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Opinión: «Donald no quiere saber nada con ser pato rengo»


Por Damián Umansky - Periodista especializado en temas internacionales

Por Damián UmanskyPeriodista especializado en temas internacionales

“Ganar es fácil, perder no, no para mí”. Estos dichos vertidos por el propio Donad Trump el mismo martes 3 de noviembre, jornada en la que se celebraron los comicios presidenciales en Estados Unidos, fueron el preludio de lo que ocurriría en los días posteriores a los mismos. Tras casi una veintena de días, el país está sumido en una crisis institucional inédita, con un presidente que no asume su derrota, denuncia fraude sin aportar evidencias y, en consecuencia, obtura el proceso de transición.

Los resultados fueron contundentes. El demócrata Joe Biden se impuso claramente en el voto popular obteniendo casi 6 millones de sufragios más que su rival. En tanto, en el Colegio Electoral, que en definitiva es lo que vale para consagrar al futuro mandatario, el ex vicepresidente sumó 306 votos electorales, superando con holgura el número mágico de 270 necesarios para elegir al próximo jefe de estado.

Es cierto que en algunos estados pendulares, como por ejemplo los del “muro azul”, es decir, Michigan, Pennsylvania y Wisconsin, la diferencia a favor de los demócratas fue muy estrecha. Tan cierto como que, 4 años atrás, Trump también logró quedarse con estos distritos por poco margen. Sin embargo, el magnate está dispuesto a poner obstáculos a la llegada de Biden a la Casa Blanca.

Durante los próximos días los diferentes estados tienen que certificar los resultados electorales en cada uno de sus territorios. A medida que vayan llegando estas certificaciones, las impugnaciones de los republicanos irán deshilachándose. No obstante, para aquella instancia, el objetivo de Trump, en parte, estará cumplido: Donald no será pato rengo.

En los Estados Unidos llaman «pato rengo» al presidente que cumple el último tramo de su mandato, y pierde poder y el interés del pueblo, que se concentra en su sucesor.

Los peligros de la no transición

Joe Biden intenta por estas horas dar una imagen presidencial. Mantiene diálogos con líderes internacionales y presenta algunos de los nombres que integrarán su futuro gabinete. Sin embargo, la actual administración le niega el acceso a información sensible y fundamental para lo que será su administración desde el próximo 20 de enero.

“Cada día que pasa, la falta de acceso a operaciones clasificadas supone un riesgo en términos de seguridad nacional”, alertaron desde el equipo de transición de Biden, ya que hasta que Trump no admita su derrota, la CIA no está habilitada a compartir información con el futuro presidente. Presente en la memoria de los norteamericanos está la transición tardía entre Bill Clinton y George W. Bush, en el año 2000, lo que provocó una “falla en la seguridad nacional”, algo que el propio Congreso identificó como uno de los factores que incidieron para que se produzcan en 2001 los atentados del 11-S.

Otro riesgo que advierten los equipos de transición, es la imposibilidad de adoptar estrategias comunes en este lapso hasta el traspaso de mando para mitigar el alarmante avance del coronavirus. El presidente electo quiere comenzar a delinear un plan de vacunación masiva en el país y reclama coordinación con las actuales autoridades. “Más gente podría morir si se sigue demorando la transición”, advirtió Biden hace algunos días.

Una grieta cada vez más profunda

Los resultados de las elecciones del 3 de noviembre confirmaron una clara evidencia: el país está claramente fracturado en 2 visiones contrapuestas sobre su futuro. La base de sustentación de la victoria de Biden estuvo originada en las grandes urbes y sus suburbios, que tienden a ser más seculares, a estar a favor de la despenalización del aborto y a la diversidad étnica y racial.

Por su lado, Trump se hizo fuerte en las comunidades pequeñas, en las zonas rurales y logró un amplio apoyo entre los votantes blancos, en su mayoría hombres sin estudios superiores. Comparado con la elección de 2016, no sólo se está en condiciones de afirmar que el actual mandatario conservó su base fiel, sino que obtuvo alrededor de 10 millones de votos más que en aquella ocasión. Incluso ganó más adeptos entre los latinos, especialmente entre cubanos y venezolanos, lo que le permitió lograr una buena victoria en el estado clave de Florida.

A pesar de la derrota, Trump sabe que este caudal de votos lo coloca a partir del 20 enero como máximo líder de la oposición y en carrera para intentar regresar a la Casa Blanca dentro de 4 años. Por eso no es exagerado pensar que la dilación en la transición forma parte de una estrategia de desgaste para su sucesor, quién asumirá el poder con una importante porción de la sociedad que, al menos en un principio, no le reconocerá legitimidad.

Damián Umansky