Más de 32.000 personas, incluyendo más de 1.600 niños, murieron o desaparecieron entre 2014 y 2018 en el mundo mientras buscaban una vida mejor a través de rutas migratorias, informaron hoy la ONU y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
El Proyecto de Migrantes Desaparecidos de la OIM, que analiza desde 2014 los datos de víctimas en las principales rutas migratorias, admite que es difícil hacer una evaluación precisa y sospecha que la cifra oficial podría ser «mucho mayor» a la real.
«Muchos cuerpos nunca aparecen o no son identificados», explicó la OIM, una organización intergubernamental asociada a la ONU, en su informe anual presentado en Ginebra.
Una vez más, las rutas migratorias del Mediterráneo central y occidental surgen como las que se cobran el mayor número de vidas, con 17.900 víctimas, sin que se conozca el paradero o se hayan recobrado los cadáveres de 12.000 de ellas, según el informe.
En realidad, «el peligro de morir allí se incrementó en 2018», dijo la OIM en el documento, que recordó que un 3% de migrantes en el Mediterráneo fallecieron el año pasado, frente al 2% en 2017.
Este año, el informe que la OIM elabora desde 2014 cuenta por primera vez con la colaboración del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef)
Ambos organismos de la ONU expresan su voluntad de reforzar esta colaboración para mejorar los datos sobre niños migrantes, incluidos aquellos que se quedan en el camino, informó la agencia de noticias EFE.
Las ruta del Mediterráneo central, que usan los que intentan llegar a Italia o Malta desde Libia, se mantuvo como la más peligrosa, con 1.314 muertes y desapariciones, si bien el número supuso una reducción de más de la mitad con respecto a 2017.
Otra ruta de gran riesgo es la que pasa por la frontera entre México y Estados Unidos, donde 1.907 personas fallecieron en los últimos cinco años, entre ellas 26 niños, aunque sólo en la primera mitad de este año hay que sumar otros 13.
Imágenes de menores fallecidos cuando intentaban llegar a zonas más seguras o prósperas, como la del niño sirio Aylan, cuyo cadáver fue encontrado en las playas de Turquía en 2015, o la salvadoreña Valeria, ahogada esta semana en el río Grande, entre Estados Unidos y México, han sensibilizado a la opinión pública mundial sobre este tema.