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Los zapatos rotos de un profesor abren paso a la solidaridad


José Ibarra explotó de indignación al ver que el arreglo de sus viejos zapatos costaba cuatro veces su sueldo como profesor universitario en Venezuela. 

Lo hizo con un crudo mensaje en Twitter que despertó la solidaridad. 

Una foto de unos zapatos negros con la suela rota acompañó el mensaje, que desde su publicación el pasado 29 de junio contabiliza 10.000 retuits, unos 5.400 me gusta y casi 1.000 comentarios. 

Aunque muy desgastado, era el mejor par que tenía este catedrático de la Universidad Central de Venezuela (UCV, pública), la principal del país con casi tres siglos. 

«No me da pena decirlo: con estos zapatos me traslado a la UCV a dar clase. Mi sueldo como profesor universitario no me alcanza para pagar el cambio de suela», escribió el docente, de 41 años. 

Licenciado en trabajo social, con una maestría y estudiante de doctorado en salud pública, gana 5,9 millones de bolívares (1,7 dólares a la tasa del mercado negro) que no alcanzan ni para un kilo de carne por una hiperinflación que, según el FMI, llegaría este año a 1.000.000%. 

Reparar los zapatos le costaba 20 millones de bolívares, algo fuera de su alcance y ejemplo de las distorsiones de la colapsada economía venezolana. 

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– «Zapatos de la dignidad» – . 

Desde que publicó el tuit, Ibarra ha recibido donaciones de calzado -nuevo y usado-, ropa, dinero y cientos de mensajes de apoyo que lo llevaron a crear el movimiento «Zapatos de la dignidad», para ayudar a otros colegas, según contó a AFP. 

«El tuit fue una explosión de frustración. Pensé que como no me sigue mucha gente, nadie lo iba a ver, pero ya he recibido doce pares de zapatos, de los cuales doné nueve, ropa y dinero. Creé el movimiento porque sigo recibiendo donaciones», relató el profesor, que se quedó con dos pares de zapatos usados y unos deportivos nuevos. 

De paso, ganó unos 2.900 seguidores en la red social. 

Ibarra piensa entregar parte del dinero recibido «a los profesores más necesitados para que compren comida». Varios «se han desmayado porque no comen bien», se lamenta. 

Algunos de sus colegas de universidades públicas mantienen un paro intermitente desde hace casi un mes, exigiendo mejoras salariales. 

El caso de Ibarra ha tenido repercusión incluso fuera de Venezuela, con ofertas de donaciones desde Argentina, Colombia y España. 

Desde el país vecino, una mujer le escribió en Twitter: «Tenemos en Colombia una zapatería, arreglamos y fabricamos. ¿Cómo podemos enviar?». 

Otro usuario le pide que «no se ofenda», pero que le gustaría enviarle unos zapatos usados. Él responde con agradecimiento. 

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– Remesas para una pizza -. 

Los zapatos de Ibarra estaban rotos de tanto caminar por la falta de autobuses, cuya flota se ha reducido dramáticamente porque los repuestos escasean o resultan impagables. 

«Comprar zapatos es imposible. El dinero no me rinde para comprar artículos personales, ni siquiera comida», expresó. 

Lluvia Habibi, encargado de la tienda en la que Ibarra intentó reparar sus zapatos, justifica los altos precios porque los materiales suben constantemente. 

«La gente lo que puede es pegar zapatos rotos, pero casi nadie puede pagar un cambio de suela, que ya está en 20 o 30 millones», declaró Habibi a AFP. 

Melancólico, el educador dice que se apoya en su familia para sobrevivir. A raíz del tuit, una amiga le mandó dinero de México para que «comiera un helado o una pizza». 

Ibarra afirma haber perdido 15 kilos de peso batallando contra la crisis, agravada por la falta de liquidez, controles a la economía, sanciones de Estados Unidos y la caída de la producción petrolera, que aporta 96% de los ingresos. 

En su casa hay una vieja máquina de coser que su familia utiliza para entallar la ropa y colocarle parches. Varios han adelgazado y tampoco pueden comprar prendas nuevas. 

Un estudio de las principales universidades venezolanas, incluida la UCV, asegura que la pobreza en el país escaló a 87% en 2017, lo que ha empujado a emigrar a cientos de miles en los últimos años, entre ellos muchos profesores. 

Pero Ibarra quiere quedarse. Cree que «Venezuela es rescatable».