La esperanza de vida crece tres años en cada generación y lo importante es que las personas que llegan a la ancianidad tengan una buena calidad de vida, sin embargo no hay garantía que esos últimos años sean en condiciones saludables.
La periodista Mayte Rius publicó al respecto un artículo en el diario La Vanguardia que detalla lo siguiente:
«Las personas mayores pueden esperar vivir unos seis años más que sus abuelos. Así lo asegura el biólogo Shirpad Tuljapurkar, de la Universidad de Stanford, cuya última investigación, difundida hace unos días, ha refutado su anterior convencimiento de que los humanos se iban acercando al límite de su longevidad.
Tras analizar las muertes en la vejez de veinte países desarrollados durante cinco décadas (1960-2010), el equipo de investigación liderado por Tuljapurkar asegura que el frente de supervivencia avanza a un ritmo prácticamente constante de unos tres años por generación y nada indica que comience a frenarse.»
Más adelante detalla: «En el caso de España, esa ganancia es aún mayor, porque el retraso de la edad de defunción teórica –la edad a la que se muere más gente– se ha intensificado. “En 1970 el pico de muertes se concentraba en la franja 77-80 años, y en el 2016 entre los 87 y los 90, así que se ha pospuesto unos diez años en los últimos 46”, explica Antonio Abellán, investigador científico del departamento de Población del CSIC especializado en envejecimiento. Y añade que las estadísticas de esperanza de vida corroboran la mayor ganancia: si en 1970 la esperanza de vida a los 65 años era de 14,7 años, en 2016 ascendía a 21,2, es decir, seis años y medio en menos de dos generaciones. Y el aumento es aún mayor (7,2 años) en el caso de las mujeres. Según Abellán, este plus de longevidad en relación a otros países tiene que ver con la rápida expansión y universalización del sistema sanitario en España, que ha logrado que las enfermedades no maten tanto como antes al tiempo que se mejoraban las condiciones de vida, la prevención de riesgos y los servicios públicos.El estirón de la esperanza de vida ya ha colocado a España como el cuarto país más longevo del mundo –con una esperanza de vida al nacer de 83 años (85,7 en el caso de las mujeres)– y, de mantenerse el ritmo, la catapultará hasta el primer puesto en 2040, según un estudio del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) de Washington publicado por la revista The Lancet a mediados de octubre.»
Más adelante y refiriéndose específicamente a su país dice: “España es un país muy longevo, ya lo éramos hace 20 años; pero lo importante no es ser el país que más años añade a la vida sino si esos años son saludables, si las personas envejecen bien, y ahí los españoles no lideran los ranking porque gozan de peor salud en esos años añadidos que ciudadanos de países que también tienen una alta esperanza de vida, como Suecia”, plantea María Victoria Zunzunegui, profesora honoraria de la Escuela Nacional de Sanidad y de la Universidad de Montreal. Según datos del índice de envejecimiento activo de Unece recogidos por el Observatorio Social de La Caixa, las posibilidades de las personas mayores de disfrutar de un envejecimiento activo y saludable en España son inferiores a la media de la Unión Europea y están lejos de las de los ciudadanos de Suecia o de Reino Unido. A los 65 años un sueco confía en vivir libre de problemas de salud graves o moderados unos 16 años, mientras que en España la esperanza de vida saludable ronda los diez años (9,5 para las mujeres y 10,1 para los hombres).
Abellán advierte que es difícil hacer comparaciones internacionales sobre la esperanza de vida saludable porque cuando se pregunta a las personas mayores si necesitan ayuda de otros en su día a día o la percepción sobre su salud las respuestas están muy mediadas por factores culturales. Explica que no hay duda de que hoy se vive más porque las enfermedades no matan como antes, pero cree que ese éxito quizá conlleva el desarrollo de otras enfermedades no letales pero sí incapacitantes o que merman la calidad de vida de muchos mayores.
Según las estadísticas del INE, los mayores de 65 años pueden aspirar a vivir con buena salud la mitad de los años que les restan de vida y los años de vida saludable incluso se han reducido después de 2008, si bien los expertos precisan que es difícil conocer la evolución real de este indicador porque en esa fecha se produjeron cambios metodológicos en su cálculo. Zunzunegui está convencida de que hay un riesgo evidente de que la esperanza de vida saludable empeore en el futuro debido a las crecientes desigualdades que existen hoy en la sociedad española. “Los informes nos dicen que tenemos un 30% de niños en situación de pobreza crónica, y eso es nefasto para la salud y condiciona la vejez, porque esos niños llegarán a ancianos muy deteriorados o morirán antes, de modo que habrá una brecha de salud muy grande en la población debido a las desigualdades sociales y económicas”, enfatiza. Y reprocha que se hable de la importancia de los estilos de vida para un envejecimiento saludable “como si se tratara de elecciones individuales, como si todo el mundo pudiera escoger y tuviera la oportunidad de tener un ocio saludable o de llevar una dieta basada en pescado, frutas y verduras frescas”, cuando hay muchas personas que no llegan a fin de mes y que no tienen esas oportunidades para cuidar su salud.
Desde el Centro Internacional sobre Envejecimiento (Cenie), enfatizan que la longevidad de la sociedad española plantea un desafío que trasciende el ámbito económico y afectará a todos los planos de la comunidad, desde el ámbito personal hasta el social, pasando por el político, el educativo, el cultural… Coinciden con Zunzunegui en la necesidad de avanzar hacia una sociedad más inclusiva y equilibrada porque, en unas décadas, el mayor grupo de población lo formarán los mayores de 60 años y por primera vez en la historia de la humanidad convivirán en la misma sociedad cinco generaciones. En esta línea, el Cenie iniciará el próximo año un programa para una sociedad longeva con el objetivo de propiciar investigaciones y de colaborar con las administraciones para promover los cambios necesarios para encajar esa nueva realidad social.
Claro que tanto demógrafos como epidemiólogos recuerdan que los augurios sobre el futuro récord de longevidad en España no deja de ser una proyección, simulaciones de lo que ocurrirá si se mantienen las tendencias de mortalidad, esperanza de vida, incidencia de las enfermedades, etcétera, que se vivieron en el pasado. Pero quizá las generaciones que envejezcan en las próximas décadas no lo hagan como sus padres o sus abuelos, porque sus hábitos, condiciones y formas de vida no han sido las mismas. “¿Qué pasará con la tasa de mortalidad de las mujeres adultas que beben y fuman? ¿Será la misma que la de sus madres, que no tenían esos hábitos?”, ejemplifica Abellán.
Juan Martínez Hérnandez, actual director general de Salud Pública de la Comunidad de Madrid que durante años investigó sobre personas centenarias, cree que la perspectiva razonable es que la esperanza de vida no empeore en el futuro “pero tampoco podemos relajarnos porque hoy la gente es más sedentaria debido a los nuevos modos de trabajo y las nuevas tecnologías, y los niveles de obesidad y de sobrepeso anuncian una epidemia de diabetes; y si eso sucede, podría producirse un repunte de enfermedades cardiovasculares y neurovasculares”. Toni Rivero, responsable de consultoría y proyectos de envejecimiento de la fundación Salud y Envejecimiento de la UAB, apunta que es difícil saber cómo evolucionará la esperanza de vida y la salud de las personas en las próximas décadas porque no sabemos qué cambios, cuándo y con qué intensidad se producirán, y puede haber cambios positivos –curas para el alzheimer, para el cáncer, la diabetes o la obesidad, por ejemplo–, y también negativos: desde nuevas enfermedades del tipo de la gripe aviar, a la contaminación, nuevas crisis económicas, la precarización del trabajo (que eleva la mortalidad) o la irrupción de guerras.»