Manuela Zalazar, la joven argentina que se metió en una cápsula de fibra que se adhirió ayer a un buque ucraniano para exigir que cese la pesca de krill en las aguas del continente antártico, justificó su acción en la necesidad de «mostrar al mundo qué pasa en esta región donde los pesqueros están arrasando con el alimento base de la fauna».
«Lo que hicimos fue adherir la cápsula al ancla del buque pesquero que se encontraba detenido pasando la carga al buque de factoría, es decir a uno de mayor envergadura donde los barcos más pequeños descargan para volver a pescar», indicó Manuela a Télam en comunicación telefónica desde el barco Greenpeace Arctic Sunrise.
Todavía con la adrenalina de la acción tras su regreso hace pocas horas al buque de la organización ambientalista, la joven de 25 años contó que «por la seguridad de quienes participamos de la acción tuvimos que retirarnos» y describió que «los tripulantes del buque ucraniano trataban todo el tiempo de desengancharnos».
No es la primera vez que Manuela participa de una acción de Greenpeace, organización a la que pertenece desde los 16 años: «Hasta los 18 sólo podíamos recolectar firmas, pero una vez que fui mayor comencé a participar de este tipo de campañas y soy parte del equipo de gomones por lo que más de una vez estuve en el agua».
Cuando no está en alguna de estas campañas, Manuela trabaja y estudia sociología: «tengo una vida normal y la suerte de tener un trabajo, una familia y amigos que me permiten y acompañan en esto que es mi pasión», describe.
Manuela es una de los cinco tripulantes argentinos y de las siete mujeres que se encuentran a bordo del Arctic Sunrise, el buque que la organización envió desde enero a la región antártica con el objetivo de investigar el medio ambiente y reclamar que se renueve y extienda la declaración de áreas protegidas sobre el continente.
«La campaña arrancó los primeros días de enero e incluyó una primera etapa de investigación con un mini submarino para documentar lo que se encuentra bajo el agua, de la que participaron científicos independientes; en febrero documentamos las zonas más conocidas de la Antártida y en esta tercera etapa nos estamos focalizando en mostrar la actividad pesquera que hay», dijo Daniel Rizzotti (51 años), otro de los argentinos a bordo.
Daniel, quien es el capitán del Arctic Sunrise, explicó que «el krill, que es un crustáceo de no más de cinco centímetros, es el alimento base de toda la fauna de la zona, es decir, si se arrasa con él como están haciendo, los pingüinos, las orcas, los lobos marinos, se trasladarán a otras regiones».
«Pero, además, según lo que nos explicaron los científicos que estuvieron a bordo en enero, cumplen también una función muy importante para las tierras submarinas facilitando la existencia de flora acuática».
Según informó Greenpeace «la expansión de la pesca del krill está siendo impulsada por la demanda de su aceite principalmente a la industria farmacéutica, también se vende para el uso de la acuicultura y como alimento de mascotas.
La organización informó que «está pidiendo colaboración internacional entre los gobiernos de los países que integran la Comisión del Océano Antártico (CCRVMA) para la creación de un santuario en este océano de más de 1,8 millones de km2, que se convertirá en el área protegida más grande del mundo».