Por Julio Bárbaro
Los gobiernos suelen tener consejeros dispuestos al halago, tanto el Gobierno anterior como el actual sufrieron un ataque de realidad en las elecciones. El anterior, Jaime Durán Barba y Marcos Peña aseguraban un más menos dos de diferencia, lo peor es que siguen aconsejando. El actual no asumía la derrota y mucho menos la diferencia de la misma. El golpe fue duro, igual no se esmeran demasiado en cambiarlo.
Lo bueno es el triunfo de los peronistas sobre esa enfermedad llamada “progresismo”, un virus que se reproduce entre universitarios y termina espantando a los sectores necesitados.
Hay un cambio importante, la llegada del gobernador de Tucumán, Juan Manzur, su sola presencia nos saca de esa frivolidad que supieron compartir Marcos Peña y Santiago Cafiero. Una idea de jóvenes exitosos e improductivos, buena manera de acompañar la decadencia.
Los resultados dejan a los encuestadores ligados al poder de turno y al oficialismo permanente. Nadie previó el sacudón, ni antes ni ahora; el Gobierno anterior logró achicar diferencias, el actual parece poco interesado en lograrlo.
Sin duda La Cámpora no salió bien parada de esta guerra: tener muchos cargos pareciera no corresponderse a tener muchos votos. El resto de las políticas de género y sutilezas reiteradas parece que no sirve para convocar multitudes.
Somos una sociedad en decadencia, cuarenta y cinco años en caída, y los economistas liberales inician la cuenta con José Ber Gelbard, cosa de negar que los cuarenta y pico de miles de millones de dólares que terminamos debiendo se los robó José Alfredo Martínez de Hoz, complementando el proceso de los desaparecidos.
Me da risa cuando cuentan el estallido del uno a uno dejando de lado el detalle de la muerte del general Juan Domingo Perón. Eso no salva la responsabilidad del peronismo, claro que después del setenta y cinco, no antes, que antes ni las dictaduras se habían vuelto destructivas.
Cuarenta y cinco años de decadencia, con radicales, liberales, peronistas y algunos otros ingredientes. Las elecciones son tristes, se debate quien administra la miseria, no cómo salir de ella. La burocracia política y sindical tanto como los empresarios prebendarios, todos ellos viven de generar miseria y deuda, nada nuevo hay bajo el sol.
La desnacionalización de las empresas y la destrucción del Estado son males que nadie toma en cuenta; de esta miseria los fuertes sacan ganancias sobre los necesitados. Inventamos un liberalismo que no existe en el mundo, destruimos la industria para importar todo, generando deuda y desocupación.
Nuestra sociedad como está hoy es inviable, solo va a seguir generando deuda y pobreza. Pero ambos partidos sacan ganancias de la decadencia, no hay un bueno y un malo, solo dos opciones del fracaso. Es por eso que no hay esperanza.
Necesitamos que los dos años que faltan se vuelvan productivos, que el Gobierno pierda su mayoría para estar obligado a negociar. Y en una de esas, la desesperación nos obliga a pensar y terminamos saliendo de la estupidez para retornar a la política, que es compleja y hoy está ausente.
(* – Julio Bárbaro es escritor y analista político peronista, ex diputado nacional)