Análisis
Política y Economía

Opinión: «Inflación y crecimiento, las claves para el año que comienza»


Por Diego Añaños

Por Diego Añaños

Finalmente se conoció el dato de la inflación del mes de diciembre, 5,1%, cerrando el 2022 con un acumulado de 94,8%. Si bien era previsible, dado que la acumulación a lo largo del año ya lo anunciaba, el número es impactante. De hecho es la inflación más alta desde 1990, cuando el proceso hiperinflacionario llevó el índice anual a un aterrador 1.343,9%. Luego, en 1991, y en el marco del programa diseñado por Domingo Cavallo, descendió hasta un 84%. Sin dudas que este nivel de incremento en el nivel general de precios es el principal problema que enfrenta el gobierno nacional. Particularmente porque, si bien es cierto que los salarios vienen dando la pelea, no es menos cierto que esto sólo vale para los trabajadores registrados, tanto del sector público como del sector privado. Los trabajadores informales, aquellos que no tienen la posibilidad de discutir sus salarios en paritarias abiertas, están perdiendo poder adquisitivo mes a mes. Sergio Massa parece tener muy clara la gravedad del problema, y su diagnóstico parece ser el correcto: la posibilidad de frenar la inflación en la Argentina es hoy más una cuestión de negociación política que de teoría económica. Es por eso que, más allá de los instrumentos como el programa de Precios Justos, las conversaciones con los diversos sectores que forman precios están en el tope de su agenda.

Sin embargo, no debemos perder de vista que la inflación es un fenómeno global. Si uno lo analiza fríamente, podemos decir que nuestro país duplicó la inflación pre pandemia, mientras que tanto EEUU como la Comunidad Europea la multiplicaron por cuatro o por cinco. Pero claro, fueron de un uno y chirolas o un dos, a un ocho o un diez por ciento. Y no es un dato menor, porque a mayores niveles de inflación el desbarajuste interno de la economía crece exponencialmente. A ver, vamos a hacer un ejemplo un poco grosero para que se entienda. Si hay algún economista leyendo, espero que no se ofenda.

En una economía cuyo índice de precios viaja a un 10%, hay precios que viajan al 5% y precios que viajan al 15% (son cifras imaginarias, aclaro). Eso hace que la brecha entre los precios que más aumentan y los que menos lo hacen, sean de 10%. En una economía que va al 100%, hay precios que van al 50% y otros que lo hacen al 150%. Aquí la brecha es del 100%. Es decir, hay precios que duplican a otros en el ritmo de crecimiento. Eso provoca un gran desorden de precios al interior de la economía (que los economistas llaman descomposición del esquema de precios relativos), pero además genera grandes ganadores. Porque aquellos productores de bienes cuyos precios van al doble de la velocidad que los demás, necesitan cada vez menos de sus productos para comprar los de los demás. Ahí está la clave del problema de la inflación, y ahí está también la causa de lo complejo que es dominarla: hay que hacer mucha política para convencer a los grandes ganadores de que es tiempo de comenzar a ordenar las cosas.

Pero no todas son malas. El crecimiento de la economía argentina en 2022 es uno de los datos alentadores, a pesar de que la mayor parte de los analistas de los principales organismos financieros y multilaterales locales y del mundo no apostaban por ello. A comienzos de año, el Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central proyectaba un crecimiento del 3%. El FMI, por su parte, lo estimaba en un 4%, mientras que la OCDE lo situaba en 3,6%.

Hoy, cerrados los números finales, y según los datos preliminares a los que tenemos acceso, podemos decir que vamos a superar todos los pronósticos. A mediados de 2022 Sergio Massa, en el seminario de Propymes, había afirmado: “Este año vamos a tener una crecimiento mayor a cinco puntos del PBI”, y parece que tenía razón. De confirmarse lo anticipado por el ministro de Economía será una excelente noticia, fundamentalmente teniendo en cuenta que se gobernó sin presupuesto y en medio de un conflicto bélico que alteró todas las condiciones de la economía global. Sólo un dato para tener en cuenta: el Banco Mundial, que a comienzos del año pasado proyectaba un crecimiento de 2,6% para 2022 para la Argentina, acaba de publicar un informe donde estima que el crecimiento del año que pasó será de un 5,2%. Si, así como lo escuchan, exactamente el doble de las previsiones hechas a comienzos de 2022. Al menos hay que reconocerles la coherencia a estos muchachos, siempre se equivocan para el mismo lado.

Según lo afirmado por Massa, el objetivo para 2023 es crecer por encima del 3%, lo cual implicaría tres años sucesivos de crecimiento en fila para la economía nacional, algo que hacía bastante que no sucedía. Y crecer, crecer, crecer, es la única fórmula que tiene sentido para un país cuyo PBI per cápita sigue por debajo del de hace una década atrás.

Indudablemente, el desafío central es conseguir alinear las metas cuantitativas acordadas con el FMI, con los objetivos de crecimiento que se plantea el gobierno. Está claro que el ministro está dispuesto a sostener el programa firmado con el Fondo, pero eso no le impide ver que las condiciones que impone el organismo se ajustan a los objetivos de cualquier acreedor, que es cobrar la deuda. Es por eso que Sergio Massa, en lo que fue probablemente el pasaje más nestorista desde que asumió, sostuvo esta semana: “nosotros queremos pagar creciendo, no pagar enfriando la economía”, remendando aquel recordado discurso de Néstor Kirchner ante la ONU en 2003 cuando exigió: “Déjennos crecer, porque los muertos no pagan deudas”.