Por Diego Añaños - CLG
Por Diego Añaños – CLG
El Gobierno nacional se encuentra atravesando, probablemente, uno de sus mejores momentos. Sus objetivos se van cumpliendo, y se nota el aire triunfal en cada declaración de los funcionarios públicos. La inflación continúa su senda descendente. No sólo perforó el piso del 4% en el mes de septiembre, sino que ya algunos analistas estiman que estará por debajo del 3% en octubre. La brecha entre los dólares financieros y el dólar blue continúa comprimiéndose, y se proyecta que en unos meses más se producirá la convergencia. Incluso ya circulan versiones de que el equipo económico estaría programando una baja en el ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial, lo que llevaría el crawling peg a la zona del 1%. El Riesgo País ya se ubica por debajo de los 1000 puntos básicos y, si bien debería situarse por debajo de los 400 puntos para poder respirar tranquilos, el gobierno confía que la tendencia es irreversible. Por otro lado, desde el Palacio de Hacienda se confirmó que, no sólo los dólares para hacer frente al pago de los intereses de la deuda que vencen en enero de 2025 ya están depositados en Nueva York, sino que además ya se adquirió el total de los dólares destinados a cumplir con los compromisos de capital ya fueron adquiridos. Daría la impresión de que a los argentinos no les va tan bien como a La Libertad Avanza. Pero Milei festeja, eso sí.
Sin embargo, no es el único que festeja. Los especuladores financieros vienen disfrutando de un veranito tropical, pero sin lluvias ni huracanes. Como dijo Elisa Carrió hace algunos días: “Qué hermosa bicicleta financiera están armando. Cómo ganan y qué felices están los amigos de Toto, el ministro”, en clara referencia a Luis Caputo. Es que en medio de la fiesta mileísta, los ruleteros de las finanzas están de parabienes. La operatoria es muy sencilla. Sabiendo que el ritmo de devaluación está establecido por el gobierno en un 2%, los operadores ingresan con dólares a la argentina, los cambian por pesos o por bonos (a una tasa superior a la devaluación programada), los colocan a 30 días, y vencido el plazo, compran dólares y se van. Como la tasa de devaluación es menor que el rendimiento financiero, se van con más dólares de los que llegaron. Ese simple rulo les dejó a los especuladores una ganancia del 50% en dólares en los últimos 10 meses. Para comparar: eso es aproximadamente lo que se puede ganar en un año en una colocación relativamente segura, pero multiplicado por 10, o más tal vez. Una verdadera obscenidad que, como tituló El País de Madrid, sólo es posible gracias al enorme descalabro vernáculo de las variables macroeconómicas.
Del otro lado están los que ni siquiera tienen ánimo para festejar. El 71% que abandonó la costumbre de hacer asados en familia, el 61% que suspendió las salidas (familiares o en pareja), el 58% que ya no se va a tomar un café con los amigos o un helado con los hijos, el 56% que ya no compra golosinas o el 55% que dejó de comprar gaseosas. Ya la baja del consumo de carne fue explicada por Luis Majul: no es la crisis, es un cambio de hábitos, la gente come menos carne en el mundo por una transición hacia hábitos más saludables, sostuvo el periodista. Como el cambio de paradigma en el mercado de trabajo inventado por Lila Lemoine, que está transformando a arquitectos y abogados en choferes de Úber. Sólo nos falta que aparezca Adorni a explicarnos los beneficios que tiene para la salud la disminución del consumo de azúcares procesadas, tan presentes en helados, gaseosas y golosinas.
Encabalgado en el éxito aparente de sus logros de corto plazo, el gobierno sigue profundizando los conflictos. El vocero presidencial, Manuel Adorni, condenó enfáticamente el paro del miércoles. No sólo lo hizo a través de sus declaraciones públicas, sino que también le dedicó a la medida una verdadera catarata de posteos en redes sociales. El martes, en su habitual conferencia de prensa había declarado: “los que paran esta semana son los privilegiados que pueden darse el lujo de hacerlo”. Para luego rematar: «los argentinos de bien, de trabajo, que queremos vivir en un país mejor no tenemos esa posibilidad y además no queremos parar». Ayer focalizó en X, donde publicó temprano: “Buena jornada de trabajo para todos. Fin”. Para luego continuar con su diatriba en contra de la medida de fuerza. El tema es que Adorni, como su presidente, tienen el hábito de leer selectivamente la constitución y los derechos de los trabajadores. Es cierto que existe el derecho a circular libremente, pero también existe el derecho a la huelga, y en ningún pasaje de la carta magna se consigna que uno de los dos derechos es superior al otro. También podríamos decir que la Constitución consagra el derecho al trabajo, pero al gobierno no parece preocuparle mucho el aumento de la desocupación.
Para ir cerrando, hay otro que no festeja. Paolo Rocca, gran defensor del gobierno de Javier Milei, y detractor de los populismos nacionalistas, está recibiendo la trompada de la competencia y no le gusta. Le reclama protección para el sector siderúrgico al gobierno, ante el despiadado avance chino sobre un mercado que hasta hace muy poco tiempo mantenía cautivo. Los chinos inventaron la pólvora, la brújula, el papel, la imprenta, incluso fueron los ingenieros orientales los que capacitaron a los ingenieros ingleses para el posterior desarrollo de la revolución industrial, según nos enseñó el gran Enrique Dussel. Pero si hay algo que no inventaron es el dumping, eso lo aprendieron de los capitalistas occidentales. Rocca parece estar descubriendo que, cuando el Estado Nacional se retira y abre las puertas del Estado de Naturaleza económica, incluso los gigantes pueden ser arrasados por la fuerza indetenible de los mercados. Le vendría bien un charla con un pequeño empresario destruido por la apertura de las importaciones. Tal vez descubriría que tienen algunas cosas en común, ya que nadie se hace rico en soledad, porque no hay libertad que sustituya el poder de los proyectos colectivos.