Por Diego Añaños
El lunes pasado el Indec dio a conocer los datos actualizados de la pobreza en Argentina. Según el mismo hay casi 16.000.000 de pobres en nuestro país. La cifra representa un 35,4% de la población total, un 8,1% más que en el primer semestre de 2018. Esto significa que hay 3.250.000 pobres más que hace un año.
La indigencia también aumentó al 7,7%, lo que representa 3.400.000 personas, 1.100.000 más que hace un año.
Los más afectados son los niños, especialmente en la franja etaria que va de los 0 a los 14 años, que ya representan el 52,6%. Un dato destacable es que hace un año representaban el 41,4%, esto es: pasaron de ser 2.200.000 a 3.450.000 en sólo un año, un aumento de alrededor del 59%. Hay un dato para tener en cuenta y que, según creo, no fue lo suficientemente destacado: el fuerte crecimiento de la brecha de pobreza. Es decir, se ha ampliado la distancia que hay entre la situación de los pobres actuales, y la no pobreza.
Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, estimó que Mauricio Macri, que asumió con una pobreza del 29%, terminaría su mandato con una pobreza del 40%. El mismo número que proyectó Alberto Fernández hace alrededor de un mes, durante su gira por España. Para decirlo de otro modo, una de cada cinco personas que es pobre hoy, ha caído en esa situación durante la gestión de Cambiemos.
La lectura de los datos por parte del presidente no se hizo esperar: hay pobres porque hay desempleados, y hay desempleados por los altos costos de contratación. En ese sentido, y a través de un decreto que modifica la Ley 24.557 (que es la que regula el Sistema de Riesgos de Trabajo), el gobierno modificó esta semana a la baja el cálculo del monto de las indemnizaciones por incapacidad laboral definitiva o muerte del trabajador. Macri repite como un mantra el remanido argumento de la derecha más conservadora, según el cual, para aumentar el nivel de empleo e inversión hay que bajar los costos laborales (salariales, de contratación e impositivos).
A riesgo de ser repetitivos, volvemos sobre la reflexión que ya hemos hecho: si las tres claves del éxito fueran un mercado de trabajo flexibilizado, trabajadores baratos y baja presión impositiva, Centroamérica y el África Subsahariana deberían ser las mecas del empleo y la inversión. Carrió fue mucho más allá, y les pidió a los pobres que dejen de tener miedo de ser ricos. Sin comentarios.
El Banco Central de la República Argentina, por su parte, publicó los resultados del Relevamiento de Expectativas de Mercado que realiza mensualmente, y que estudia las proyecciones/estimaciones de la evolución de las principales variables macro. En septiembre fueron consultados 45 agentes (27 consultoras y centros de investigación locales, 13 entidades financieras de Argentina y 5 analistas extranjeros). El pronóstico de inflación prácticamente no sufrió cambios, y se ubicó alrededor del 55% para 2019. Las perspectivas de caída del PBI para este año, crecen de 2,5 a 2,9% (y ya se sitúan por encima de la caída real que tuvo la economía argentina en 2018, un 2,6%). La proyección del tipo de cambio baja levemente, situándose en $65, mientras que se espera una tasa de interés de política monetaria de 73% para fin de año. Muy lejos, claro, de las previsiones del presupuesto 2019: que eran una caída del PBI del 0,5%, una inflación de 23% y un dólar de $40.
Abusando de la epistemología climatológica que inauguró el gobierno, podemos decir que la tormenta sigue a Mauricio Macri, como las nubes de lluvia persiguen a los personajes de las caricaturas. Esta semana viajó a Córdoba para asistir al 12° Coloquio de la UIA provincial. Minutos antes de que hablara, el presidente de la entidad a nivel nacional, Miguel Acevedo, se retiró sin escuchar el discurso del primer mandatario. Según Morales Solá, este hecho da cuenta de la lejanía de Macri con los empresarios. Varias razones explicarían ésta lejanía, pero una muy importante se debe a la apuesta de Cambiemos de abrir la economía, lo que habría despertado el “temor” (sic) de los empresarios.
Tampoco le fue bien con la Justicia. El martes la Corte Suprema dispuso que la reducción del IVA y el impuesto a las Ganancias dispuesta por el gobierno luego de las elecciones primarias, no puede afectar los fondos de coparticipación que corresponden a las provincias. El fallo establece que los costos fiscales de las medidas deberán ser asumidos con recursos del Estado Nacional. La decisión desató la ira de la diputada Carrió, quien declaró: “Tres jueces del PJ atacan a Mauricio Macri 20 días antes de las elecciones”. Como viene ocurriendo últimamente, nadie le respondió.
Finalmente, el FMI, ya bajo el mando de la búgara Kristalina Georgieva, envió un contundente mensaje: la estructura de la deuda global de la Argentina no es sustentable, a la vez que calificaron a la situación de la capacidad de pago del país de alarmante. Aunque resulte difícil de creer, los mismos que hace muy poco tiempo destacaban los logros del país en materia de estabilización económica, hoy lanzan un pronóstico pesimista sobre las posibilidades de la Argentina. En resumen, según esta visión, ninguna renegociación de deuda puede dejar afuera al FMI. Si alguno no entendió quién es destinatario del mensaje, lo aclaramos: es Alberto Fernández. Como venimos sosteniendo desde hace un tiempo, el Fondo ya no habla con Macri.