Los trabajadores de la salud encabezan una huelga y anunciaron que se negarán a trabajar salvo en emergencia médica
Los llamados a la desobediencia se multiplicaron en Myanmar con una huelga de trabajadores de la salud en protesta contra el golpe de Estado de esta semana y contra el encarcelamiento de la líder del Gobierno civil Aung San Suu Kyi, cuyo partido dijo que está en «prisión preventiva» hasta el 15 de febrero acusada de violar una ley comercial.
El lunes pasado, el Ejército puso fin a la frágil transición democrática de la ex-Birmania tras casi medio siglo de dictadura, impuso un estado de emergencia por un año y arrestó a las principales autoridades del país, entre ellas Suu Kyi, y a políticos de su partido, la Liga Nacional para la Democracia (LND).
El Ejército justificó la toma del poder alegando fraude en las últimas elecciones, pero la mayoría de las capitales extranjeras condenó el golpe y Estados Unidos amenazó con sanciones, dando impulso a un movimiento de resistencia dentro de Myanmar que está siendo difundido en las redes sociales, especialmente entre la comunidad estudiantil.
Ayer se llamó a la población a golpear las cacerolas desde sus balcones o en la puerta de su casa, mientras que los trabajadores de la salud anunciaron que se negarán a trabajar salvo en emergencia médica. «Solo obedeceremos al Gobierno democráticamente elegido», aseguró Aung San Min, responsable de un hospital en la región central de Magway.
En medio de la pandemia de coronavirus, la huelga de médicos podría tener un impacto significativo, aunque el Ejército también cuenta con una sólida red de hospitales militares. Miembros del personal médico del hospital general de Rangún se reunieron frente a las instalaciones, haciendo el saludo con tres dedos, un gesto de resistencia adoptado por los activistas prodemocráticos de Hong Kong y Tailandia, informó la agencia de noticias AFP.
También se puso en marcha un grupo llamado Movimiento de Desobediencia Civil en Facebook, que ya cuenta con unos 150.000 inscritos. Ayer, en el distrito comercial de Rangún, la capital económica, los habitantes protestaron con un cacerolazo y haciendo sonar las bocinas. Algunos corearon: «¡Viva Madre Suu!».
El partido de Suu Kyi, de 75 años, quien aparentemente está bajo arresto domiciliario, llamó a la población a no aceptar el golpe de Estado en una carta escrita antes de su detención. Hoy, las autoridades birmanas la acusaron oficialmente de haber violado una ley comercial y ordenaron su «prisión preventiva» hasta el 15 de febrero, informó un vocero de su partido.
Al presidente Win Myint, también detenido, se lo acusa de haber violado la ley sobre la gestión de las catástrofes naturales, según informó el propio dirigente. Pese a los levantamientos, el miedo a las represalias es palpable en esta nación que ha vivido, desde su independencia en 1948, bajo el yugo de la dictadura militar.
El Ejército justificó el golpe diciendo que era «inevitable» debido a que el Gobierno civil encabezado por Suu Kyi no hizo nada sobre las denuncias de los militares de fraude en las elecciones de noviembre pasado.
Hoy, un diario estatal informó que el nuevo líder de Myanmar, el general golpista Min Aung Hlaing, en la primera reunión de su Gobierno de facto en la capital, Naipyidó, anunció ayer una investigación de las denuncias de fraude en las elecciones.
El jefe militar dijo que una nueva comisión electoral integrada por lo que describió como miembros independientes y sin sesgo «examinará los datos de la elección para determinar los resultados correctos», informó el periódico Global New Light of Myanmar.
Las nuevas autoridades, que se comprometieron a celebrar elecciones dentro de un año, ya publicaron una advertencia contra cualquier discurso o mensaje que pueda «fomentar disturbios o una situación inestable».