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Opinión: «Acelerando hasta el final»


Por Diego Añaños - CLG

Por Diego Añaños – CLG

Hace años que siento que predico en el desierto, como Juan el Bautista. Estoy convencido de que tengo la fórmula para terminar de una vez con el desempleo y la pobreza, y ningún gobernante ha querido hasta ahora prestar atención a mis ideas. Piensen por un momento: se les ocurre un método más simple, más rápido y más directo que matar pobres y desocupados??? Es una sola medida. Bastaría con un solo decreto, en el que se instruiría a las policías, a las Fuerzas Armadas, a Gendarmería y a Prefectura, que no quede uno con vida. Incluso si usamos armas y proyectiles fabricados en el país, estaríamos fomentando la industria nacional. Seguramente no vamos a encontrar ni siquiera un argentino o argentina de bien que no esté de acuerdo con terminar con tales flagelos. Los intentos ensayados hasta hoy han fracasado estrepitosamente, por lo cual es tiempo de darle paso el cambio. Como todos sabrán, acá no labura el que no quiere, y los pobres son pobres por elección, así que llegó el momento de arremangarse y meterle mano a la cosa.
No, no estoy loco, tranquilos. Sólo quiero poner sobre la mesa el esquema argumentativo de nuestro presidente. No se trata ni siquiera del contenido, sino del modo de presentar el argumento. Esa lógica reúne, al menos dos problemas: una falacia y uno de tipo ético. La falacia consiste en confundir el problema con el emergente. A ver. Durante años estuvieron tratando al hijo de un amigo que vive en San Martín de los Andes por unos feroces ataques te tos (que incluso le produjeron la fractura de dos costillas). Siempre los tratamientos estuvieron focalizados en el sistema respiratorio. Fueron años de frustración y sufrimiento, hasta que un médico sugirió que la tos podía tener origen en un reflujo gástrico. Santo remedio, en vez de un neumonólogo, Pablo necesitaba un gastroenterólogo. La pobreza y la desocupación no son el problema, son el síntoma de que algo anda mal en la estructura económica. Si fueran el problema, lo arreglamos a los tiros. El segundo inconveniente, es que, aún detectado con precisión el problema, no cualquier solución es válida. Entonces, si alguien tiene una infección en una pierna, deberíamos orientarnos a tratar la infección, no amputarlo.

Hasta el momento Milei se ha mostrado públicamente imperturbable, jurando que no piensa negociar ni una coma de su programa de gobierno. Casi como replicando la sentencia de Leandro N. Alem: “Que se rompa, pero que no se doble”. En los hechos, su actitud no ha sido coherente, ya que había tolerado el recorte de cerca de 300 artículos de la Ley Ómnibus antes de bajarla del debate. En las últimas horas, circulan versiones de que la Casa Rosada habría iniciado gestiones con algunos gobernadores para reflotar la discusión de la Ley, aceptando incluir el paquete relacionados con Bienes Personales, impuesto País y Ganancias, para que su recaudación sea coparticipable. A cambio, están exigiendo que se le garantice volver a discutir los 644 artículos originales que componían el proyecto enviado oportunamente al Congreso. No suena como una propuesta delirante en medio de todo este monumental delirio, y le permitiría a los unos cuántos gobernadores salir del lugar de opositores desestabilizadores que tanto los incomoda. Y esto no tiene nada que ver con Macri o la eventual alianza entre LLA y el PRO. Milei tiene muy claro que sin Macri es imposible, pero que con Macri no alcanza, por lo que irremediablemente va a tener que capitular. La opción es clara: la negociación o el abismo. En la apertura de sesiones ordinarias del Congreso Nacional del viernes por la noche, el presidente no pareció bajar los decibeles de la confrontación. Si bien convocó a toda la oposición a un acuerdo de unidad nacional a firmarse en Córdoba, el Pacto de Mayo, el texto del mismo ya está escrito previamente. Además, estableció como condición para la firma que la oposición acepte votar el articulado completo de la Ley Ómnibus. Casi una extorsión frente a las cámaras de televisión de todo el país. Evidentemente, Milei arrancó el freno y el embrague de la pedalera, y sólo se quedó con el acelerador.

Mientras el presidente escribía su discurso de apertura de sesiones, el Papa soltó la lengua. Luego de la tierna recepción que le ofreció en el Vaticano, el Sumo Pontífice se despachó con munición gruesa. Durante la inauguración de la sede porteña del Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana envió un duro mensaje al gobierno nacional. Cero encriptación, cero entrelíneas, cero metáforas. Bergoglio, que de política entiende, y mucho, puso el foco (metió el dedo, dirán otros), donde más duele. Javier Milei suele decir que, se puede estar o no de acuerdo con él, pero que la gente votó mayoritariamente el cambio que él representa. Y ahí fue, el Papa, al hueso. Sostuvo que la legitimidad de origen (la que proviene del triunfo en elecciones libres, abiertas y competitivas) no alcanza, (leo textual): “el ejercicio también tiene que ser legítimo. De qué sirve tener el poder si se aleja de la construcción de sociedades justas”. Posteriormente, también atacó la afirmación presidencial de que no hay plata. Sostuvo: “los derechos sociales no son gratuitos, la riqueza para sostenerlos está disponible, pero requiere de decisiones políticas adecuadas”. Para luego cerrar: “El Estado es hoy más importante que nunca y está llamado a ejercer el papel central de redistribución y Justicia Social”. Sí, la misma Justicia Social que el presidente considera una aberración.