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Opinión: «El susto del año»


Por Diego Añaños – CLG

Cuando todo parecía que se iba al tacho. Cuando la nave estaba a punto de naufragar. Minutos antes del colapso y la devastación, segundos antes del suicidio colectivo a la Jim Jones, bajó el dólar. Unos manguitos es cierto, pero bajó. Se ubicó a años luz todavía de los 600 pesos que había vaticinado el presidente en febrero de este año, es verdad también. Un poco más cerca, pero todavía muy lejos del piso de la banda que prometía el ministro Caputo cuando puso a funcionar el régimen de flotación administrada, pero bajó. Y como suele ocurrir en la Argentina, cuando se tranquiliza el dólar, se alejan las ansiedades, y el temor se va. Parafraseando el dicho: si se calma el dólar nos calmamos todos. Todos menos el gobierno, claro, que el miércoles sufrió una de las peores derrota legislativa en lo que va de la gestión en la Cámara de Diputados. De eso se habló menos, pero hay que estar atentos.

Dice la sabiduría popular que el que se quemó con leche ve una vaca y llora, y hubo unos cuántos llorando por estos días. La historia económica argentina se prodiga en ejemplos de profundas crisis que comenzaron con una corrida cambiaria, porque cada vez que el dólar pega un saltito, casi todos corren a los botes. Pero bueno, basta escuchar a los analistas por estos días (propios y extraños) para comenzar a entender el fenómeno. El mercado cambiario es un mercado de oferta y demanda. Cuando la demanda crece por sobre la oferta disponible, la divisa extranjera sube de precio. El verdadero problema es que el gobierno desconoce sistemáticamente, al menos en público, la raíz de la cuestión. Desde el día cero, tanto el presidente como todos los funcionarios del área económica, sostienen que el problema de la Argentina no es el dólar si no los pesos. “Si sacás los pesos de circulación, el dólar se queda sin demanda”. Listo, vamos al ahorque monetario y se acabó el tema, y lo hicieron. Pero evidentemente estaban equivocados. Aguantaron un año y algunos meses, pero se les terminó la nafta. No les alcanzó con el flujo que corría detrás del carry trade y tuvieron que volver a endeudarse con el Fondo Monetario Internacional y otros organismos de crédito (además de emitir deuda, claro). Lo dijimos desde el principio, estos modelos no funcionan si no existe una entrada permanente de dólares que alimente al monstruo, pero incluso así, puede ser que el apetito de la bestia termine pulverizando todo y nunca sea suficiente. Ya lo vivimos con Martínez de Hoz, Menem y Macri (incluso en algún momento de Alfonsín y De la Rúa), siempre existe la posibilidad de que no alcancen a cubrirse todas las necesidades que se generan.

Tanto se asustó el gobierno que el presidente, el ministro de Economía y el presidente del Banco Central, los tres juntos, tuvieron que presentarse en el streaming libertario Carajo para tranquilizar a sus huestes celestiales. Pero no quedó ahí la cosa, Javier Milei continuó su gira por medios afines. La incansable campaña tuvo su pico más alto cuando el presidente, en diálogo con el lamezapatillas de Alejandro Fantino, sacó un muñeco y se transformó por unos momentos en un ventrílocuo aficionado. Un montonazo. Dicen que el miedo no es sonso, y había que extremar las medidas antes de que la inestabilidad cambiaria se llevara puesto al gobierno. Es así que LLA en pleno abandonó todos sus principios. Intervino en el mercado de futuros, operó sobre las tasas de interés, subió los encajes bancarios, etc. Pero no se quedó ahí. Salió al recomendar a los consumidores que no paguen cualquier cosa, y esto sí, es un dislate. Según sus propios fundamentos teóricos, los precios deberían surgir de un acuerdo entre oferentes y demandantes, por lo que ningún agente externo (en este caso el Estado), debería entorpecer el normal funcionamiento de los mercados. Pero bueno, se olvidaron por un rato de lo que piensan e intentaron salvar el . . . (digamos el pellejo).

Evidentemente las presiones de los agentes económicos surtieron efecto. Por un lado la elevación de las tasas les abrió nuevamente un canal obscenamente redituable de negocios en pesos. Paralelamente se aceleró sorpresivamente la liquidación de divisas por parte del sector agroexportador y aparecieron los dólares. Esto permitió que las tensiones se aflojaran y en la jornada de ayer, la divisa norteamericana cerró la semana en $1.335, por debajo del pico de $1.385, pero por encima del nivel previo a la mini corrida. Como dijimos hace algunas semanas, cuando anunciaron el esquema de bandas, “te van a devaluar y te van a decir que no devaluaron”. Tanto el campo como el FMI y la comunidad financiera internacional venían advirtiendo por el atraso cambiario, pero el gobierno parecía no escuchar. Es más, incluso Luis Caputo bromeó con la cuestión y con un guiño ganador les dijo a los que hablaban del atraso: “Comprá, no te la pierdas campeón”. Y los campeones salieron a comprar. Fin de la historia.
Para ir cerrando. El presidente suele decir que los analistas vernáculos son tan elementales que no entienden un metáfora o una alegoría, por lo que van a morir de literalidad. Puede ser que tenga razón, no los conozco a todos. Sin embargo, fue el propio presidente el que cayó en la trampa de lo que dice criticar. En un reportaje, la dirigente social Margarita Barrientos, afirmó que la realidad muestra que la gente no llega a fin de mes. Ni lerdo ni perezoso, Javier Milei salió a contestar que la frase suena muy bien “para ponerse sensiblero”, pero si eso fuera cierto las calles tendrían que estar llenas de cadáveres. Si, así como lo escuchan. Una animalada. O no tiene equipos de comunicación o no tiene amigos, pero le están haciendo pasar vergüenza al presidente en los medios de comunicación. Alguien debería cuidar un poco a Milei, porque está llevando el ridículo a dimensiones sólo mensurables en la escala de Richter. Por eso, un asesor a la derecha (nunca antes mejor dicho), antes de que sea el propio presidente el que muera de literalidad.