Por Carlos Duclos
Por Carlos Duclos
Pocas horas después de que Irán lanzara un ataque misilístico contra la base norteamericana en Irak, se produjeron (casualmente) dos hechos que llamaron la atención de no pocos seguidores de la tensión mundial y que, por otra parte, despertó el espíritu conspiracionista de algunos: la caída de un avión cerca del Aeropuerto de Teherán que resultó en la muerte de sus 180 pasajeros y dos sismos ¿Casualidad?
Ya comienzan las especulaciones respecto de que el avión recibió el impacto de un misil, lo que no es una hipótesis descabellada (casi todas las aerolíneas suspendieron vuelos en la región), pero surge una pregunta: ¿qué tienen que ver los sismos con el conflicto? Y Aquí cobra fuerza la teoría de algunos estudiosos de casos enigmáticos, calificados por algunos como “conspiracionistas”. Es que según estas hipótesis, Norteamérica tiene recursos capaces de influir en la atmósfera y el subsuelo para utilizar a partes del planeta como arma de guerra. Así la primer potencia puede modificar el clima, puede causar terremotos, influir en el comportamiento de grupos humanos (tropas, población, etcétera) ¿Un disparate conspirativo? Puede que sí…, o que no. En el año 2002 el Parlamento Ruso emitió un comunicado y le hizo saber al presidente Putin que “los Estados Unidos están creando nuevas armas integrales de carácter geofísico que puede influir en la tropósfera con ondas de radio de baja frecuencia… La importancia de este salto cualitativo es comparable a la transición de las armas blancas a las armas de fuego, o de las armas convencionales a las armas nucleares. Este nuevo tipo de armas difiere de las de cualquier otro tipo conocido en que la tropósfera y sus componentes se convierten en objetos sobre los cuales se puede influir”
El arma en cuestión, entre otras, no es otra que el llamado HAARP (Hight Frequency Advanced Auroral Research Project) una sistema de antenas gigantes ubicadas estratégicamente en Alaska y que son capaces de emitir nada menos que mil millones de W a la atmósfera del planeta y que puede modificar el clima en territorios específicos y predeterminados del planeta. Otras armas de baja frecuencia, según algunos, son capaces de generar sismos. Cuando el epicentro del movimiento sísmico se produce a poca distancia de la superficie, dicen algunos científicos, es provocado.
Pese a las advertencias de los rusos, lo cierto es que ellos también disponen de la misma tecnología. Se trata del proyecto SURA, que es mucho más potente que el HAARP, según los estudiosos.
Probablemente los dos terremotos sucedidos en Irán luego del ataque sean una casualidad o coincidencia involuntaria, pero no son casualidad los famosos “chemtrails” que con frecuencia aparecen en el cielo de todas partes del mundo y que para muchos son experimentos con fines “poco claros”. Esto entre otros muchos ensayos y proyectos destructivos que no trascienden. Dicen que las brujas no existen, pero que las hay, las hay.
El mundo, por obra y gracia de quienes siguen los dictados del demonio e invierten sumas de dinero imposibles de imaginar en armamento (dinero que haría la felicidad de la raza humana y de las demás criaturas planetarias), está en un situación delicada y peligrosa. No solo, claro está, por el permanente riesgo de una guerra de consecuencias imprevisibles, sino porque los seres humanos buenos, inocentes, honestos, están a merced de males provocados por perversos sin escrúpulos. Para muestra basta recordar lo que ocurrió en el Amazonas, la tragedia de Australia, la contaminación, los experimentos armamentísticos y el calentamiento global, todo lo que provoca un combo destinado a la angustia y muerte.