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María Kodama: «Hay que sentir a Borges para poder entenderlo»


 

Por Mario Luzuriaga 

Una de las personalidades más importantes de la literatura mundial fue Jorge Luis Borges. Y quien estuvo junto a él durante mucho tiempo fue María Kodama.

Kodama no sólo acompañó al legendario escritor, sino que también es una mujer con una gran cultura, que lleva consigo el gran legado de Borges.

La escritora estuvo en Rosario, formó parte del ciclo de charlas que se dan en la Biblioteca Argentina y dialogó con CLG.

—¿Hace tiempo que no venía a Rosario?

—Vine por última vez hace seis años y gustosamente acepté participar de este encuentro.

—¿Qué tema en particular trató en esta charla?

—Hablamos de la libertad, siempre fui partidaria de la misma. Ser libre es hacer algo y correr con las consecuencias de ese acto, el responsable es uno, si no somos niños. La mayoría de la gente no se hace cargo de lo que hace.

—¿Cómo lleva el legado de Borges?

—Trato de hacerlo lo mejor que puedo. Lo difundo. El 24 de agosto es el cumpleaños número 120 y estamos organizando una serie de actos homenajeándolo. Lo haremos con profesores de la universidad estatal y de la católica, será una semana completa. Habrá exposiciones y esos profesores hablarán de la obra de Borges.

—¿Qué obra de Borges rescata más?

—Yo tendría 10 años y encontré algo en un libro, «Las ruinas circulares», yo no sabía de quién era. Y empecé a leer «Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche» y yo dije qué es esto. Lo leí hasta el final sin entender, por supuesto, ni una palabra. De toda la obra de Borges saldría una ley que dijera que hay que quemarla, menos una pieza, la única pieza de la obra de Borges que salvaría sería esa. Hace dos o tres años me dan una entrevista que le hacía Victoria Ocampo, describiéndole fotografías. Lo iban a presentar en El Salón del Libro en París y entonces me lo dan para que yo haga el prólogo. Por supuesto lo leo con mucha atención y llego a una foto donde Victoria le dice que hay una casa que tiene un jardín a la derecha y una escalera a la izquierda y Borges dijo: «Ah esa es la casa donde yo en una semana escribí «Las ruinas circulares. Durante esa semana trabajaba en la Biblioteca Miguel Cané, yo comía con mis amigos, yo caminaba, pero lo único quería era volver ahí para escribir, porque nunca, ni antes, ni después, pude escribir algo con la intensidad con que yo escribí ese cuento». Esa intensidad es lo que sintió una chica de 9 o 10 años que no entendió absolutamente nada, pero que sería la única obra que yo rescataría. Para mí fue algo increíble, siempre digo que hay que sentir a Borges y si no lo sentís hay que esperar un tiempo, volvé a leer porque a lo mejor no has madurado para eso. Entender es otra cosa, primero hay que sentir, después entender.

—Hay algo que me llamó la atención de Borges fue que esté presente en el cine. Lo hizo en la película «Invasión», de la que fue guionista. ¿Le gustó ese trabajo a Borges?

—A él no le gustaban los filmes que hacían con su obra. Es otro lenguaje y si bien es consideraba una buena película, no quiere decir que la obra no esté bien, sino que a Borges no le gustaba lo que hacían. Una cosa es escribir y otra muy diferente es ver la imagen. Son disciplinas muy distintas.

—¿Qué hay de cierto de que usted y Borges fueron a la luna?

—Fue maravilloso, porque desde chiquita siempre soñé con ir a la luna. Entonces le decía eso a mi abuela y ella me respondía «Nunca». Cuando el hombre llega a la luna, con Borges nos sentamos, por primera, última y única vez, para que yo le contara cómo era el alunizaje. Entonces era como si yo hubiese llegado a la luna, eso fue divino.