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Opinión: «Cristina condenada, la economía también»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

Sinceramente admiro a las personas que saben todo lo que va ocurrir. Son esos que ya sabían que ganaba Milei unos meses antes, o que tenían clarísimo que salíamos campeones en 2022. Son los mismos que tenían la data firme de que Colapinto se iba de Williams a Alpine, o que adelantaron que Mastantuono se iba al Real Madrid. Son los que anticiparon la renuncia de Cavallo en el 97´, y su vuelta en 2001. Seres híper-sensitivos algunos, híper-informados otros, que sobrevuelan nuestros hábitos de simples mortales, y que pueden prefigurar el futuro con la misma claridad con la que lo hace El Señor, que es omnisciente. Habitualmente, y cuando expresamos nuestra sorpresa ante algún acontecimiento, te aplican el “ya era sabido”, o el “era obvio que esto iba a pasar”. Por lo tanto, no puedo más que disculparme ante mentes tan brillantes, pero confieso que no me esperaba que la Corte Suprema resolviera el caso de Cristina Kirchner con tanta celeridad. Estaba preparado para una dilación deliberada, o una sutil gambeta, pero no para una definición tan sumaria  y contundente.

Es sin dudas una novedad para la política argentina que los Supremos se metan de lleno en el barro político y modifiquen, con una decisión, la configuración del tablero electoral. Porque tiene que quedar claro que no es lo mismo meterse en política que meterse en el desarrollo de las elecciones. Hasta el momento, las Cortes a lo largo de la historia había evitado elegantemente interferir tan definitivamente en este plano. Los primeros indicios sugieren que no es una jugada impulsada por el oficialismo, que odia profundamente a CFK, pero que la quería de contrincante en la tercera sección de la provincia de Buenos Aires. Todos los radares apuntan a una operación orquestada desde el macrismo residual que, si bien ha ido perdiendo su potencia electoral en manos libertarias, todavía conserva una cuota de poder relevante dentro del aparato judicial (Corte incluida), y en los medios de comunicación masivos. Por el momento es prudente llamarse a la calma. Hay que esperar que baje un poco la espuma. Sin embargo sobrevuela la pregunta que se hacía Natalio Botana cuando analizó la reforma electoral que condujo a la sanción de la Ley Sáenz Peña de 1912, y que posibilitó la derrota conservadora y el triunfo de Hipólito Irigoyen en 1916: se trata de un plan estratégico o un salto al vacío? Hay que darle tiempo al tiempo.

Trabajé durante muchos años en radio con Coco López. Coco siempre contaba que una vez tuvo una charla a raíz de una noticia judicial con su hijo mayor (abogado), en la que palabras más, palabras menos, Maxi le sugirió: “si no leíste la causa, mejor no te largues a opinar del tema”. Voy a seguir el consejo. No leí la causa. No sé lo que dice, no conozco las evidencias, no leí el expediente, por lo que mejor no meterme en camisa de once varas. Si, en cambio, conozco el contexto político. En ese sentido queda claro que las condiciones en las que se sustanció la causa se enmarcan claramente dentro de la figura de la persecución política. Es evidente también que todos los jueces y fiscales que participaron del proceso, desde el inicio con Ercolini, hasta dos de los jueces de la Corte Suprema (Rosatti y Rosenkrantz), pasando por el fiscal Bruggia en 2da Instancia, los tres jueces de Casación (Borinsky, Hornos y Villar), hasta el Juez Giménez Uriburu y el fiscal Luciani, tienen una relación directa con Mauricio Macri y/o el Grupo Clarín. O fueron nombrados por el ex presidente (algunos con procedimientos poco transparentes), o lo visitaban regularmente en Olivos, o jugaban el fútbol en la quinta presidencial. Ercolini y Bruggia, además, participaron del famoso viaje a la mansión de Joe Lewis (amigo de Mauricio Macri) a Lago Escondido. Si un abogado me dice que los hechos referidos no configuran prueba, estoy obligado a reconocerlo. Pero claramente son demasiadas casualidades como para no tener al menos el derecho a la sospecha.

Para ir cerrando. Apenas se conoció la resolución de la Corte Suprema de Justicia, los analistas se apuraron a profetizar una respuesta inmediata de los mercados. Una respuesta positiva claro. La cuenta era sencilla, Cristina presa significaba una señal positiva para la seguridad jurídica, y su inhabilitación perpetua quitaba del medio un obstáculo importante para los futuros eventuales inversores. Tan apresurados como los Supremos, los economistas y periodistas especializados, no dudaron en pronosticar una reversión de las tendencias bursátiles y un renacer de la esperanza financiera. Bueno, nada de eso ocurrió. La profecía de un derrumbe inmediato del Riesgo País, rápidamente quedó en el olvido. El índice elaborado por la JP Morgan siguió navegando en la franja que va entre los 650 y los 700 puntos, es decir, casi el doble que el mínimo de la gestión de Mauricio Macri, pero también muy por encima de los 500 puntos de final de la gestión de Cristina Fernández de Kirchner. Bonos y acciones argentinas no tuvieron grandes variaciones, aunque la tendencia fue levemente negativa, nada que no pudiera ocurrir en cualquier jornada. La lectura es clara: los mercados están mucho más preocupados por el endeudamiento creciente del gobierno y las dificultades para salir de la recesión, que por las peripecias electorales del PJ. La pelota ahora está en la cancha de La Libertad Avanza, es tiempo de empezar a jugar seriamente.