Durante la semana pasada, el directorio ejecutivo del FMI aprobó la octava revisión del programa con Argentina y autorizó el desembolso de US$800 millones.
El ex director del Departamento del FMI Alejandro Werner estimó que el Gobierno argentino podría negociar un nuevo préstamo por entre US$8.000 y US$10.000 millones con ese organismo.
«El rango de los recursos frescos en un nuevo acuerdo podría estar entre los US$8.000 y US$10.000 millones. Yo creo que el Gobierno argentino debería pelear por eso», sostuvo el ex directivo.
A su criterio, la Argentina necesita «tres cosas» para lograr un nuevo acuerdo con el Fondo: «la primera es dinero fresco, para poder llevar a cabo el retiro del cepo de una manera más acelerada. El segundo punto es reperfilar los vencimientos de deuda anteriores. Y el tercero es tener un marco de política que tenga credibilidad en los mercados y que avale el gran trabajo que está haciendo ya el Gobierno, sobre todo en la parte fiscal».
El ministro de Economía, Luis Caputo, anticipó la semana pasada que el Poder Ejecutivo quiere negociar un nuevo acuerdo, a través del cual «llegue nueva plata» al país, pero reconoció que las negociaciones llevarán «un tiempo».
Para Werner, «creo que el Fondo también quiere que haya un nuevo acuerdo porque obviamente la economía argentina, si bien en los últimos seis meses está en una situación mejor, todavía tiene muchos desequilibrios y muchos temas que resolver para que el país pueda entrar en un curso de crecimiento, desarrollo y creación de empleos, consolidar la baja de inflación hacia un nivel de entre 10% y 30% (anual) en los próximos 24 meses, normalizar aún con cepo la situación cambiaria para luego removerlo y tener una apertura en la cuenta de capitales».
En declaraciones radiales, el ex director del FMI añadió que también es necesario «afinar un poco y pulir el ajuste fiscal, que es el ancla tan importante que tiene este programa, pero que claramente va a necesitar un acuerdo político un poco más amplio que implique tal vez algunos ajustes hacia adelante, con alguna recuperación en pensiones y un poquito más de gastos y de impuestos que el ajuste que se ha dado».
«Finalmente, el punto de mayor tensión probablemente entre el Fondo Monetario y el Gobierno argentino vaya a ser la definición de una política cambiaria y monetaria que permita la transición a esta apertura de la cuenta de capitales y hacia una normalización de una política monetaria que pague tasas de interés reales positivas, que genere una demanda por pesos sustentada en unos precios de mercado que incentiven a tener pesos y no huir a otro tipo de monedas», enfatizó.
También consideró que «hay que entender que la Argentina, para que entren capitales y para que se desarrolle la inversión, necesita mandar señales muy claras de que los inversionistas van a poder retirar su dinero del país».
En ese sentido, aseguró: «es muy importante para la tranquilidad de los mercados que se vea que el Banco Central tiene recursos para apoyar al peso en casos extremos. Una discusión muy compleja entre el Fondo y Argentina va a ser cómo se pueden usar esos recursos, en qué circunstancias se puede intervenir y si todavía queda alguna intención de dolarizar la economía».
«El Fondo no quiere hacer un programa bajo un esquema de tipo de cambio flexible y que luego los recursos se usen para dolarizar. Si el país quiere dolarizar, entonces el diseño del programa tal vez tendría que ser otro», subrayó.
Durante la semana pasada, el directorio ejecutivo del FMI aprobó la octava revisión del programa con Argentina y autorizó el desembolso de US$800 millones.