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Manuel Belgrano: de España a la revolución latinoamericana


Nació en junio de 1770 y su vida fue un verdadero ejemplo de entrega, honestidad y generosidad. Forjó una gran amistad con San Martín

Por Norberto Galasso, periodista, ensayista e historiador, para Télam

Manuel Joaquín Corazón de Jesús Belgrano nació en junio de 1770 y su vida fue un verdadero ejemplo de entrega, honestidad y generosidad. Es preciso destacar que su acción militar en Tucumán y Salta lo convirtió, junto a José de San Martín, en uno de los generales que llevó adelante el proceso revolucionario.

Respecto a su historia personal, es preciso recordar que el padre lo envía a España, por lo que desde chico recibe, al igual que San Martin, la influencia de la Revolución Francesa que se produce mientras era un muchachito.

En ese contexto, Belgrano estudia en la Universidad de Salamanca y en la Universidad de Valladolid, y a los 18 años regresa con ese mérito, o medalla digamos, que siempre se consideró en el Río de la Plata para todo lo que venía de Europa. Entonces, le reconocen un lugar y lo nombran Secretario del Consulado.

De esta manera, Belgrano llega con la inspiración de profundas transformaciones y de cosas nuevas que había escuchado. Hasta que, por fin, un día le preguntan sobre su función específica en el Consulado. Y él les contesta que eran comerciantes totalmente incapaces, gente que lo único que sabía – cómo pasa en todas las épocas – era comprar por cuatro y vender por ocho. Todo lo demás no les interesaba.

Entonces, Belgrano hace en el Consulado una serie de propuestas, algunas muy avanzadas como la dedicación de presupuesto para la educación de las mujeres, a quienes en aquel tiempo se las consideraba seres inferiores, además de otras iniciativas sobre minería y fomento de la agricultura.

Como consecuencia de eso, empieza a hacer periodismo en «El Telégrafo Mercantil», el «Semanario de Agricultura» y «El Correo de Comercio». Y luego entra en el movimiento que busca declarar nuestra independencia de España. Al respecto, en determinado momento pasa por el grupo identificado como «carlotista», lo que prueba el carácter especial de la Revolución de Mayo: no era anti-hispánica, sino que buscaba impulsar las transformaciones y medidas ocurridas en Francia en 1789.

Así interviene en la revolución y, según alguna versión que podría ser inventada o no, es el hombre que en determinado momento está dando indicaciones con un pañuelo en la mano, levantándolo en el preciso momento de reaccionar por la violencia en el Cabildo Abierto del 22 de mayo.

Una cosa muy interesante es que Belgrano aprende economía en España, bajo la influencia del momento en que el liberalismo económico está tomando impulso y en el que sus seguidores tienen un criterio desarrollista y progresista.

Pero Belgrano resulta ser proteccionista cuando tiene que pensar para su Patria. En el Consulado dice que las leyes que tenemos que adoptar son normas que defiendan la posibilidad de explotar por nosotros mismos nuestros recursos, porque eso iba a dar trabajo a nuestra gente. Es más, afirma que si exportábamos materias primas e importábamos artículos manufacturados, eso quería decir que estábamos favoreciendo a los trabajadores europeos, en perjuicio de nuestros trabajadores. Este concepto, dicho a principios del siglo 19 era verdaderamente revolucionario.

Luego, es reconocida su actuación como vocal de la Junta, donde estrecha una amistad con Mariano Moreno. Esto significa que cuando Moreno, como secretario de Guerra, le expresa la posibilidad de pasar de abogado a militar, en coincidencia con una expedición para ampliar al litoral la Revolución de Mayo, se intercambian unas cartas interesantes en las que Belgrano le escribe: «yo lo sigo totalmente y quisiera tener las luces que usted tiene».

Es decir, Belgrano es un hombre que entra al proceso revolucionario pero entiende que Moreno es la clave. Por eso, también se dice que antes de aquella expedición al litoral, Belgrano colabora en el Plan de Operaciones de Moreno. Se trata de una explicación que siempre fue negada por los historiadores liberales.

Otra prueba de esta concepción morenista de Belgrano es su «Reglamento para los Pueblos de las 30 Misiones», donde formula una serie de principios y objetivos totalmente transformadores con respecto a la libertad, a la educación y a la propiedad de la tierra.

Es un hombre que está dispuesto a servir a la patria en todo, a pesar de que lo militar no era lo suyo. Así lleva a cabo la Campaña del Paraguay, que si bien no arroja triunfos militares deja las huellas para que, poco tiempo después, los paraguayos decidan seguir el ejemplo de la Revolución de Mayo.

Cuando se produce el Movimiento del 5 y 6 de abril de 1811, resulta que no es un movimiento tan popular como lo considera el revisionismo rosista y especialmente el historiador José María Rosa. Porque esa revolución significa el destierro de Domingo French, Antonio Luis Beruti, Miguel de Azcuénaga y Nicolás Rodríguez Peña. ¿Qué es lo que está pasando?, reclama Belgrano desde el litoral, con la esperanza que no se abandone el curso inicial de la revolución.

Cuando le dicen que le van a mandar a un jefe militar para secundarlo, lo único que pide es que no sea Martín Rodríguez, un reconocido hombre vinculado a Cornelio Saavedra. Belgrano rechaza esa posición y se reivindica morenista.

Tiempo después, Belgrano es designado como Jefe del Ejército del Norte y se encuentra con enormes dificultades en Jujuy porque no tiene recursos, ni hombres, ni armas suficientes para enfrentar a las fuerzas invasoras. No obstante, lleva a cabo una gesta épica que es conocida como «el éxodo jujeño» y que consiste en retirarse del lugar, dejando tierra arrasada a los invasores. Le pide al pueblo que rompa todo a su paso y se lleve a los animales. Los invasores sólo debían encontrar un Jujuy desértico.

La política del Primer Triunvirato es seguir retrocediendo por falta de recursos, aunque a veces también es falta de espíritu militante y patriótico. A Belgrano le dicen que llegue a Tucumán y que haga lo mismo, con lo cual prácticamente le abren el camino al enemigo para que la gente del Virrey Abascal de Perú llegue a Buenos Aires.

Belgrano encuentra en Tucumán un gran apoyo e interés para proseguir la lucha, por lo que enfrenta a los enemigos y los derrota. Eso lo lleva a entusiasmarse y avanzar hacia Salta, donde también triunfa en 1812. Después, sin embargo, es derrotado en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma por circunstancias un tanto extrañas. Se habla del clima adverso, de una invasión de langostas y de toda una serie de cosas que les son adversas. Pero otra vez, los que siguen sentados en mullidos sillones dicen que Belgrano debería ser enjuiciado.

Finalmente, prima el criterio de designar a San Martín en el Ejército del Norte, con quien Belgrano establece un vínculo muy estrecho, al punto de iniciar una amistad. San Martín no lo recibe como jefe, sino como un colaborador. Pero Belgrano cree que sigue siendo el jefe. Para colmo, desde Buenos Aires intiman a San Martín y le dicen que Belgrano debía ser separado del cargo y él debía asumir en su reemplazo.

«Los conocimientos que tiene Belgrano son fundamentales y yo creo que de los generales de que disponemos es el mejor. Por eso, de ningún modo hay que desplazarlo o ponerlo en un lugar secundario», es la respuesta de San Martín.

La gente de Buenos Aires entiende esto de una manera relativa porque, claro, ya se habían fortalecido los sectores conciliadores, el Director Supremo y otros que tenían posiciones no suficientemente patrióticas. Eso explicaba todo.