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Nueva York: crítica situación de los taxistas por el desembarco de las aplicaciones


 

Mohammad Mahbu llegó de Bangladesh a Nueva York y desde ese momento maneja un taxi amarillo. A pesar de que maneja hace más de dos décadas, hace unos cinco años afronta una grave situación y no encuentra salida: debe unos 650.000 dólares por un medallion, el permiso que le da derecho a operar el vehículo.

La situación de Mahbu se repite constantemente. Se estima que en Nueva York hay unos 6000 taxistas independientes con un medallion. Estos permisos llegaron a considerarse una inversión más rentable que un piso en Manhattan. Sin embargo, hoy ya hay unos 950 que se declararon en bancarrota. En promedio, la deuda es de medio millón de dólares.

Todas las horas que puede se encuentra arriba del taxi para poder sobrevivir, como Hakan Humusoglu o Vinod Malhotra. Todos asegura que es muy difícil llegar a fin de mes teniendo que pagar las letras de los préstamos. “Todo lo que pasa por sus taquímetros va directo a pagar deudas, al coche y al seguro”, señala Bhairavi Desai, del sindicato New York Taxi Workers Alliance.

En el epicentro de la crisis están las prácticas predatorias seguidas por las entidades que les facilitaron los créditos y los intermediarios. The New York Times publicó en mayo una investigación en la que reveló cómo la ciudad y los reguladores fueron cómplices al permitir que se inflara el valor de los medallions en las subastas. Por uno de estos permisos se llegó a pagar casi un millón en 2014.

Todo esto fue antes de que servicios alternativos como Uber cambiaran las reglas de juego e inundaran las calles con sus coches negros. La ciudad aprobó estos permisos y se benefició con su venta. Mahbu podría haber sacado a subasta el suyo, pero no le resolvería ni una tercera parte del problema. Con suerte lograría transferirlo por 175.000 dólares. Es el precio que se pagaba hace 15 años.

Muchos de estos taxistas viven en Queens y el Bronx, barrios que representa la progresista Alexandria Ocasio-Cortez. Durante una audiencia en el Congreso cargó contra las prácticas predatorias que llevaron a miles de taxistas a la ruina. “Es gente corriente”, señaló, “la mayoría inmigrantes que tratan de empezar una vida”. Calificó la conducta de los prestamistas de criminal y defendió rescatar a los afectados. “Los reguladores lo sabían”, afirma, “la ciudad lo sabía”.

Fue la muerte de Douglas Schifter la que empezó a poner en evidencia las dificultades emocionales y financieras de los profesionales del taxi. Sucedió en febrero de 2018. Se quitó la vida a las puertas del Ayuntamiento. En una nota en las redes sociales explicaba que las calles de Nueva York están plagadas de conductores “desesperados por dar de comer a sus familias” y acusó a Uber de forzarlos a operar a bajo costo.

“Están pavimentando las calles con su sangre, su sudor y sus lágrimas”, insiste Desai. La Taxi and Limousine Commission, la agencia que regula el negocio, niega cualquier culpa. “Los principales responsables son los bancos y las cooperativas de crédito”, insisten. Pero la agencia no hizo nada para prevenir la burbuja especulativa.

Entre 2002 y 2013, con Michael Bloomberg de alcalde, se subastaron 1.260 permisos. El precio máximo pagado fue de 524.000 dólares. Con Bill de Blasio se ofrecieron 200 permisos en 2014. El más alto se pagó a 965.000 dólares. El concejal Mark Levine lidera ahora una iniciativa legislativa para salir al rescate de los afectados por estos abusos.

La idea es que la ciudad adquiera los préstamos con un descuento para poder refinanciarlos en mejores condiciones, «tenemos una deuda moral con estos conductores que sufrieron las consecuencias de una crisis que ayudamos a crear”. El alcalde rechaza la idea del rescate y calcula que una intervención financiera directa costará 13.000 millones a la ciudad.

De Blasio canceló las ventas de medallions con la irrupción de Uber. No se realizó ni una sola subasta desde que empezó el desplome de precios en 2015. “Hemos intentado muchas cosas para ayudar a los taxistas”, asegura, citando el límite que se impuso el año pasado a los coches que pueden operar bajo las nuevas plataformas y el salario mínimo garantizado para los conductores.

“Hay que ser realistas”, insiste De Blasio, “no tenemos ese dinero”. La New York Taxi Workers Alliance califica la cifra del rescate de exagerada y la rebaja a entre 1800 y 2700 millones. “No tiene perdón decir que es imposible”, discrepa Levine, señalando a todo lo que se hizo durante la crisis financiera, cuando se tiró el flotador a los grandes bancos. “Los conductores tienen el derecho a vivir con dignidad y a un futuro sin pobreza”, concluye Desai.

Con información de El País