El 27 de octubre de 2002, entre las 18.15 y las 18.30, se cometió uno de los asesinatos más resonantes de la historia criminal argentina
Por Emmanuel Dalbessio – Télam
Pasaron 20 años, más de 7.300 días, desde que la autopsia confirmó que María Marta García Belsunce había sido asesinada a balazos en la cabeza hasta que su crimen quedó impune. Su viudo, Carlos Carrascosa, estuvo preso acusado de matarla, parte de su familia fue acusada de encubrir el homicidio y el vecino sospechoso del country de Pilar en el que vivía, Nicolás Pachelo, llegó a juicio, pero fue absuelto. El 2022 termina con otro asesinato sin Justicia y la cada vez más creciente posibilidad de que nunca se sepa quién mató a la socióloga.
El día del último fallo judicial, el 2 de diciembre pasado, muchos, por lo bajo, rumorearon que era la «crónica de una muerte anunciada». No la de María Marta, sino la de la causa, la de un expediente que comenzó hace dos décadas con fallas graves de instrucción y que dejó huérfana de justicia a una víctima, que volvió a matarla.
El 27 de octubre de 2002, entre las 18.15 y las 18.30, se cometió uno de los asesinatos más resonantes de la historia criminal argentina, aunque eso se sabría recién 36 días después, cuando una operación de autopsia realizada a pedido de familiares de la víctima reveló que había recibido cinco impactos de bala en la cabeza y el roce de un sexto, también en el cráneo, además de golpes en el rostro y las piernas.
María Marta García Belsunce era socióloga, tenía 50 años, era vicepresidenta de la organización Missing Children Argentina y vivía junto a su esposo, Carrascosa, en una casa en el country Carmel del partido bonaerense de Pilar al momento de ser asesinada.
Aquel último fin de semana de octubre, María Marta fue a jugar al tenis como hacía cada domingo, pero su rutina cambió por una leve llovizna y se dirigió a la casa de su hermana, Irene Hurtig, donde su familia y amigos se habían reunido para mirar un partido entre River Plate y Boca Juniors.
Luego de tomar un té con Irene, María Marta se dirigió en bicicleta hacia su casa, ubicada a pocos metros, para bañarse y así esperar su turno con su masajista, Beatriz Michelini, a quien no llegó a recibir, ya que cerca de las 19, su esposo Carrascosa la encontró muerta, con medio cuerpo adentro de la bañera de la plana alta del domicilio.
Desde el inicio familiares y allegados de la mujer creyeron que había sido un accidente, que María Marta había golpeado su cabeza contra una viga del techo bajo del baño, se había resbalado y se había caído en la bañadera, tal como fue la hipótesis que dio el primer médico que llegó en ambulancia a la casa y vio el cuerpo.
Pero a medida que pasaban las horas, algunos otros familiares y allegados de la socióloga comenzaron a dudar, a pensar que algo «no cerraba», y pidieron la intervención de un fiscal para que se investigue qué había ocurrido.
El caso recayó en la fiscalía de Pilar que estaba a cargo de Diego Molina Pico, un novato integrante del Ministerio Público que fue hasta la vivienda acompañado por algunos veteranos jefes policiales, expresó sus condolencias a los familiares en el velatorio e inició una causa por una muerte violenta presuntamente accidental, en el marco de la cual avaló que el cuerpo de María Marta fuera inhumado sin autopsia.
Exactamente 36 días después, y ante la duda manifiesta de familiares de la socióloga, Molina Pico ordenó que se realice el estudio pendiente.
Fue así que el 2 de diciembre de 2002, en la morgue judicial de San Isidro, el forense Héctor Moreira extrajo del cráneo de María Marta cinco proyectiles calibre .32 largo y corroboró una sexta lesión de un roce de bala que no ingresó al cráneo, que se convirtió luego en el famoso «pituto» hallado en la escena del crimen por John Hurtig, hermano de la socióloga, que fue arrojado al inodoro de la casa y recuperado luego del pozo ciego.
El caso dio un vuelco inesperado: pasó de ser un accidente a un asesinato, por el que la familia de la socióloga quedó en la mira de la Justicia, en la tapa de los principales diarios nacionales y en las pantallas de todos los noticieros y programas que se dedicaron a tratar el caso.
Mientras se cuestionaban sus movimientos, dichos y denuncias, los miembros del círculo íntimo de la socióloga comenzaron a sospechar que el asesinato había sido cometido por un vecino del country Carmel, donde vivía la familia, hijo de uno de los fundadores del predio y señalado por como autor de robos dentro del barrio: Nicolás Pachelo.
Incluso, recordaron que María Mata consideraba a ese vecino responsable de la desaparición de su perro labrador negro, «Tom».
Pero la hipótesis de la familia chocaba de lleno con la del fiscal Molina Pico, quien creía que el viudo, los hermanos, el cuñado y algunos amigos de la socióloga eran los responsables del crimen y posterior encubrimiento.
Esa firme sospecha llevó a que el 11 abril de 2003, a instancias de la acusación fiscal, el viudo Carlos Carrascosa fuera detenido como supuesto homicida de su esposa, hecho por el que recuperó su libertad bajo una morigeración de la prisión preventiva tras pagar 100.000 pesos de fianza.
En 2006, Molina Pico elevó a juicio la causa por el crimen con Carrascosa como único acusado, al considerar que el viudo había matado a su mujer en medio de una discusión por cuestiones financieras relacionadas al lavado de dinero.
Pero, tras un juicio oral, el 12 de julio de 2007 el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 6 de San Isidro absolvió a Carrascosa por el homicidio y lo condenó a cinco años y seis meses de prisión al hallarlo encubridor del mismo.
«Soy totalmente inocente y quiero la absolución para investigar quién la mató», dijo Carrascosa en sus últimas palabras durante ese debate.
Su condición de encubridor iba a durar sólo un par de años, ya que en junio de 2009 la Sala I del Tribunal de Casación Penal bonaerense resolvió revocar ese fallo y condenar a Carrascosa a prisión perpetua como coautor del delito de homicidio agravado por el vínculo, por lo que quedó preso en la Unidad Penal 41 de Campana.
En noviembre de 2011, la familia García Belsunce recibió otro revés: el TOC 1 de San Isidro, a cargo del segundo juicio por el encubrimiento del crimen, sentenció a prisión a Horacio García Belsunce (h) y John Hurtig, hermanos de María Marta, y a Guillermo Bártoli, su cuñado.
En el mismo fallo, los jueces condenaron al primer médico que revisó el cuerpo de la víctima, Juan Gauvry Gordon, y al vecino del country Sergio Binello, al tiempo que absolvió a la masajista Beatriz Michelini.
Los condenados estuvieron 14 días presos, primero en la Delegación de Investigaciones de San Isidro y luego en la Unidad 41 de Campana, pero tras una serie de planteos excarcelatorios, a los pocos días, recuperaron su libertad tras pagar fianzas de entre 30.000 y 500.000 pesos.
Finalmente, en febrero de 2015 Carrascosa fue beneficiado con la prisión domiciliaria y en 2016 una Sala de transición del Tribunal de Casación bonaerense anuló el fallo condenatorio y lo absolvió tras descubrir graves irregularidades en la investigación.
En 2017, antes que se extinga la acción penal, los fiscales del departamento Judicial San Isidro María Inés Domínguez y Andrés Quintana imputaron a Nicolás Pachelo, vecino de Carmel, y a su exesposa, Inés Dávalos, por el crimen de la socióloga, junto a los exvigiladores de Carmel Norberto Glennon y José Ortiz.
Durante la pandemia del coronavirus, fueron absueltos por el encubrimiento del crimen Horacio García Belsunce, John Hurtig y Binello, al declararse extinguida la acción penal por la prescripción de esa parte de la causa – en el caso de Bártoli fue en 2014, cuando falleció- y la Corte Suprema de Justicia de la Nación dejó firme de manera definitiva la absolución de Carrascosa por el crimen de su esposa.
El 13 de julio de este año, y tras una instrucción que se realizó en busca del asesino de la socióloga, el TOC 4 de San Isidro comenzó a juzgar al vecino Pachelo como principal imputado del crimen, debate que tuvo por primera vez a Carrascosa como particular damnificado y a los fiscales Patricio Ferrari, Quintana y Federico González como acusadores.
«Hace 20 años que estoy esperando este momento, de ser particular damnificado y estar enfrente del asesino de mi mujer», dijo el viudo al sentarse a declarar frente al TOC y hacer referencia directa a Pachelo.
Por su parte el acusado, en una de sus varias exposiciones desde el banquillo, expresó: «Yo no maté a María Marta, yo no le robé, no fui campana ni la odiaba; soy totalmente ajeno a eso».
Luego de 38 audiencias y más de 120 testigos, los jueces absolvieron del crimen a Pachelo y los dos exvigiladores, pero condenaron al primero a nueve años y medio de cárcel por una serie de robos a viviendas de barrios privados.
La decisión judicial se conoció este 2 de diciembre: 20 años después del asesinato, tras 7.305 días, luego de tres juicios orales, seis condenas y cuatro absoluciones.
El caso sigue impune.