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Opinión: «El dólar que despierta, la confianza y Pampito»


Por Diego Añaños

Por Diego Añaños

Luego de algunos meses de calma, el dólar dio un respingo. Leve al comienzo de la semana anterior, un poco más fuerte durante esta semana, y los titulares de catástrofe estuvieron a la orden del día. Es así, en la Argentina se puede estar prendiendo fuego todo, pero si el dólar está quieto, pareciera que nada sucede. A ver, la inflación acumula, décima más, décima menos, alrededor de un 30% en el primer semestre de 2022. El dólar blue cerró 2021 en $208, por lo que incluso si consideramos la marca más alta en las provincias (donde sabemos que la cotización es más alta que en Buenos Aires), el aumento no llegó a 17%. Si sólo consideramos los números de la CABA, el aumento ronda el 15%. Es decir que, en el primer semestre del año, la cotización del dólar blue avanzó la mitad que la inflación. Si miramos la cotización oficial, avanzó cerca de un 22%. En síntesis, si de algo debiéramos estar preocupados es del atraso cambiario, más que de la devaluación, pero eso es tema de otra columna.

Basta recorrer los principales medios para encontrar, casi a coro, artículos que prometen contarnos las 3, las 4 o las 5 razones de la subida del dólar. Como una letanía, repiten siempre los mismos argumentos, al punto de parecer que las columnas ya están escritas de antemano, y las reflotan (como lo hacen con Nisman, o con los cuadernos de Centeno), cada vez que vislumbran el hueco para meter el chanfle por afuera de la barrera. La primera culpable suele ser la emisión (culpable de culpabilidades múltiples), ya que se supone que el nivel de emisión libera pesos que, según los grandes expertos, se va directamente por la canilla del dólar informal. Es difícil de sostener, en realidad, porque el ritmo de la emisión no ha variado sustancialmente en las últimas semanas como para producir una corrida.

Otra de las culpables es la falta de confianza. Según nos explican, los agentes económicos no confían en el gobierno, y se refugian en un activo seguro como la divisa estadounidense. Suena bien, tiene efecto, pega. Pero a poco que lo analizamos caemos en la cuenta de que no tiene sustento, porque la pregunta que deberían responder es: ¿qué sucedió en las últimas dos semanas para que, repentinamente, el gobierno perdiera la confianza de los mercados? La respuesta es NADA. Es muy probable que aquellos que estaban inflando especulativamente sus importaciones a precios de dólar oficial se hayan sentido molestos por las medidas restrictivas que dispuso el Banco Central, se sientan perjudicados y estén enviando un mensaje al gobierno, pero de crisis de confianza, otra vez: NADA.

Sigamos con la confianza. Todas las expectativas de los mercados financieros estaban puestas en los vencimientos que debía refinanciar el gobierno el martes pasado, el súper martes, lo llamaron. Bien, sobre un total de $243.700 millones que debían ser refinanciados, el gobierno obtuvo $248.000 millones, es decir un 102% del rolleo total. El Tesoro acumuló en junio un financiamiento neto positivo de $16.220 millones, alcanzando una tasa de refinanciamiento del 106%, y si contabilizamos el primer semestre, el financiamiento neto positivo llega a los $663.246 millones, lo que implica una tasa de refinanciamiento del 121%. Acordemos que en un contexto de falta de confianza, esos números no serían posibles.

En síntesis, en algún punto era necesario que el dólar subiera de precio, como lo hacen todos los precios de todos los bienes de la economía. Si a eso le sumamos la presión sobre el mercado paralelo que aparece normalmente ante la llegada de las vacaciones, y los ánimos exaltados de los importadores especuladores a los que se les terminó el festival, concluimos que a nadie debería sorprender el respingo de la moneda estadounidense en los últimos días. Hasta acá los hechos. Merece también una breve mención el tratamiento mediático de la noticia. Recordemos que, en 2018, y en menos de dos meses (entre comienzos de mayo y fines de junio), el dólar registró un aumento de casi el 42%, y a ningún medio de los grandes se le ocurrió que estábamos en medio de una catástrofe.

Para ir cerrando, la perlita de la semana. El legislador porteño Roberto García Moritán, popularmente conocido como el marido de Pampita, presentó un proyecto denominado “Reciprocidad sanitaria y educativa interjurisdiccional”. El mismo propone que el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires cobre una compensación por la utilización que hagan de los servicios de salud y educación aquellos ciudadanos que tienen sus domicilios fuera de la jurisdicción de la CABA. La norma prevé que mensualmente se remitan los gastos realizados a la administración de la provincia correspondiente, y sean las mismas provincias las que paguen por los servicios. García Moritán sostuvo que lo que se busca es evitar que la ciudad autónoma financie la “incapacidad de gobernadores como Axel Kicillof”. Si hay alguien leyendo esta columna que tenga el teléfono, que le cuente a Robertito cómo el país financia casi todos los servicios a los porteños, a lo mejor todavía no se enteró, y está a tiempo para evitar el papelón.