Maria Laura Miranda, quien fuera en vida presidenta de la Asociación Civil «Piecitos Descalzos», dejó respuestas bellas, casi extraordinarias, en un mundo en el que mucha gente cultiva la indiferencia y la frialdad: amó al prójimo
A veces la vida nos empuja a preguntas algunas de las cuales, indudablemente, no tienen respuestas: ¿por qué la gente buena sufre? ¿Por qué se van tan jóvenes? No hay respuestas, solo justificativos de la compasión humana: «porque Dios los necesita en el Cielo». «Porque ha cumplido su misión en la Tierra». «Porque si tuviéramos respuestas seríamos dioses y no lo somos», y cosas por el estilo. La verdad es que la única pregunta, que sí tiene respuesta, es «¿qué hiciste con tu vida, que estás haciendo con ella, qué harás?»
Maria Laura Miranda, quien fuera en vida presidenta de la Asociación Civil «Piecitos Descalzos», dejó respuestas bellas, casi extraordinarias, en un mundo en el que mucha gente cultiva la indiferencia y la frialdad: amó al prójimo.
Lamentablemente (para esta sociedad) Dios, o la Vida, decidió llevársela tempranamente, a los 46 años. María Laura era una de esas personas que, silenciosa, pero grandemente, ayudan a hacer de este un mundo mejor. Luchadora incansable para hacer más digna la vida del otro, a ella se le debe la creación del comedor Piecitos Descalzos, en barrio Ghiglione de Villa Gobernador Gálvez, donde con arduo trabajo y la colaboración de mucha gente e instituciones, se daba de comer a más de 130 familias por dia.
Muchos chicos la recordarán como esa mágica mujer que todos los años, para el Día del Niño, regalaba festejos, presente y sobre todo amor.
La temprana partida de María Laura causa tristeza y, como se dijo al iniciar este comentario, preguntas que no tienen respuestas. Pero su figura y su obra se constituye en un faro que alumbra, que invita a muchas almas a darle sentido a este misterio que es la vida.