Sin ser parte de ninguno de los 26 países que este año competían por el micrófono del cristal en Eurovisión 2019, Madonna se convirtió en el centro del certamen. Su actuación en la Expo de Tel Aviv no defraudó: estuvo a la altura del millón de dólares que el multimillonario Sylvan Adams desembolsó para traer hasta su tierra a la reina del pop. Lo que quizá no sabían los organizadores es que se iba a meter en terreno político (tan prohibido en el festival) e incluso iba a mostrar a dos personas, una bajo la bandera palestina y otra bajo la israelí, abrazándose. Aunque la realización intentara no mostrarlo. E incluso se atrevió a lanzar un mensaje: «Wake up» («despertad»). Empezó, eso sí, con su icónico «Like a prayer» y terminó con «Future» junto al rapero Quavo con máscaras de gas de por medio y un discurso sobre la guerra y representaciones de todas las religionas. Madonna criticó Eurovisión desde el centro mismo de Eurovisión.
«Todos sois ganadores. Llegar a aquí es todo un logro, y para mí eso es una victoria, no importa lo que pase después», dijo a los concursantes minutos antes de actuar. «Todos aquí son de todas partes del mundo. Nunca subestiméis el poder de la música para unir a las personas. La música hace que la gente permanezca unida», dijo a los presentes, a los que también animó a corear juntos la estrofa central de «Music». Y ya avisó: «Haré algo grande». Y se atrevió.
Eso sí, su actuación ha dado más de un quebradero de cabeza a la organización del festival, que tuvo que cerrar «in extremis» el contrato el pasado jueves por desencuentros con la artista. Antes de haberlo rubricado, la estadounidense estuvo retenida en la entrada del pabellón cuando se dirigía con su equipo a ensayar.
Para la ocasión, Madonna iba vestida como una «Juana de Arco futurista» según ha comentado el propio Jean-Paul Gaultier este mismo sábado presente en el festival. «Ella es como una ganadora, una especie de guerrera, digamos», dijo sonriendo el diseñador. «Hace veinte años, treinta años (Madonna) no sabía qué era Eurovisión, y ahora está cantando aquí», añadió.
La llegada de la reina del pop a Israel se produjo el pasado martes por la noche, y lo hizo con un séquito de más de cien personas y en el avión privado de del multimillonario canadiense-israelí que financia su actuación en Eurovisión. Desde entonces, solo se ha dejado ver una vez por la ciudad cuando entraba a un local de fiestas en el puerto, y ha convertido en su hogar la quinta planta de uno de los hoteles más exclusivos de la cadena Dan. Esta no es la primera vez que una gran estrella aprovecha la audiencia del programa de televisión más visto del mundo para lanzar su última creación. Ya lo hizo Justin Timberlake en Estocolmo 2016, donde aprovechó para presentar «Don’t stop the feeling».
Las exigencias de la reina del pop, según medios israelíes, pasaban por contar con su propio director musical, su equipo y un plan de iluminación planificado (y ajeno al del certamen). Peticiones que, junto a los problemas por los derechos de las canciones y de la imagen de la artista, encallaron las negociaciones.
Con tantos rumores circulando, hasta Madonna se pronunció sobre su visita a Eurovisión y respondió contundente a las numerosas llamadas al boicot que ha recibido por parte de algunos de sus fans y compañeros de profesión. «Nunca dejaré de tocar música para adaptarme a la política de alguien, ni dejaré de denunciar las violaciones de los derechos humanos en cualquier parte del mundo», dijo la cantante a Reuters esta misma semana.
Fuente: ABC