Opinión

Más sensaciones que agenda en la campaña


Por Leo Ricciardino

Una oposición atomizada y con sus principales referencias políticas quebradas, mantiene sin embargo la expectativa ante la opinión pública de que es capaz de jaquear a un gobierno que hizo de la unidad su vocación, pero que también se encuentra solidificado por el ejercicio cotidiano del poder. Pero son los grandes medios los que pueden amplificar distintas sensaciones. Como la peregrina idea de que la vicepresidenta manipula al presidente de la nación. No sólo necesitan en cancha a Cristina Fernández para seguir sosteniendo el negocio de la polarización, sino que además intentan bajarle el precio al presidente Alberto Fernández que fue capaz de pilotear la pandemia global y conseguir millones de dosis para proteger al pueblo del inclemente Covid. Además de llevar a cabo el rescate del sector privado productivo y de servicios, más grande de la historia.

Claro que 100 mil muertos son muchísimos y duelen cada uno de ellos. Pero hasta el propio ex secretario de Salud del gobierno de Mauricio Macri, el mismo que permitió que se rebaje de ministerio a secretaría su área, ahora oficia de arrepentido y confiesa que durante los cuatro años de la gestión macrista “la salud pública dejó de ser una prioridad”, se sinceró Adolfo Rubistein.

Hay que sumar la bajeza del senador Martín Lousteau que comparó a los fallecidos por Covid con los 30 mil desaparecidos en la última dictadura militar. “Son tres veces los muertos por terrorismo de Estado”, dijo. La senadora Silvia Sapag fue la puso en evidencia a su par de la Cámara alta al señalar que “un hombre inteligente (y Lousteau lo es) sólo puede expresarse de esa manera con mala intención” y para buscar algún rédito de campaña, se podría agregar.

Casi siempre en el país se evitan las discusiones de fondo y se asiste a una puja de sensaciones más o menos vinculadas a lo posible y, sobre todo, se trata siempre de mantener a flote el espíritu antiperonista. Si la agenda fuera la económica, el macrismo no dura dos rounds sobre el ring. Amén de haber contraído la mayor deuda externa de la historia -gran parte de la cual además se fugó la exterior- puso de manifiesto la total ausencia de empatía con el otro en medidas como las que Rubistein confiesa ahora.

Claro que el peronismo en general y no sólo este gobierno actual, deberá establecer cómo soluciona los problemas estructurales de la Argentina que se expresan claramente en una tensión redistributiva palpable a cada paso. La inflación, la demolición de los salarios y la pobreza, que parecen quedar afuera de la campaña, deberían ser el centro de cualquier discurso de candidatos y candidatas. En lugar de eso escuchamos que una periodista-precandidata que hace 27 años no vive en la provincia de Santa Fe se compró una libreta roja para “anotar los problemas de la gente que son urgentes”.

La derrota política del radicalismo después del 2001 dejó huérfanos por todos lados y sumió al centenario partido en un furgón de cola “chupado atrás del camión para sortear el viento de frente”, como también reconoció el propio Lousteau que lidera esta etapa de vivificación radical en medio de la dispersión del PRO tras el estrepitoso fracaso de su gobierno. Pero sigue siendo otro radicalismo, no el que se conoció a partir en los ’80. Sigue dentro de una colación y sólo lucha por liderarla. Por ahora no es más que eso.