Opinión

Opinión: «El acuerdo bilateral con Brasil y la inflación imaginaria»


Por Diego Añaños

Por Diego Añaños

A comienzos de mes, y durante la visita oficial de la delegación argentina a la asunción de Lula, Alberto Fernández aseguró que trabajaría con su par brasileño para estrechar aún más los vínculos con el país hermano. Dado que, como comentamos hace algunas semanas, la relación comercial atraviesa hoy un excelente momento, es necesario clarificar un poco el sentido de las palabras del presidente. Un reciente informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), destaca que una ventana de profundización del diálogo a partir de un mayor consenso ideológico, abre las puertas para la construcción de un gran acuerdo bilateral. El mismo tendría tres ejes principales que favorecerían claramente a nuestro país. En primer lugar, morigerar la restricción externa, al quitarle presión a la demanda de dólares para importaciones con nuestro principal socio comercial, liberando los mismos para otros menesteres. En segundo lugar, mejorar el nivel de la actividad económica, no sólo por el crecimiento del intercambio comercial habitual, sino por la incorporación del gas proveniente de Vaca Muerta, que permitiría proveer al sur de Brasil como exportación no tradicional. Y, en tercer lugar, permitiría una mayor coordinación político-económica regional que fortalezcan la soberanía y abran la posibilidad del desarrollo.

A ver, no quedan dudas de que la Argentina depende en buena medida de la performance de la economía brasileña. De hecho, si bien no existe una correlación lineal y directa, la evidencia empírica establece una relación muy estrecha entre el crecimiento del producto argentino y el brasileño. Según los datos que provee el CEPA, en los últimos 20 años, más del 70% de las veces que Brasil creció, también lo hizo la Argentina. En 2022, el país hermano fue el principal destino de las exportaciones nacionales, concentrando el 17% de los flujos comerciales externos. Paralelamente, las compras a Brasil representaron un 20% del total de todas las importaciones argentinas, ubicándose en segundo lugar después de China. Lo que también es cierto, y sobre eso habrá que trabajar mucho, es que la relación comercial con Brasil ha sido históricamente deficitaria para la Argentina.

En ese contexto es que el proyecto de moneda común propuesto por ambos mandatario debe ser profundamente analizado. Si se limita solamente de una unidad monetaria destinada a saldar los pagos de las transacciones comerciales recíprocas, podría ser una idea interesante, particularmente para la Argentina, ya que evitaría la conversión a dólares. Sin embargo, una unidad monetaria más profunda, del tipo del euro, involucraría complejidades extra, ya que las asimetrías de tamaño entre ambos países complicarían el panorama. Además, se requeriría de establecer un conjunto de coordinaciones macroeconómicas, monetarias y fiscales, que difícilmente sea posible acordar. La unión monetaria europea es una clara muestra de las dificultades del caso.

En otro orden de cosas, y pasadas las tres primeras semanas del primer mes del año, ya comienzan a aparecer las primeras proyecciones acerca de la inflación de enero. En general, los analistas acuerdan con que es muy probable que el número sea algo superior al del mes de diciembre, dado el impacto previsible que tendrán los aumentos de los bienes y servicios regulados (combustibles, tarifas, transporte y prepagas) sobre el índice general de precios. También se incorpora al cálculo el componente estacional, que hace que algunos precios aumenten con más fuerza debido a las vacaciones. Desde el Relevamiento de Expectativas de

Mercado del Banco Central (REM), la variación estimada por el promedio de los participantes es de un 5,6%. Vale recordar que para diciembre se había proyectado un 5,5%, y finalmente fue de 5,1%. Algunas consultoras, que en diciembre estuvieron a una décima del número publicado por INDEC, incluso estiman un 6,3%. Más allá del número final, evidentemente estamos ante un fenómeno de profundas raíces estructurales, que será muy difícil de domar.

Ahora, no caben dudas de que Alberto Fernández necesita asesoramiento en comunicación. Si no alcanza el presupuesto, y como cantaba Twiggy, al menos necesita un amigo. Una amiga, no sé, un pariente. Alguien que le diga que no puede decir cualquier cosa en cualquier momento. Alguien que le recuerde que es el presidente. El lunes pasado, otorgó una entrevista al medio brasileño Band of Jornalismo, en el que afirmó que buena parte de la inflación en la Argentina está en la cabeza de la gente. Intentó, de un modo muy poco feliz, hacer referencia al concepto de inflación autoconstruida, que es un fenómeno (simplificando las cosas) que se produce cuando los agentes económicos aumentan sus precios de manera protectiva ante la expectativa de que todos los demás precios también lo harán. Sin embargo sólo agregó un capítulo más a la saga de declaraciones desafortunadas que ya son un clásico del presidente. Así como lo dijo, no sólo generó irritación innecesariamente, sino que desautorizó a su equipo. A ver, si la inflación está en la cabeza de la gente, más que un programa de estabilización de precios necesitamos una sesión de análisis en cadena nacional, una suerte de terapia colectiva. Si así fuera, mucho más que a Sergio Massa, deberíamos buscar la urgente asistencia del Licenciado Rolón, cuando no la de Claudio María Domínguez. Dios nos libre y guarde.