacar sus causas principales: que serían el déficit fiscal y la expansión monetaria que es su consecuencia directa. Ahora bien, en la práctica, cuando el Estado deja de gastar y el Banco Central lleva adelante un ajuste monetario, lo que se produce es una caída de la actividad económica. Bajo ningún punto de vista eso frena una inflación. No importa, la apuesta del gobierno es a que eso finalmente ocurra, nuevamente por arte de magia. Incluso si se produjera una baja en el ritmo de crecimiento de los precios, no estaríamos solucionando el problema. Sin embargo, lo más importante, es que por esta vía, lo que sí se garantiza, es el empobrecimiento de la población y una brutal transferencia de ingresos de los trabajadores a las empresas. El resto es historia conocida. Una crisis económica y social que reclamará nuevamente la llegada de un gobierno nacional y popular. Cuánto tiempo llevará la manifestación política de la crisis me excede, consulten con un adivino, pero hasta ahí, les puedo contar.