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Opinión: «Cuidado, Javier, los libros de texto no son la realidad»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

Mientras el gobierno aún no se recupera de la borrachera producto de los festejos de la elección en CABA, la realidad económica local arroja señales contradictorias. Como anticipamos sobre fin de año pasado el panorama económico claramente recesivo del 2024 produciría en 2025 un pequeño espejismo estadístico. Dada la baja base de comparación, este año mostraría casi con seguridad mejoras en las comparaciones interanuales de actividad. Y así, ocurrió. De hecho, el EMAE (Estimador Mensual de la Actividad Económica), arrojó un crecimiento del 6,1% para el primer trimestre del año. En paralelo, la caída del 1,8% intermensual del mes de marzo, pone entre paréntesis las certezas acerca de la recuperación. Se trata de la primera caída intermensual en casi un año, y la más profunda desde diciembre de 2023, luego de la fuerte devaluación que motorizó el gobierno apenas asumido. Según un informe de Fundar la economía se encuentra hoy sólo un 0,3% por encima de comienzos de 2023. Sin embargo, el dato verdaderamente relevante, es que llegamos a esa ínfima variación positiva gracias a la fuerte tracción del sector Petróleo y Minería (+13, 5%), mientras que otros sectores testigo de la economía muestran importantes caídas, como es el caso de la industria (-14,8%) y la construcción (-8,9%).

Sin embargo, el gobierno no parece registrar lo que ocurre en la economía real. Durante el día martes tuvo lugar la convención anual de la AmCham (la Cámara de Comercio de los Estados Unidos) en el Centro de Convenciones de Buenos Aires. La cumbre tuvo como invitados de lujo al presidente, al ministro de Economía y al Jefe de Gabinete de Ministros. Como en cada foro que visitan, hicieron su mejor esfuerzo para seducir a los inversores. Si bien, dieron todo, las respuestas del auditorio no fueron lo que esperaban. El tan festejado éxito en CABA es una triunfazo para el gobierno, pero no tiene la menor incidencia en la correlación de fuerzas del Parlamento nacional, por lo cual, en términos concretos, es como celebrar un campeonato de sapo. Para los inversores extranjeros la ventana temporal para empezar a analizar la posibilidad de invertir en la Argentina comienza recién en octubre. Antes de las elecciones de medio término las posibilidades son cercanas a cero, mucho más en un contexto en que el RIGI no está generando los beneficios esperados, incluso en el caso de las mineras. Por otro lado, hay dos cuestiones que preocupan, y mucho, a los potenciales inversores: en primer lugar está la continuidad del cepo, que impide a las empresas girar las utilidades a sus casas matrices. En segundo lugar, la resistencia del gobierno a garantizar la infraestructura básica (fundamentalmente rutas) para mover la producción. Por principios, los libertarios consideran que, en caso de ser rentables, serán los privados los que pondrán en marcha las obras, pero jamás el Estado.

El presidente no puede comprender, porque escapa a la estructura a través de la cual mira el mundo, que en un país sin cepo, con una inflación aparentemente controlada, con un riesgo país a la baja, y con un gobierno pro mercado, no se desate no una lluvia, sino un tsunami de inversiones en la Argentina. Sospecho que la cuestión es que Milei está pensando en una función de inversión muy rara, en la que los factores financieros tienen un peso sobredimensionado. En los hechos, los empresarios tienen un solo dilema a resolver, tal vez dos. El primero sería que las inversiones realizadas tengan algún horizonte de realización. Es decir, que no sólo se pueda producir, sino que además existe la expectativa de poder vender lo producido. El segundo problema sería, en todo caso, el que citábamos más arriba: poder remesar a sus casas matrices en el exterior las utilidades que surjan de las ventas realizadas.

El laberinto al que se enfrenta el gobierno tiene una doble complejidad. En primer término el hecho de que en una economía deprimida como la argentina, hay pocas expectativas de venta. En segundo término, y por más que a Milei no le preocupe el mercado interno, en un contexto global hostil, el hecho de que las posibilidades de colocar en el exterior lo que no se puede vender en el mercado local, están muy restringidas. Paralelamente, los salarios locales están muy caros en dólares, lo que le quita competitividad al mercado de trabajo argentino con respecto a otros mercados de trabajo de países emergentes. Pero a su vez esos mismos salarios están deprimidos en su capacidad de compra dentro del país, dado que los precios internos están altísimos en dólares. En síntesis, invertir en la Argentina no es rentable: porque si produzco para vender en el mercado interno no le vendo a nadie (dado que la capacidad adquisitiva de los salarios está deprimida, y el consumo no arranca), y si quiero producir para vender sólo en el exterior, los costos salariales internos me matan la competitividad. En ese sentido, el gobierno debe comprender que sin rentabilidad no hay proyecto productivo con futuro, no importa que tengamos el gobierno más liberal de la Historia o que todos los clavos del cajón del kirchnerismo estén clavados. Evidentemente, con eso no basta. Javier Milei parece ser capaz de descifrar las grandes complejidades de la economía teórica, pero no alcanza a comprender los principios básicos de funcionamiento del sistema capitalista. Se va a tener que poner a estudiar urgente.