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A 40 años de Argentina 78'

Los oscuros costos económicos de un Mundial faraónico


 

Con el afán de mostrar una «buena imagen» del país, la dictadura militar argentina gastó en la organización del Campeonato Mundial de Fútbol de 1978 un monto cinco veces superior al utilizado por España en 1982 y diez veces mayor al previsto originalmente.

Los preparativos se habían iniciado apenas después del golpe del 76, cuando la Junta de Comandantes aceptó la idea del jefe de la Armada, Emilio Eduardo Massera, de poner en marcha el «Operativo Copa del Mundo de 1978» para asegurar la organización del torneo.

En julio de 1976 se decidió crear por ley el Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78), destinado a programar la agenda y manejar las finanzas del futuro Campeonato.

En un principio, este organismo oficial fue controlado por el Ejército, a través del general Omar Actis.

No obstante, como la Marina no quería quedarse afuera, Massera colocó al lado de Actis a Carlos Alberto Lacoste, hombre de su confianza que luego -en diciembre de 1981- ocuparía la presidencia de facto durante once días.

Los proyectos de ambos dirigentes eran diametralmente opuestos: mientras Actis pretendía una inversión austera, Lacoste diseñaba un mundial faraónico; divergencia que los llevó a una fuerte confrontación.

Dos días antes de la presentación pública de su proyecto, Actis fue fusilado por un grupo de encapuchados y si bien la versión oficial atribuyó el asesinato a la organización Montoneros, años después el propio Lacoste fue acusado como instigador del crimen.

El EAM 78 –con un endeble general Antonio Merlo en la presidencia- fue manejado por Lacoste, quien ansiaba un Mundial grandilocuente que proyectara al mundo la capacidad de Argentina.

En un principio, Massera le había dicho al presidente de facto Jorge Rafael Videla que el Mundial costaría unos 70 millones de dólares, aunque con Lacoste en la conducción del EAM 78, las cifras comenzaron a escalar estrepitosamente.

Entre otras cosas, se remodelaron tres estadios (River, Velez y Rosario Central), y se construyeron otros tantos (Córdoba, Mar del Plata y Mendoza).

También se pusieron a nuevo la infraestructura hotelera, los aeropuertos y los sistemas de telecomunicaciones.

Asimismo, el EAM 78 contrató los servicios de la empresa de seguridad Juncadella y los de la empresa norteamericana Burson-Marsteller y Asociados, especializada en el mejoramiento de la imagen de gobiernos.

La búsqueda de una «buena cara» para mostrar al exterior incluyó también la remodelación total de Canal 7 (que pasó a llamarse Argentina Televisora Color) para garantizar una mejor calidad de transmisión.

Con el tiempo, el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, comenzó a advertir a Videla sobre los desorbitados presupuestos del EAM 78, pero el presidente de facto hizo caso omiso a las críticas.

En tanto, el 21 de junio de 1978 -mientras la selección de Argentina lograba su pase a la final- estalló una bomba en la casa del secretario de Hacienda de Martínez de Hoz, Juan Alemann, que días atrás había cargado duramente contra Carlos Lacoste y los despilfarros en la organización mundialista.

Distintas investigaciones coinciden en afirmar que Lacoste habría cuadruplicado su patrimonio personal en la época en la que controló el ente organizador.

Aún se desconoce exactamente cuánto dinero costó la organización del Campeonato de Fútbol ya que el EAM 78 nunca entregó sus balances.

Algunos autores señalan que se gastaron unos 520 millones de dólares, mientras que otros investigadores aseguran que la cifra fue de 700 millones de dólares, un monto diez veces superior al previsto inicialmente.

De todos modos, la suma es descomunal si se la compara con los 120 millones de dólares que se invirtieron en el siguiente Mundial (España 1982), máxime si se toma en cuenta que por una cuestión inflacionaria debería haber sido más caro que el argentino.

Con ese gasto desmedido, la dictadura militar argentina privilegió el deporte –una inclinación que han tenido distintos gobiernos dictatoriales- en detrimento de la salud y la educación, colaboró en el aumento progresivo de la deuda externa y agudizó la crisis económica del país.