El Kuelgue, Nathy Peluso y Las Pastillas del Abuelo brillaron frente a más de 15.000 espectadores que disfrutaron del Festival Nuestro, encuentro que contó ayer con más de una veintena de propuestas musicales de los más diversos estilos musicales en el predio de Tecnópolis y con la lluvia como partícipe.
«¿Están preparados para gozar?», gritó Nathy Peluso, ya con la noche sobre sus hombros, en el escenario Afuera, y la mitad del predio asistió mientras la otra mitad de la gente que había asistido al festival y que estuvo paseando durante la jornada, bailaba con las Pastillas del Abuelo en el microestadio.
Las dos propuestas se llevaron casi la mejor energía del encuentro, si no fuera por El Kuelgue, agrupación comandada por Julián Kartún y encargada de cerrar el festival cerca de medianoche con la lluvia de telón, una cortina de agua que no atemorizó a ningún espectador.
Peluso subió al escenario con un vestido despampanante de color blanco y arrojó jeites que hicieron bailar a todos, tal vez más por el ritmo que por el contenido, que varios -sin embargo, y más allá del movimiento incontrolable- afirmaron no llegar a comprender.
Mientras tanto, adentro, Las Pastillas del Abuelo -que vienen construyendo su público hace ya más de quince años- ofrecieron un recital más visceral, que conectó desde la letra en cada canción con su público y que se unió una vez más en plegarias de amor con aires rioplatenses.
Algunas horas antes estuvo en el escenario Adentro El Chango Spasiuk junto a Chancha Vía Circuito, una gran estrategia no buscada que llegó a un público que esperaba con ansias a Las Pastillas del Abuelo pero que, en cambio, se encontró con este nuevo diagrama tras la densidad hecha agua que había empezado a asomar.
Con las gradas completas y una multitud en el campo del microestadio, y en paralelo al show que Juana Molina estaba ofreciendo afuera, esta unión de dos propuestas que ya vienen recorriendo juntos varios años, regaló sets que contemplaban sonidos electrónicos y las maderas del violín y el acordeón, una combinación entre los sonido orgánico de la naturaleza y el de la tecnología.
Festival Nuestro es un encuentro en el que se van sucediendo cosas a medida que se espera lo que se sabe que va a ocurrir: las bandas de la grilla; en ese ínterin, puede pasar que la Escuela Taller de Percusión con Señas, de Vicente López, empiece de golpe a tocar o que unas cuatro u ocho personas irrumpan con saltos y vueltas al aire entre la multitud.
En ese contexto, un crisol de estilos desfilaron por los tres escenarios del festival, desde el pop con aires ochentosos a la cumbia, el hip hop y la música urbana al rock rioplatense, el funk, el swing y la programación, entre otras gamas.
Pero si hay un estilo que siempre lleva público donde sea que este suene, es el que se disputan el rock barrial y el cancionero, como el que caracteriza Cruzando el Charco, que presentó las canciones de “Lo que somos” e invitó a participar a las primeras banderas que flamearon durante la jornada.
En el mismo espacio tocó después Estelares, que anticipó «Río de lavas», del próximo disco «Siete lunas», un trabajo que deja de lado los desencuentros y la nostalgia, mientras afuera la lluvia empezaba a molestar aunque solo fueron unos instantes y permitió que Monsieur Periné se sumara.
La orquesta colombiana hizo alarde de todos los estilos musicales sobre el escenario e invitó a que el público moviera el esqueleto ante la amenaza de la lluvia, que finalmente llegaría sobre el final del encuentro.
Algunas horas antes, la activista y compositora trasandina Francisca Valenzuela subió al escenario acompañada de teclado, batería y guitarras y repasó canciones como «Peces», «Ya no se trata de ti» o «muérdete la lengua»; entre una decena de temas con las que asomó la seducción que propone el pop y el perfume de la cercana tierra mojada.