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Opinión: «Atardecer de una semana agitada»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

En la Argentina estamos acostumbrados a algunas cosas. Que suba el precio del pescado algunos días antes de Semana Santa, que suban los precios de TODO antes de las Fiestas y las vacaciones, y que haya una corrida cambiaria después de cada elección. Sin embargo esta no fue una corrida común. Fue el gobierno nacional el que toma la decisión de devaluar antes de la apertura de los mercados. Dos conjeturas tratan de explicar esa medida, no necesariamente contradictorias entre sí, tal vez convergentes. La primera es que finalmente Sergio Massa tuvo que sucumbir ante las presiones del Fondo, que venía reclamando desde hace un tiempo una devaluación (de hecho forma parte de la receta tradicional del organismo). La segunda es que, del mismo modo que los bomberos en construyen un cortafuegos prendiendo estratégicamente algunas secciones de terreno para que el incendio no avance, se ensayó una devaluación preventiva para tratar de frenar un ataque especulativo post-electoral. La respuesta de los mercados llevó al dólar blue a una loca carrera, que lo llevó a tocar los $800, para luego cerrar la semana en $720.

A veces en medio de la crisis es un poco difícil establecer con claridad si la situación se salió de madre o simplemente está tramitando su fase más aguda para luego estabilizarse. Por lo cual vamos a ser prudentes y no adelantar un juicio definitivo, pero daría toda la impresión de que aún el gobierno no recuperó el control del juego. Luego de llevar el dólar oficial a $350, y asegurar que no se movería hasta las elecciones generales del 22 de octubre, tuvo que recalcular hasta llevarlo a $365,5. Al mismo tiempo dispuso una importante suba de la tasa de interés de referencia del Banco Central. Paralelamente, se anunció la creación de una nueva unidad dentro del gobierno, presidida por el titular de la Aduana, Guillermo Michel, secundado por el secretario de Comercio, Matías Tombolini, el vice-ministro de Economía, Gabriel Rubinstein y el titular de la AFIP, Carlos Castagneto, destinada a negociar acuerdos de precios con los principales sectores de la economía. El mismo martes los integrantes de la nueva unidad anunciaron un acuerdo de precios por 90 días, en el que se estableció que la suba mensual no excedería el 5%. A ver, sinceramente no logro darme cuenta de qué se pretende con este tipo de acciones. Lo cierto es que hoy los precios vuelan y los faltantes de mercadería son una constante en casi todos los comercios. Las listas de precios se renuevan permanentemente y el desabastecimiento en algunos rubros comienza a hacerse notar.

Sergio Massa, por su parte, sigue desaparecido, salvo un fugaz paso por los estudios de TN. Como un boxeador que aún no se recupera del tortazo del round anterior, alarga el break tratando de reorganizar la tropa y las ideas. La semana que viene, aparentemente martes y miércoles, tiene planeado viajar a Washington para certificar el acuerdo ya anunciado con el FMI, que implicará la llegada de fondos frescos que despejarían el frente financiero externo hasta que termine 2023. Dentro del gobierno, y de algunos analistas, por qué no, existía la esperanza de que un acuerdo firmado bajaría el nivel de incertidumbre y aplacaría los ánimos, pero no parece estar sucediendo. La andanada especuladora todavía conserva algo de fuerza y los sospechosos de siempre no parecen estar dispuestos a abandonar la oportunidad de esmerilar un poco más a un gobierno que no muestra signos de recuperación. De más está decir que Alberto Fernández no aparece ni para sacar a pasear a Dylan por el parque de la quinta presidencial de Olivos.

La cuestión es que la batalla electoral que se viene va a ser muy complicada. El gobierno necesita encontrarle la vuelta a la campaña para intentar llegar al ballotage (demos por sentado que nadie gana en primera vuelta en estas condiciones). Probablemente uno de los ejes podría ser plantear que en octubre no se enfrentan tres modelos, sino dos. Por un lado el del pan kirchnerismo, y por el otro un modelo que tiene en mente un solo objetivo: hacer retroceder a la Argentina a antes de 1945. Es eso, no mucho más. Borrar de la historia al peronismo. Transformar a nuestro país en algo un poco más parecido a Latinoamérica, eliminando los derechos sociales y laborales y sacando del mapa al sindicalismo, abriendo la economía y condenando al Estado a cumplir con una función meramente subsidiaria. No es mucho más sofisticado que eso: volver a una Argentina pre-peronista. Por lo tanto, básicamente, y más allá de las diferencias personales, Bullrich y Milei son lo mismo (me van a decir que la delcañeo, pero estoy convencido de lo que digo). Finalmente, y fundamental, lo importante no son las personas, sino las políticas. Lo único que Milei le trae de nuevo a la política es él mismo, su estilo, ahí radica la novedad. Las ideas tienen más de 100 años, y el proyecto también. Por eso, no nos enojemos, no nos asustemos, y tratemos, al menos, de aportar al debate, que no es poco.