Opinión

Los unos y los otros


Por Carlos Duclos

La foto, tomada por Juan José “Tatín” García, bien podría llevar por título aquel de la recordada película “Los unos y los otros”, en la que el talentoso y siempre recordado Jorge Donn danza descalzo el famoso bolero de Ravel. Ellas también danzan descalzas en la puerta de una entidad financiera rosarina el bolero de una vida desgraciada, signada por la indigencia, el sueño ausente con panzas vacías. Ellas son “los unos”, los abandonados, los excluidos por «los otros», los que representan o son agentes de un sistema perverso que pulula en todo el mundo y que logra sus propósitos a la sombra de la indiferencia, cuando no de la corruptela o la mediocridad, de aquellos que, largos en promesas pero cortos en cumplirlas, deberían defender a los buenos e inocentes y no lo hacen (o suponen que lo hacen derramando migajas de la fastuosa mesa). La foto refleja la realidad (que es la única verdad) de un mundo dado vueltas, en un país maltratado a más no poder. La desgraciada realidad de los que pierden siempre, los que ponen todo en la pirinola de la vida para felicidad indignante de los que «toman todo».

*La película «Los unos y los otros» marca el drama de la Segunda Guerra Mundial en donde muchos vieron truncadas su vidas, otros fueron prisioneros de un sistema nefasto y millones atravesaron los campos de la angustia. La película, dirigida por Claude Lelouch, tiene una escena notable, cargada de dramatismo y testimonio de vida: es el bolero de Ravel danzado magistralmente por el argentino Jorge Donn