Opinión

No hubo acuerdo con los bonistas: show must go on


Por Diego Añaños

Finalmente llegó el 22 de mayo y, como era previsible, no consiguió arribar a un acuerdo con los tenedores de bonos bajo legislación extranjera. La Argentina se encuentra hoy en una situación particular, que en la jerga financiera se denomina “default técnico”. Simplificando, si bien se incumplió con los compromisos de pago en las fechas previstas, el proceso de negociación continúa abierto, la vocación de pago intacta y los bancos encargados de llevar adelante la operación ante un eventual arreglo están designados. La presentación original argentina fue rechazada por los acreedores, pero cada uno de los grupos de tenedores de bonos le acercó una contrapropuesta al equipo de negociadores del gobierno. El ministro Guzmán sostuvo que el diálogo con los acreedores seguía siendo positivo, y que el gobierno permanecía dispuesto a considerar nuevas propuestas siempre que se respetara el principio de sustentabilidad. Desde el gobierno destacan un dato, y es que, más allá del fracaso de las negociaciones, el 100% de los bonistas realizó una presentación, lo que se interpreta como un reconocimiento de la buena fe y la voluntad de acuerdo de la Argentina.

Si bien cada uno de los grupos realizó su presentación por separado, todas confluyeron en la zona de U$S58/60 de Valor Presente Neto. La propuesta del gobierno argentino suponía una quita de capital de 5,4% y de 62% para los intereses, más un período de 3 años de gracia, lo que resultaba en un VPN de U$S40. Las versiones afirmaban que el gobierno estaría dispuesto a mejorar la oferta, hasta llegar al rango de los U$S47/48. Veamos un resumen de las propuestas:

En semanas como la que pasó, deberíamos tener la vista puesta en dos registros de lectura. Por un lado, y el más evidente, tiene que ver con las negociaciones entre el Gobierno Nacional y los acreedores privados tenedores de deuda que se rigen por legislación extranjera. Claramente el foco de la noticia está puesto en el resultado final que, según los medios masivos de comunicación (y hay que decirlo, también algunos funcionarios del gobierno), define la suerte de la Argentina por los próximos años. Es probable que esto tenga algo de verdad, pero seamos claros: el país no desaparece si no se llega a un acuerdo en la fecha programada. La segunda cuestión tiene que ver con la montaña rusa financiera de los próximos días, alimentada por rumores e “informaciones”, que producen alternativamente subas y bajas violentas en “los mercados”, y que son una fábrica de riquezas para los que viven de la especulación en tiempos de incertidumbre. Evidentemente el mundo no aprendió la lección de 2008, esperemos que la crisis actual permita que el capitalismo, al menos en un gesto de autopreservación, regule nuevamente el desquicio financiero en el que vivimos desde comienzos de la década del 80´.

Lo del viernes fue sólo uno de los deadlines posibles en un proceso de negociación que, previsiblemente, tome aún un tiempo más para poder alcanzar una posición de consenso. Basta recordar el fracaso de la negociación con los fondos buitres durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, que según los gurúes del desastre auguraba el fin del mundo. Bueno, nada de eso ocurrió. Por aquellos días estaba en un estudio de televisión de uno de los dos canales de aire de la ciudad. Iba a compartir la entrevista con un analista financiero de una de las grandes compañías de la ciudad. Apenas el periodista lanzó la pregunta: “Qué va a pasar si no se paga?”, pensé que se abría una debate áspero. Sin embargo, tanto mi colega (Federico Fiscella, un brillante y joven analista financiero), hoy un amigo, como yo contestamos lo mismo: “NADA”. Del mismo modo se podría responder a la requisitoria si me preguntaran lo mismo hoy. NADA. En primer lugar, porque los procesos de negociación son complejos, y normalmente tienen una dinámica que no se ajusta a las agendas preestablecidas. En segundo lugar, porque la situación por la que atraviesa el mundo hoy (decíamos la semana pasada, la primer crisis global en casi 100 años), hace que el mero no cumplimiento de un vencimiento, en un contexto de negociación aún amistosa, no adquiera la misma relevancia que en otros momentos. Hoy los problemas son globales, y en ese marco la postergación de una fecha es sólo un detalle.