Héctor Enrique, mediocampista campeón del mundo en México 1986, también fue ayudante de Maradona y dirigió al rosarino en el Mundial de Sudáfrica 2010. Opinó de los dos cracks del fútbol criollo
Héctor Enrique fue compañero de equipo de Diego Maradona en el Mundial de México 1986 y con él dirigieron a Lionel Messi en Sudáfrica 2010, pero para el Negro «no hay comparación entre ambos», porque como el actual entrenador de Gimnasia «no hay».
«Por más que digan, no hay comparación entre Maradona y Messi, porque como Diego no hay. Y ojo que yo no regalo elogios. De eso puede dar fe mi hijo Ramiro, que juega en la reserva de Banfield y no le perdono una», le indicó Enrique a Télam en la ciudad bonaerense de Burzaco donde nació y reside.
La aclaración llegó a propósito de su «veneración» por Maradona, del que fue su ayudante de campo en el Mundial de Sudáfrica 2010 y al que acompañó «por última vez en el Fujairah, de Dubai».
«Después de eso Diego no me llamó más, ni en Dorados de México ni ahora en Gimnasia, pero si se decidió por otra gente para acompañarlo está bien. Yo siempre le voy a estar agradecido», continuó el «Negro» Enrique, que hoy es dueño de un complejo gastronómico-deportivo en Adrogué que lleva un nombre que lo dice todo: «La Mano de Dios».
«La diferencia entre Maradona y Messi es que Diego jugó en una época en que en los primeros 15 minutos las patadas estaban permitidas, y si se quejaba, porque no las podía esquivar todas, encima el árbitro se enojaba con él», remarcó.
De Messi, en cambio, dice que lo que soporta «son las críticas, pero a él también hay que agradecerle por todo lo que hizo. Ojalá un hijo mío (el mayor, Fernando, juega en Brown de Adrogué) fuera el 20 por ciento de Lionel. Él no le debe nada a nadie», advirtió.
«Mi nieto Valentín se pone la camiseta de Messi todo el tiempo, y cuando nosotros lo dirijimos a ‘Lío’ con Maradona pudimos conocerlo bien y darnos cuenta que cuando no sale campeón el seleccionado, el primer enojado es él. Nosotros queríamos que hubiese hecho 75 goles en Sudáfrica, porque sabíamos lo que él sentía y todo lo que daba», confió.
«Cuando yo era chico quería ser futbolista para dejar de ser tornero y que mis padres dejaran de trabajar, pero más tarde soñaba con ponerme la camiseta de la selección, y Messi fue igual, porque se podía haber puesto la de España pero eligió la argentina, aunque tuviera que viajar mucho cada vez que se la tenía que poner. Y nunca dejó de hacerlo», sostuvo este devoto admirador de Maradona que tiene otro hijo (son cinco los Enrique), Facundo, que también «la rompe», pero al rugby en Pucará.