Por Diego Mussetta
Por Diego Mussetta
Lloré de alegría por primera vez en aquella tarde calurosa en México y con mucho frío en Argentina cuando solo humillaste a los ingleses. Hoy te lloro, pero de tristeza. Me cuesta creer lo que pasó. Me hiciste feliz desde aquél 1986. Te defendí a más no poder cuando todos te criticaban. Es que a vos no te podían criticar. Vos fuiste único. Y serás único.
Era chico y no pude disfrutarte en ese Boca ganador del 81, aunque los casetes de audio de mi viejo con el relato de Víctor Hugo y videos borrosos me permitieron empezar a saber de vos. Tampoco recuerdo mucho del Mundial de España 82, aunque sí sé que desde ahí empezaste a defender como ningún otro la celeste blanca.
Todo cambió, para vos y para mí, desde 1986. Ahí comenzó una historia que nunca terminará. Ese Mundial de México fue lo máximo. Un tele a color, sin control remoto pero esperando cada partido de Argentina. La camiseta albiceleste para verte solo a vos. Te vi sufrir las patadas de los coreanos, tu toque sutil ante los italianos, tu esfuerzo contra los uruguayos, tu magia frente a los ingleses, tu consagración contra los belgas y levantar esa copa, la más preciada, ante los alemanes. De ahí en más todo cambió.
No falté a cada domingo que desde Italia pasaban tus partidos de un desconocido Napoli para nosotros. Era un pibe que iba a primaria y que soñaba, cada tarde en el patio de la casa de mi abuela, con ser Maradona. Como soñó la mayoría.
El Mundial de Italia 90 me encontró más grande. Sufriendo cada partido y sabiendo que jugabas porque sólo era Maradona. Tu tobillo no te podía dejar pisar, pero hiciste todo por Argentina. Te aguantaste el bombardeo de patadas de Camerún, “volaste” y jugaste de arquero contra Rusia, en una pierna humillaste a Brasil y dejaste a Cani solo para el gol y la eliminación, demostraste que eras humano al errar un penal frente a Yugoslavia, te tomaste revancha ante Italia desde los 12 pasos y puteaste a los tanos que nos insultaban el himno y dejaste la vida contra Alemania, pero no pudiste repetir. Y también lloré. De impotencia, porque te merecías otra Copa.
Soñé tu vuelta a Boca. Quería verte con la azul y oro. Pero antes te pusiste la del Sevilla y hasta te calzaste la de Newell’s. Pero sabía que iba a verte con la xeneize. En el medio, aquél Mundial de Estados Unidos 94: teníamos todo para ganarlo, pero te cortaron las piernas, como bien dijiste. Ya ahí me tocó verte como hinchas y analizarte como periodista, pues estaba haciendo mis primeras armas en esta profesión-oficio que tanto amo.
Y llegó ese 1995. Ese partido con Colón, el mechón rubio que intenté imitar pero que no me animé. Cumplí ese sueño de verte con la azul y oro una noche fría en Rosario cuando erraste un penal. No alcanzó para que podamos festejar con una vuelta olímpica, pero la “10” en la espalda ya era todo para mí.
Los años pasaron, y con el tiempo pasaron internaciones, sustos, más adicciones y mucho sufrimiento.
Lloré con aquella Bombonera repleta en 2001 cuando dijiste adiós por última vez jugando en tu despedida, cuando no aguantaste más y te pusiste la “10” de Boca. De tu Boca. Y lloré aún más cuando diste cátedra ante glorias del fútbol mundial cuando con el micrófono en mano dijiste: “Yo me equivoqué y pagué; pero la pelota no se mancha”.
Tu etapa como DT también me tocó de cerca. Es que aún queda la espina clavada de aquél Mundial de Sudáfrica, donde te preparaste pero donde no pudiste llevar a tu celeste y blanca a lo más alto.
Años fuera del país, experiencias como DT, mánager y hasta presidente honorario. Todo esto pasó en la última década. Hasta que volviste. Más golpeado y achacado de salud. Con más cicatrices, pero con las mismas ganas.
Hoy te fuiste de este mundo. Hoy el mundo te llora. Nadie imaginó que este día iba a llegar. Pero llegó. Tu corazón dijo basta. Desde hoy, sos leyenda. Estoy triste, como todo el pueblo argentino y futbolero del mundo. Te lloré por primera vez de alegría en aquél Mundial de 1986 y hoy te lloro de tristeza. Mucho se hablará y se escribirá de vos, pero yo quería recordarte así, expresando lo que fuiste para mí. No puedo más. Sigo llorando. Y lo seguiré haciendo. Porque fuiste, sos y serás el mejor de todos. Nadie te podrá igualar. Me hiciste muy feliz. Gracias…
Que descanses en paz Diego Armando Maradona…
Diego Mussetta, una persona a la que hiciste muy feliz…