Por Diego Añaños
Por Diego Añaños
Este fin de semana, Alberto Fernández inicia una mini gira que lo llevará primero a Roma, y luego a Glasgow. En la capital Italiana, y durante los días sábado 30 y domingo 31 de octubre, asistirá a la cumbre de jefes de Estado del G-20, cuyo eje principal de debate será la recuperación global pospandémica. Según trascendió, el presidente insistirá en la necesidad de construir un marco multilateral para las reestructuraciones de deuda de los países de renta media, necesidad que se profundiza ante un panorama el que existe un alto riesgo de una crisis de deuda generalizada en países desarrollados. Nuestro país enfrenta vencimientos de capital por U$S17.800 millones en 2022 y de U$S18.800 millones en 2023, según los datos publicados por el Ministerio de Economía. En ese sentido, los planteos del equipo negociador argentino se focalizan puntualmente en la búsqueda de garantizar la reducción de las sobretasas de 4,05%, al 1,05%. Si efectivamente se consiguiera esa quita de tres puntos porcentuales, significaría un ahorro de más de U$S1.300 millones anuales. Durante las jornadas, Alberto Fernández se reunirá con Kristalina Georgieva para continuar las conversaciones tendientes a reestructurar la deuda caída durante la gestión de Mauricio Macri. Será el segundo encuentro entre ambos líderes en menos de seis meses.
Posteriormente el presidente se trasladará a Glasgow, donde se celebrará la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, entre el 1 y el 2 de noviembre. Si bien aún no hay agenda oficial, la cancillería argentina está moviendo las fichas para conseguir una reunión bilateral entre Alberto Fernández y Joe Biden, aunque sea breve. Desde hace meses, el embajador argentino en Washington, Jorge Argüello negocia la posibilidad de un encuentro entre los presidentes en la capital norteamericana, algo que Biden sólo ha concedido a muy pocos mandatarios, entre ellos Angela Merkel.
Martín Guzmán, que llegó a Roma el miércoles, sigue atentamente los movimientos de la diplomacia, porque sabe que el apoyo de los EE.UU. es fundamental a la hora de cerrar un acuerdo exitoso con el FMI. Las señales que provienen de la comunidad internacional son auspiciosas. Recientemente, el secretario del gobierno español para Iberoamérica y el Caribe, Juan Fernández Trigo, sostuvo que el Fondo debe ser sensible y permitir que la Argentina levante cabeza. El funcionario le comunicó al vicecanciller argentino, Pablo Tettamanti, el apoyo absoluto de la gestión de Pedro Sánchez a nuestro país en las negociaciones con el organismo. La semana pasada fue Jake Sullivan, un influyente asesor de Seguridad Nacional de Joe Biden el que le transmitió al secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Véliz, el apoyo de EE.UU. para llevar adelante una negociación exitosa con el FMI.
Sin embargo ningún acuerdo será gratuito. Como en todo juego de rol, algunos juegan al policía bueno y otros juegan al policía malo. Marc Stanley, nominada a comienzos de agosto por Biden como embajador en la Argentina, expuso ante el Senado norteamericano los ejes principales de lo que sería su eventual gestión. Consideró a la deuda como uno de los principales problemas de nuestro país, por lo que manifestó su compromiso claro de trabajar para ayudar a la Argentina en las negociaciones con el FMI. Más allá de algunas expresiones desafortunadas, como cuando se refirió a nuestro país como “un hermoso autobús turístico al que las ruedas no le están funcionando correctamente”, dejó algunas cuestiones planteadas. Algunas vinculadas a la falta de un programa económico claro por parte de la administración Fernández. Mientras que otras están particularmente referidas a la política exterior argentina en asuntos claves para la administración Biden. Stanley afirmó: “Argentina aún no se ha unido a Estados Unidos y otros países para presionar por reformas significativas en países como Venezuela, Cuba y Nicaragua”. Omitió referirse específicamente a China, pero está claro que el manejo de las relaciones comerciales con el gigante oriental (y otras cuestiones, como por ejemplo el 5G), será otra de las prendas estratégicas de la negociación por el apoyo de los EE.UU. en el FMI.
Considero que hay que abandonar la idea, pueril para mi gusto, de que, dado que la razón asiste a la Argentina en el proceso de reestructuración de su deuda, el país podrá imponer sus condiciones en la mesa de negociaciones sin hacer ninguna concesión. No sólo no será así, sino que me parecería profundamente injusto pasarle una factura por debilidad al gobierno de Alberto Fernández, por ceder algunas cosas para obtener otras.