En Argentina en los primeros 6 meses de este año creció un 57% la cantidad de casos de intoxicación en relación a la media promedio
Por Mora Riavitz – Noticias Argentinas
El martes pasado, en una casa de la calle Sanabria al 3700, en Villa Devoto, cinco personas -dos adultos mayores, un matrimonio y su hija de cuatro años- murieron por inhalación de monóxido. Según las primeras pericias, el gas se habría acumulado a raíz de una falla en la caldera en un ambiente hermético: las ventanas habrían sido selladas con papel film y nylon.
Según el último Boletín Epidemiológico del Ministerio de Salud de la Nación, entre el 1° de enero y el 21 de junio de este año se reportaron 473 casos de intoxicación por monóxido de carbono en todo el país. La cifra representa un aumento del 57 % respecto de la mediana de los años anteriores y expone un patrón que se repite con cada ola de frío: falta de mantenimiento, controles escasos, desinformación y equipos de prevención fuera del alcance de muchos hogares.
A diferencia del gas natural, al que se le agrega un odorizante para facilitar su detección, el monóxido de carbono no tiene olor, color ni sabor. Esa condición lo vuelve peligroso en extremo. Puede generarse por artefactos de calefacción mal instalados, cañerías viejas o en mal estado, y en contextos de baja circulación de aire. Una exposición prolongada puede provocar síntomas en cuestión de minutos: dolor de cabeza, mareos, náuseas, vómitos, debilidad, irritación, somnolencia e incluso la muerte por paro respiratorio.
“Si el caño está vencido, si el calefón no tira bien o si no hay ventilación, el monóxido se empieza a meter por todos lados y nadie lo ve ni lo huele”, explicó a la Agencia Noticias Argentinas Hugo P., gasista matriculado. Según detalla, los artefactos más riesgosos son aquellos que no son de tiro balanceado, es decir, estufas, calefones, hornos. Aunque se coloquen rejillas de ventilación, el riesgo persiste si no hay una salida adecuada al exterior.
Detectar una fuga a tiempo no siempre es fácil. “Uno nunca está atento. Pero si sentís un olor feo, como a podrido, o un silbido cerca de la cocina o la estufa, hay que sospechar. A veces la gente se empieza a marear y piensa que es una virosis. Pero puede ser gas”, advierte. También recomienda observar el color de la llama: “Tiene que ser azul. Si es amarilla o anaranjada, algo está funcionando mal. Puede estar quemando mal y generando monóxido”.

La normativa indica que las instalaciones de gas deberían someterse a una revisión de hermeticidad cada cuatro o cinco años: una prueba que verifica que no haya fugas en las cañerías ni en las conexiones de los artefactos. Sin embargo, en la práctica, son pocos los hogares que cumplen con esta obligación.
“La mayoría no lo hace nunca’’. Y si lo hacés, los precios son muy variables: uno te puede cobrar $150.000, otro $250.000”, señala Hugo. También, advierte que este tipo de control solo puede realizarlo un gasista matriculado, y no es obligatorio que intervenga el Estado salvo en el caso de instalaciones nuevas.
En esos casos puntuales -por ejemplo, una casa recién construida o una conexión completamente nueva- sí se exige una inspección oficial previa a la habilitación del servicio.‘’Pero una vez que el gas está habilitado, la responsabilidad de mantener la instalación en condiciones recae por completo en el propietario’’, advierte.
A raíz del episodio, aumentó la demanda -y los precios- de los detectores de monóxido. En sitios webs, los modelos más económicos, que antes costaban alrededor de $10.000, hoy se ofrecían desde $40.000 y pueden superar los $230.000, según un relevamiento realizado por este medio. Al mismo tiempo, la conversación sobre prevención se amplificó en redes sociales, donde profesionales de la salud comenzaron a compartir advertencias y recomendaciones.
En un contexto donde el frío obliga a mantener los ambientes cerrados y las condiciones económicas limitan el acceso a sistemas de calefacción seguros, la prevención se vuelve indispensable. La combinación de instalaciones en mal estado, controles poco frecuentes, escasa información y dispositivos aún inaccesibles para muchos hogares configura un escenario de riesgo que va más allá de lo individual.
En este marco, medidas simples como ventilar los ambientes, realizar revisiones periódicas y contar con detectores adecuados pueden hacer la diferencia entre la vida y la muerte.
