Por Diego Añaños - CLG
Por Diego Añaños – CLG
El 2023 se presentaba desde el principio como un año complejo. Ya sobre fines del año pasado era posible vislumbrar que seguramente, si bien el rumbo no era de colisión, las condiciones de partida no eran las mejores. La Ley de Presupuesto, presentada a mediados de septiembre de 2022 proyectaba un leve crecimiento del 2%, más por arrastre estadístico que por las expectativas que generaba el desempeño de las principales variables macroeconómicas. Y, como dice el dicho, todo puede empeorar. La aparición de un cisne negro, la peor sequía de los últimos 60 años, significó un golpe de knock out para la economía argentina, del que definitivamente no pudo recuperarse. Hoy, paradójicamente, las proyecciones más optimistas vienen de la mano del FMI, que estima que la economía argentina crecerá un raquítico 0,25% en 2023. La OCDE, por su parte, espera que el país sufra una caída en su producto del orden del 1,6%, por encima de la caída proyectada para Rusia, que se sitúa en el 1,5%. De acuerdo a los cálculos de sus equipos técnicos, Argentina y Rusia serían los únicos países de la OCDE con crecimiento negativo para 2023. La explicación del fenómeno, además del componente asociado a la sequía, destaca las caídas del consumo privado y la inversión como determinantes principales. Tanto la CEPAL como el Banco Mundial coinciden con el diagnóstico de la OCDE, pero proyectan que la caída del producto será aún mayor, y se ubicará en un 2%. En el caso puntual del Banco Mundial, la nueva estimación representa una corrección a la baja del pronóstico lanzado en abril de este año, cuando proyectaba un crecimiento nulo de la economía para 2023.
Todos los organismos en cuestión destacan también el impacto recesivo que involucran los altos niveles de inflación que sufre nuestro país, y cuyo impacto ya se está haciendo sentir en el consumo masivo. El jueves, los comerciantes agrupados en la Asociación Centro Comercial Calle San Luis, emitieron un comunicado en el que informan la crisis que están atravesando. Según afirman, las ventas de mayo cayeron un 14% interanual y un 2,4% con respecto al mes de abril. De acuerdo a sus cálculos, la tendencia que comenzó a hacerse notal sobre finales del 2022, se acentuó en los primeros cinco meses del año. Paralelamente expresaron su preocupación por las dificultades que se les presentan a la hora de reponer su stock, dado que los proveedores, fabricantes, y sobre todo los importadores, demoran entregas o directamente cancelan los pedidos. Claro, en períodos de alta inflación y ante la incertidumbre que produce estar a las puertas de una elección presidencial, los agentes económicos se refugian en la seguridad que les provee la acumulación de stocks (siempre que cuenten con la espalda financiera para sostenerse mientras pase la tormenta, cosa que muy pocos comerciantes pueden hacer).
Las dificultades con los importadores va por otro carril. La escasez de dólares que sufre el Banco Central ha producido, en la práctica, la virtual suspensión del pago de importaciones, por lo que aquellos agentes que no pueden financiar sus propias compras con divisas propias, tienen literalmente cerrada la canilla. Pasada la euforia de los últimos días de liquidación de divisas por parte de los exportadores en soja en el marco de la tercera edición del Programa de Incremento Exportador, el Central acumuló esta semana cuatro ruedas en fila de venta neta de divisas, cortado así una racha de veinte ruedas de compras netas. Luego de las ventas del viernes el acumulado de las siete jornadas del mes de junio ya muestra saldo negativo de casi U$S230 millones, llevando las ventas netas del año a U$S2.149 millones. Al parecer el camino ya está decidido y, a menos que algún acontecimiento catastrófico ocurra, el gobierno no piensa llevar adelante una devaluación correctiva de un tipo de cambio que, a todas luces, está notablemente retrasado. La fórmula es ya conocida: aguantar y pasar la gorra en los foros internacionales hasta diciembre.
Para ir cerrando. Los procesos de alta inestabilidad política suelen producir en la Argentina fenómenos de alta inestabilidad cambiaria. Las sesudas reflexiones de los analistas atribuyen normalmente esas inestabilidades a la falta de confianza, a la incapacidad del sistema político de ofrecer seguridad a los agentes económicos. En los últimos días, los principales dirigentes de la coalición opositora, vienen protagonizando un sainete de proporciones, sin embargo el dólar blue ha bajado su cotización levemente. Las disputas por definir una regla para la constitución de la alianza política ha tomado estado público y, como en aquellos bizarros programas de la tarde de comienzos de los 2000, los miembros de Juntos por el Cambio no paran de mostrar la hilacha frente a todos. Si, ellos, los garantes de la continuidad republicana y del respeto de las instituciones, los que piensan gobernar a partir de diciembre, no dejan de hacer papelones en los medios de comunicación. No les resulta raro que eso no ponga nerviosos a los mercados? No es muy sospechoso que los empresarios no expresen su preocupación por los riesgos institucionales que involucra la irresponsabilidad de los dirigentes opositores? Y sin embargo nada, ni noticias de turbulencias. Qué raro, no les parece?