Opinión

Migraciones: desafíos del nuevo tiempo


Por Claudio Avruj (*)

El mundo está generando hoy un flujo migratorio que no tiene antecedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Se multiplican los desplazados, los pedidos de asilo, las búsquedas de refugio, y las mareas humanas que procuran encontrar mejores oportunidades para sus desesperadas vidas se lanzan a la aventura en el mar y, como estamos apreciando en el centro y el norte de América, hasta caminando horas, días y meses entre países para alcanzar destino.
En ese contexto global, Argentina es un país de puertas abiertas. Su historia la ha proyectado como una nación hospitalaria. Ya desde el preámbulo de la Constitución Nacional se invita a convivir a los hombres de todo el mundo que quieran habitar el suelo argentino. No hay ninguna duda de que se va a continuar por ese camino de paz y respeto.
Nuestro gobierno está haciendo un trabajo muy serio frente a los desafíos que el mundo de hoy nos presenta. Mientras se impulsan políticas de promoción, que quedaron plasmadas por ejemplo en el reciente 2° Encuentro Nacional de Dirigentes de Colectividades ante más 300 personas en Mar del Plata, se fomenta la protección de los derechos de las personas migrantes. Es así que hemos recibido en los últimos años a 130 mil venezolanos que escapan del régimen de Nicolás Maduro; con el Programa Siria estamos cooperando con la inserción social en nuestro país de aquellos que huyen de la guerra; se avanza en alrededor de 530 mil radicaciones en menos de tres años de gestión y se trabaja desde la Dirección Nacional de Pluralismo e Interculturalidad de la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación en atender todas las demandas y necesidades de las comunidades que, no sólo habitan en el país, sino también son parte de la construcción de nuestra identidad nacional. En Argentina existe el diálogo entre culturas, la convivencia sin separatismos ni estratificaciones.
Mientras el mundo marcha hacia sistemas cerrados de comunidades que ocupan el mismo espacio pero no conviven, nuestro país ha logrado reunir a todas las expresiones con un mismo sentido social, en el que se comparten costumbres y se respetan derechos.
Por supuesto que, además de derechos, tenemos obligaciones. Una de ellas es cumplir con la ley. Frente al delito no hay nacionalidades ni xenofobia. La procedencia de una persona que delinque es una anécdota. Todos somos iguales ante la ley. Una forma de proteger el derecho de las colectividades a vivir en nuestro país es no permitir que alguno de sus miembros viole las normas que todos debemos cumplir. Es la mejor manera de cuidar a nuestros hermanos que vienen a trabajar con honestidad para seguir construyendo juntos la Argentina que soñamos.
La justicia debe obrar para evitar que aquellos que vienen a la Argentina sin vocación de trabajo y con ganas de cometer delitos les compliquen la vida a los demás que transitan por la vía de la ley. Necesitamos de una migración que tenga el deseo de proyectarse. Como pasa en cualquier parte del planeta, las oportunidades hay que aprovecharlas. No se le puede abrir la puerta ni brindarle respaldo al que no quiere vivir en el marco del derecho.
El país que estamos haciendo dialoga con el camino histórico que nuestros dirigentes han trazado. Tenemos un recorrido de receptividad, acompañamiento y abrazo de todos los pueblos del mundo. Seguimos adelante con esa premisa, sin descuidar la necesidad de que la convivencia sea pacífica, sin lugar para la violencia ni el delito.

(*) Secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural.